Estoy sólo en casa con algunos billetes en mi cartera y ochenta céntimos de euros sueltos. Tengo que hacer algo para almorzar y estoy pensando en una botella de Fanta, me encanta, que saldrá a un euro de oferta, pero buscando los veinte céntimos que faltan, no logro encontrarlos y no es por no querer cambiar un billete, es porque estoy gordo como una cochina del Cabildo, se acercan las cenas navideñas y estoy cerca de los cien kilos.

Estamos a mediados de diciembre del 2.022 y la Comunidad de Madrid está haciendo una campaña bautizada con el nombre “YO DEJO PROPINA” que está creando comidilla en los medios de comunicación más importantes de España, entre ellos obviamente el digital sur y muchos sabemos que vivimos tiempos de que con cualquier cosita los borregos están entretenidos.

La cuestión es que muchos camareros están indignados con ésta campaña “Yo dejo propina’, porque prefieren un sueldo digno sin propinas y además el noventa por ciento de los clientes pagan con tarjetas.

Los camareros no quieren dar pena, es un trabajo digno y muy duro, pero muy mal pagado y de los horarios mejor no entrar en detalles. En América las propinas están obligadas y muchas veces los camareros tienen problemas con los clientes que no tienen ésta información y terminan yendo a sus domicilios para recoger la propina si o si, aunque el servicio haya sido una mierda.

El tema de las propinas llevarlo al extremo de hacer una campaña es porque está todo dicho y visto obviamente y cada dos o tres días sueltan cualquier chorrada, aunque no dejan de ser temas muy interesantes que ayudan a reflexionar a los más inteligentes que no entran en las rotondas del come coco social.

Dar propinas a través de la tarjeta sería confesar cuando y cuánto estás regalando para cuando pases de los mil euros, pagar los impuestos obligatorios. Ay! Don Dinero, que importante eres mi amor de amortizar. Aquí lo dejo para seguir reflexionando de donde venimos y a dónde queremos llegar.

Estimado lector, gracias por regalar un poco de tiempo leyendo, el tesoro más valioso del ser humano, el tiempo pasa y jamás volverá. Juan Santana.