Noticias Tenerife La normalización de la violencia verbal favorece la aparición de la violencia física en el ámbito deportivo

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La normalización de la violencia verbal favorece la aparición de la violencia física en el ámbito deportivo

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Alexander García Hernández,  miembro de la Vocalía de la Actividad Física y del Deporte del COP de Santa Cruz de Tenerife, advierte de que la normalización de los insultos, un orgullo mal entendido y el silencio de los testigos, entre otros factores, favorecen los actos de personas que no son capaces de controlar su propensión a la ira.

La violencia en el deporte no se produce de manera aislada ni tiene una sola causa. Existen muchas variables que interactúan y la provocan. Pero cabe deducir que la normalización de la violencia en los recintos deportivos  ha venido a favorecer un clima donde aquélla es posible. Si a esto le sumamos personas que no tienen estrategias para controlar su propensión a manifestar ira y hostilidad, e incluso su necesidad de orgullo, es fácil que la violencia se abra camino.

Por otra parte, la violencia solo es posible si todos los testigos callan y dejan que la violencia se propague. No es tarea sencilla detener a quien insulta, pero es necesario intervenir cuando aparecen comentarios obscenos y violentos. Todo lo que no sea así nos convierte en cómplices de la violencia que detestamos cuando la vemos en las noticias y que queremos erradicar.

Los múltiples casos de violencia en el deporte que recientemente se han hecho públicos llevan a reflexionar y buscar respuestas acerca de qué lleva a algunas personas a actuar de manera agresiva en el contexto deportivo.

Alexander García Hernández,  miembro de la Vocalía de la Actividad Física y del Deporte del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, explica que “hemos normalizado algunos hechos que en otros contextos serían condenados. La experiencia nos dice que insultar en un evento deportivo no se condena y no tiene consecuencias fuera del contexto (incluso en él). A veces sorprende la impunidad con la que se dicen insultos y nadie hace nada. Por consiguiente, parece que las normas sociales implícitas en el ámbito deportivo aceptan las faltas de respeto e incluso se suelen justificar”.

También es cierto, añade, que “la mayoría de personas no insultan, pero tampoco condenan y en consecuencia actúan como cómplices del bochornoso espectáculo”.  A juicio de este  experto  en Psicología de la Actividad Física y del Deporte y en Inteligencia Emocional “la mayoría de asistentes normaliza la violencia verbal. Los recintos deportivos pueden activar esquemas mentales que normalizan conductas violentas y eso se aprende desde la infancia”.

Otro factor que ayuda a explicar los episodios de violencia es la intensidad emocional que produce el deporte, señala. “Es muy difícil participar en el deporte sin que existan emociones, de hecho son implícitas y hasta necesarias. En algunos casos, el deporte ayuda a sacar nuestro afán de superación y nuestra admiración; en otros, ayuda a que la ira se muestre con toda intensidad. En el cóctel de la violencia, la ira y la hostilidad son las emociones que desencadenan y mantienen las conductas indeseables. De ese modo, aquellas personas con mayor predisposición a desencadenarlas en su vida cotidiana tendrán mayores probabilidades de experimentarlas en el deporte”.

No obstante, aclara, “esto no exime a las personas con esta predisposición de ser personas respetuosas. De hecho, existen muchas herramientas que ayudan a identificar y frenar las emociones negativas antes de que aparezcan. Los expertos en psicología pueden ayudar a disfrutar del deporte sin necesidad de que la ira se apodere de su experiencia”.

Precisamente, indica que otro de los factores que interviene en este proceso es la “falta de control asociado a la intensidad emocional. Puedes no ser culpable de la emoción, pero sí de lo que hagas con ella. Si en eventos deportivos notas que increpas y que eres incapaz de controlar tus palabras y tus actos, algo va mal, consulta a un profesional”.

El deporte no es violento ni es violencia

Otra emoción que aparece con frecuencia en el contexto deportivo, “sobre todo en padres y madres, es la necesidad de orgullo”, destaca Alexander García Hernández. “El orgullo cumple una función importante en el bienestar de la persona y no es necesariamente negativa. No obstante, en muchas ocasiones los padres valoran a sus hijos en función de la obtención de un determinado resultado deportivo y suelen verse motivados a intervenir y favorecer su éxito. Los padres con necesidad de orgullo suelen intervenir en la competición de su hijo bien increpando al árbitro, dando órdenes a su hijo, o corrigiendo al entrenador. Les preocupa en exceso el éxito deportivo de su hijo y también sentir el orgullo de que su hijo es mejor que los demás. Si no se alcanzan los logros, posiblemente culpe a factores externos, y si además no controla bien su estado emocional pueden aparecer episodios violentos y desagradables”.  Por el contrario, añade, “los padres modélicos suelen aprender que los éxitos deportivos no son motivo de orgullo, en cambio el aprendizaje y la diversión sí que deberían serlo”.

El silencio perpetúa la violencia

Y destaca que la “omisión de la responsabilidad social” es quizá uno de los mayores perpetuadores de la violencia en los campos. Esto es, alguien empieza increpando y, ante la ausencia de testigos que lo paren, se suman otros. En este punto ya la violencia se ha disparado y será muy complicado detenerla. “Los presentes suelen callar por el temor a represalias o porque temen el enfrentamiento público. No es tarea sencilla enfrentarse a un violento, pero es nuestro deber moral hacerlo. Nuestra pasividad ante el insulto nos convierte en cómplices de la barbarie. Tenemos que actuar cada uno de desde nuestra responsabilidad individual, primero actuando de manera modélica y luego condenando actos violentos”, concluye.

 

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