Hubo una fotografía famosa publicada en el diario El País hace aproximadamente dos décadas. En ella, se podía ver a una familia en la playa durante sus vacaciones, vistiendo trajes de baño. Los cuatro miembros estaban frente al mar, uno al lado del otro, todos absortos en sus teléfonos móviles, escribiendo, enviando mensajes y recibiendo notificaciones, sin hablar ni mirarse entre ellos.
De vez en cuando, esa imagen viene a mi mente. La vida y la existencia han experimentado muchos cambios en los últimos años. Los dispositivos electrónicos de comunicación portátiles se han multiplicado y sus capacidades se han expandido enormemente. Ahora son auténticos ordenadores, como lo demuestra el hecho de que incluso los modelos más básicos tienen un precio equivalente a la mitad de un ordenador portátil o de escritorio sencillo.
Esta es la realidad: el mundo ha cambiado. A lo largo de la historia, la tecnología ha tenido como objetivo modificar diferentes aspectos de la realidad social y humana, y se ha aplicado a diversos campos. Las consecuencias de estos avances son impredecibles e imprevisibles. Ya sean el arco y las flechas, el fuego, la rueda o la imprenta de tipos móviles, todo se transforma y evoluciona, generando nuevas herramientas y provocando diversas consecuencias.
Al cruzar un espacio público, ya sea una sala de espera en un centro sanitario, un restaurante, un bar o simplemente caminando por la calle, es común ver a la mitad de las personas absortas en sus dispositivos móviles, disfrutando y entregándose a la comunicación virtual. No pretendo hacer una crítica negativa, ya que esta realidad seguirá volviéndose más compleja y se extenderá a más edades, adquiriendo cada vez más importancia.
Sin embargo, no puedo ignorar que cada vez menos personas permiten que sus ojos perciban la realidad exterior e interior, que escuchan menos y dejan que sus mentes interactúen con sus sentidos internos y externos. No dedican tiempo para que su conciencia se comunique con su conciencia, su semiconsciencia con su conciencia y su inconsciente con su conciencia.
Es cierto que los teléfonos móviles son importantes, incluso esenciales en algunos casos, para la supervivencia de una persona en situaciones de urgencia, para recibir noticias, buscar información o saber dónde se encuentran sus seres queridos. Sin embargo, también es cierto que no permiten observar la realidad exterior e interior de manera normal y natural, dentro de lo que pueda considerarse normal y natural en el mundo actual, inundado de múltiples tecnologías que están en funcionamiento constante.
A día de hoy, hay personas que, salvo en determinadas circunstancias, no llevan consigo sus teléfonos móviles, o al menos no los últimos modelos, y se contentan con uno básico de teclado. En su vida diaria, procuran no tenerlo siempre a su lado, ni en sus hogares ni en la calle, salvo en casos excepcionales.
Quizás sean los últimos en resistir, tal vez esa forma de ser y actuar en el mundo pertenezca al pasado, pero también puede significar que se están perdiendo mucha información y que no están en comunicación constante con cientos de personas en cada momento.
No obstante, es posible que deseen que sus pensamientos íntimos continúen surgiendo, fluyendo y nadando desde su interior de forma natural. Quizás no quieran renunciar a su esencia para que, desde su interior, sigan emergiendo recuerdos, ideas, conceptos, memorias, deseos, pasiones y emociones, tanto las buenas como las no tan buenas, sin que esta comunicación interior se vea interrumpida por una llamada o mensaje urgente de alguien que está a diez metros o a cien mil metros de distancia.
Desde una perspectiva afectiva, emocional, conceptual y cultural, considero que cualquier herramienta tiene múltiples dimensiones, perspectivas, finalidades y causas. Si los teléfonos móviles han triunfado a nivel global, es porque permiten a los seres humanos satisfacer deseos y necesidades profundas, amplias y universales.
Por lo tanto, no soy maniqueísta en cuanto a la mayoría de dispositivos y tecnologías, ya que todos poseen aspectos positivos y negativos. Hace casi veinticinco años, en una ocasión que no voy a relatar en detalle, habría dado cualquier cosa, incluso una oreja o una pierna, por tener un móvil y poder contactar con las fuerzas de seguridad. Pero en ese momento no lo tenía. Afortunadamente, todo terminó bien sin necesidad de ese contacto.
Hoy en día, con los teléfonos móviles, los poderes saben dónde estás, con quién hablas, de qué hablas, cuánto tiempo pasas en cada lugar y cómo te mueves. Acumular tantos datos e información de millones de personas es una herramienta extremadamente poderosa para comprender y entender la realidad humana.
Y, quién comprende a los humanos, en su superficialidad y en su existencialidad y en su esencialidad, puede pastorearlos hacia un lado o hacia otro, hacia bienes y hacia no-bienes, hacia unos fines o hacia otros…¡Paz y bien…!
http://youtube.com/jmmcaminero © jmm caminero