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Oscar Izquierdo | Empresario Autónomo

Empresario Autónomo

Es por antonomasia el emprendedor valiente, que arriesga, se expone y lucha denodadamente para salir adelante, porque no se puede consentir ni estar enfermo o cualquier otro infortunio que le impida laborar.

En general, es un lujo, incluso inalcanzable para la inmensa mayoría, tomar unas vacaciones y si lo hace, por poco tiempo, porque hay que volver al tajo, para continuar viviendo.

Donde cada día tiene un reto por lograr y sobre todo, por ganar. Es incansable y ducho en enfrentarse a las dificultades, que generalmente domina, puramente por necesidad.

Es admirable la persistencia que tiene un empresario o empresaria autónomo, pudríamos decir simbólicamente, que casi perpetuamente está “asfixiado” por la presión fiscal de la administración, por los complicados trámites burocráticos a los que se tiene que dar cara sólo y por la discrepancia de los responsables públicos, quienes sólo se acuerdan de ellos durante las elecciones y casi siempre de soslayo.

La definición tradicional nos dice que es una persona física, que de manera habitual, personal, directa, por cuenta propia y fuera del ámbito de orientación y organización de otra persona, una actividad económica o profesional a título lucrativo, con o sin trabajadores por cuenta ajena a su cargo. Casi nada a la aventura que todo esto significa.

En la red empresarial, es una forma de actuar muy habitual en todos los sectores económicos, siendo los profesionales especialistas y el comercio al por menor, la que engendra la mayoría de sus intervinientes.

Afrontan a una gran competitividad, sobre todo, dañina por si misma, como es la economía sumergida, es decir, a los listillos de siempre, que amparándose en que no pueden pagar las cuotas a la Seguridad Social o cualquier otra disculpa mentirosa, les hacen una competencia infiel y dañina, que pone en peligro la propia supervivencia del autónomo legalmente establecido en el mercado.

A los que están enganchados a gusto al cáncamo, por muchos estímulos que se les ofrezcan, jamás entrarán en la dinámica de trabajar según la normativa actual, porque están a gusto, establecidos en la ilegalidad insolidaria que, además, impide crear empleo a las empresas.

El Diccionario Básico de Canarismos lo define textualmente así: “obra o trabajo poco importante que le surge esporádicamente a un profesional, al margen de su actividad regular” poniendo un ejemplo magnífico, Trabaja por la mañana en el Ayuntamiento y por la tarde hace algún cancamito por su cuenta”.

En el sector de la construcción es muy habitual, solicitar el alta en el Régimen Especial de trabajadores por cuenta propia o autónomos dentro del sistema de la Seguridad Social.

Disponen de una participación importante de nuestra actividad, con verdaderos profesionales, capacitados, experimentados y formados, aunque repito y perdonen la insistencia, frente a los avispados del cáncamo, que son los que hacen los destrozos en las obras, principalmente de reforma, rehabilitación, preservación, mantenimiento y no representan al sector de la construcción, sino a la chapuza.

Trabajar por cuenta propia tiene un halo de aventura incuestionable, con sus posibles beneficios, por ejemplo, un control total de la empresa por parte del propietario que dirige su gestión, pero también, contando con sus indiscutibles inseguridades.

Hay que clarificar desde el inicio la identidad específica del negocio a emprender, conocer el mercado donde se va a introducir, calibrar la competencia, tener preparado un plan de negocio distinguido de los demás, asumiendo, por otro lado, desventajas palpables, como su responsabilidad ilimitada, así como poniendo el patrimonio y la vida familiar en juego, en una apuesta arriesgada, que sólo está reservada a los valientes.

En estos momentos temblorosos que vivimos, emprender la aventura de ser autónomo, es claramente un signo de heroísmo personal, económico y empresarial.

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

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