Cuando era niño todas las tardes en Sardina del Sur, en el Municipio de Santa Lucía, íbamos hacer cola en el alpendre donde el tío Blas tenía una vaca y éramos seis o siete niños esperando con aquellas tazas antiguas que casi todas estaban agrietadas por dos lados y cuando conté ésto a Luis Morera del grupo palmero “Taburiente” en La Palma, sonrió porque él vivió lo mismo.
Pero algo insólito es que en este punto de encuentro para tomarte la leche de vaca tibia con un pizco de gofio respiras el olor a mierda de vaca, que dicho de mejor manera, es “estiércol” y de mucha mejor forma de decirlo, es “Materia Orgánica”.
En mi familia teníamos dos cabras y cuando estaban secas o para parir, íbamos a tomar leche de la vaca del tío Blas.
Confieso que a todo se acostumbra una persona y este olor a mierda nos daba igual y confieso que hasta nos gustaba porque estaba enlazado al gustazo que te dabas tomando la leche dulce sin azúcar.
En el año mil novecientos ochenta y siete un camión pequeño cargado de estiércol para la finca costaba cuarenta mil pesetas, que equivalen a doscientas cincuenta euros actuales y estamos hablando de mierda.
Cuando llegó al mercado la leche empaquetada terminó la costumbre de tomar leche natural sin mezclas, porque los seres humanos venden hasta la misma agua y peor aún, los seres humanos se compran y se venden hasta entre ellos mismos.
Muchos de mi generación con los cerebros ancestrales cuando vamos a comprar leche en cualquier supermercado nos asustamos, porque tenemos miedo de que una leche de esas desnatadas, semi desnatadas, omega, con lactosa, sin lactosa, con no se qué o con no se cuánto nos produzca retorcijones en el estómago y buscamos un paquete que diga “Leche Natural” y suelo comprar leche de Valsequillo, porque leo que es cien por cien natural.
La mejor leche auténtica es la de las tetas de nuestras madres, pero desgraciadamente algunas madres modernas vanguardistas no suelen darle teta a sus hijos desde la primera semana porque tienen miedo de que sus tetas se queden caídas y compran leche de latas en farmacias y obviamente las empresas lacteas están súper felices ganando millones de euros con estas madres ignorantes y digo ignorantes sin ánimo de ofender.
Millones de cabras, vacas, burros, ovejas y gallinas han pasado a ser animales de parques zoológicos y “Dios quiera que no vuelvan aquellos tiempos donde quién tenía una vaca era el puto amo”.
Aquí lo dejo para seguir reflexionando sobre las romerías de los pueblos y estimado lector, gracias por regalar un poco de tiempo leyendo, el tesoro más valioso del ser humano, el tiempo pasa y jamás volverá. Juan Santana.