Noticias Tenerife Antonio Pastor A. | Cuando el joven sigue negando el problema

Antonio Pastor A. | Cuando el joven sigue negando el problema

Cuando el joven sigue negando el problema

El reto consiste ahora en averiguar qué influencia han tenido esas pautas en tu vida, en tus sueños, en tus necesidades. Éstos ¿viven y prosperan, o todavía hacen estragos en tu vida, esas pautas epidémicas insidiosas,  por cuyo efecto los problemas se perpetúan, se enconan y envenenan nuestros sueños? Incluso en la vida cotidiana vemos ejemplos espectaculares de cómo los sueños mueren a causa de lo que hemos  elegido no ver. O peor aún enterarse y empeñarse en seguir negándolo.

Pasemos a la realidad. La primera misión es poner en tela de juicio tus creencias a partir de ahora. Para ello relacionarás, por orden de importancia, los asuntos principales de tu vida que simplemente no has querido asumir plenamente o confesarse a sí mismo. Hace falta cierta renovación de ideas  para eso. Tu, tal vez te dirás: si digo que sé cuáles son, no estoy negándolos, o si no los confieso ni siquiera a mí mismo, ¿Cómo voy a escribirlos en un papel?

Renovación de ideas, he dicho. Hágase algunas de esas preguntas difíciles sobre las cosas en qué prefieres no pensar. Escríbalas en un  papel, porque volveremos luego sobre ello. ¿No es cierto que sepamos, en nuestro fuero interno, cuáles son los problemas que no hemos querido admitir, o que son tan dolorosos que preferimos evitarlos? Escribirá muchas cosas mientras continuamos con estas ayudas. No sería mala idea hacerse con un diario personal de algún tipo, donde consignará, los deberes, que se irán planteando.

Yo recomendaría un cuaderno de notas con lomo espiral, de manera que las anotaciones no anden sueltas. Ese diario va a ser totalmente confidencial. Eso le permitirá ser completamente sincero en sus reflexiones. Sin haber visto esa lista, yo apostaría a que han sido consecuencias de su propio comportamiento, al menos en parte. De hecho, la diferencia principal entre tus problemas y esos casos más terribles de los cuáles leemos o  nos enteramos por otros medios, está en los resultados, no en los comportamientos.

¿Acaso no es cierto que rijan las mismas o muy parecidas pautas en la vida de uno que en las más grandes tragedias? ¿No somos nosotros acaso, los mismos que conducíamos un poco por encima del límite de velocidad en una calle del barrio, los que nos pusimos al volante aunque llevábamos unas copas de más y habría sido mejor ceder las llaves a otro, los que nos embarcamos en una aventura sexual sin tomar precauciones, los que hicimos trampas en nuestra declaración de la renta o impuestos?

Los escándalos públicos muchas veces se refieren a otros que hicieron esas mismas cosas. La única diferencia está en el resultado trágico, que para ellos fue el de ir a la cárcel, o tener que enterrar a un hijo, o quedarse con el sida para el resto de sus días. Navegamos hacia el fracaso como sociedad. Cuando la cuestión estriba en gobernar nuestra vida emocional y enseñar a  nuestros jóvenes, nuestros hijos, a que se sepan gobernar ellos mismos, no sabemos qué hacer, pero fingimos desesperadamente lo contrario.

Proyectamos una imagen externa de, tranquilos que no pasa nada, estoy bien, porque nos da miedo lo que puedan pensar de nosotros. Pero no estamos bien, y será mejor que empecemos a cambiar este mundo de uno en uno, o sólo Dios sabe lo que va a reservar el milenio. Empezando por cambiar nuestra propia vida. Sólo a ti te corresponde hacerlo con la tuya. Si quieres ser un ganador, y no una estadística, puedes conseguirlo pero no va a resultar fácil.

Antonio Pastor A.

 

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