Noticias Tenerife Antonio Pastor Abreu | El futuro está que arde

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Antonio Pastor Abreu | El futuro está que arde

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A medida que la velocidad del cambio aumente, es probable que no sólo mute la economía, sino también lo que significa el “ser humano”. Ya en 1848 el Manifiesto comunista declaraba que “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Sin embargo, Marx y Engels pensaban principalmente en las estructuras sociales y económicas. Hacia 2048, las estructuras físicas y cognitivas también se desvanecerán en el aire o, en una nube de bits de datos.

En 1848, decía, millones de personas perdían su trabajo en las granjas rurales y se dirigían a las grandes ciudades para trabajar las fábricas. Pero cuando llegaban a la gran ciudad, era improbable que cambiaran de género o que cambiaran su sexto sentido. Y si encontraban un trabajo en alguna fábrica textil, podían esperar seguir teniendo esa profesión el  resto de su vida laboral. En 2048, la gente tendrá que habérselas con migraciones al ciberespacio, con identidades de género fluidas y con nuevas experiencias sensoriales generadas por implantes informáticos. Si encuentran tanto trabajo como sentido, en diseñar la moda más vanguardista, para un juego de realidad virtual en tres dimensiones. Pasada una década no sólo esta profesión concreta, sino todos los empleos que exijan tal nivel de creación artística, podrían realizarlos inteligencias artificiales.  Así con veinticinco años de edad una persona puede meterse en una web de citas como “mujer heterosexual de veinticinco años que vive en Londres y trabaja en una tienda de moda”. A los treinta y cinco, la misma persona dice que es “una persona de género no especificado que se ha sometido a un ajuste de edad, y cuya actividad neocortical tiene lugar principalmente en el mundo virtual de NewCosmos, y cuya misión en la vida es llegar a donde ningún diseñador de moda haya llegado antes”.  A los cuarenta y cinco años, tanto buscar citas, como definirse a uno mismo, son cosas completamente pasadas de moda.

Sólo cabe esperar que un algoritmo encuentre (o cree) la pareja perfecta para nosotros. En cuanto extraer sentido del arte de diseñar moda, los algoritmos nos han superado de manera tan irrevocable, que contemplar nuestros grandes logros de la década anterior nos abochorna más que nos enorgullece. Y a los cuarenta y cinco todavía nos aguardan muchas décadas de cambios radicales. En realidad, nadie puede predecir los cambios específicos que presenciaremos. Si alguien nos describe el mundo de mediados del siglo XXI y parece ciencia ficción, probablemente sea falso. No podemos estar seguros de las cosas concretas, porque  el propio cambio es la única certeza. Este cambio tan profundo podría muy bien transformar la estructura básica de la vida, haciendo de la discontinuidad su característica más destacada.

Desde tiempo inmemorial, la existencia se dividía en dos partes complementarias: un período de aprendizaje, seguido de otro de trabajo. En la primera parte de la vida se acumulaba información, se desarrollaban habilidades, se construía una visión del mundo y una identidad estable. Incluso, si a los quince años uno pasaba la mayor parte del día trabajando en los terrenos de la familia (en vez de en el colegio), lo más importante que uno hacía era  aprender: cómo cultivar, cómo llevar las negociaciones con los comerciantes, ricos y codiciosos de la gran ciudad, y cómo resolver conflictos sobre la tierra y el agua con los demás vecinos. En la segunda parte de la vida uno se basaba en las capacidades acumuladas para moverse por el mundo, ganarse la vida y contribuir a la sociedad. A mediados del siglo XXI, el cambio acelerado unido a una esperanza de vida más prolongada hará que este modelo tradicional quede obsoleto. La vida se descontrolará y habrá cada vez menos continuidad entre los diferentes períodos de la existencia. ¿Quién soy? Será la pregunta más urgente y complicada de lo que nunca fue. Esto nos llevará a niveles altísimos de estrés, porque el cambio casi siempre es estresante, y lo sé por experiencia, y a partir de una edad determinada, a la mayoría de la gente no le gusta cambiar. Estimados jóvenes y adultos, ante nosotros se abren nuevos horizontes, y tenemos todo un mundo por conquistar.

Por: Antonio Pastor Abreu – AIPET.

 

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