Los codirectores del documental que abrió la undécima edición de MiradasDoc, Álvaro Priante e Iván Roiz, aspiran a recorrer la difícil región mexicana donde habitan estos indígenas para que los protagonistas puedan ver la película.
Álvaro Priante e Iván Roiz se aliaron para hacer posible Gigantes descalzos (63’/España), un documental que obtuvo el premio de distribución que concedió la empresa Treeline Distribution en el pitching de MiradasDoc Market en 2015, y que fue la película de apertura de esta undécima edición del Festival y Mercado Internacional de Cine Documental de Guía de Isora. El primer trabajo documental que realizan como codirectores se adentra en la comunidad indígena mexicana triqui y en un proyecto educativo que, a través del baloncesto, abre las expectativas de los niños y les da herramientas para formarse y confiar en sus posibilidades.
¿Cómo les llega esta historia de los niños triquis que juegan al baloncesto?
“Estos niños, los protagonistas del documental, forman parte de una selección indígena de baloncesto de México y vienen a participar en 2014 en un campeonato en Barcelona, donde quedan segundos. Este hecho tiene cierta repercusión en los medios deportivos. Así nos llega la historia y nos ponemos en contacto con su entrenador jefe, Sergio Zúñiga, para que nos facilitara información. Nosotros dos ya teníamos lazos profesionales. Al principio, nos quedamos con que eran niños bajitos, que jugaban descalzos y que podían ganar a otros más altos y mejor equipados. Ahí había una historia. Los dos estábamos en un momento profesional en el que queríamos hacer un trabajo documental que nos llenase. Se juntó un buen tándem, en el que hemos hecho los dos de todo: montadores, directores, productores, editores…”.
¿Cómo consiguen financiar un proyecto en el que se tienen que desplazar a México?
“Nos liamos la manta a la cabeza. La historia nos llega en julio, nosotros empezamos a hablar de esto en serio en septiembre y a finales de noviembre estábamos en Oaxaca por nuestros propios medios. Vimos que la historia era potente y conseguimos ayuda del Centro de Estudios Cinematográfico INDIe, que consistió en apoyo material y equipo humano. Con cinco profesionales mexicanos creamos un equipo pequeño, pero que fue suficiente para hacer un trabajo muy profesional”.
¿Fue fácil acceder a la comunidad triqui?
“La comunidad es muy cerrada, pero la asociación que lleva este proyecto, sobre todo Sergio, sabe que sin difusión no tiene nada. Así que íbamos de la mano del que tiene la llave. Eso fue una suerte. De hecho, casi todo en este proyecto todo fue saliendo rodado. Además, nosotros fuimos el primer equipo de rodaje que se quedó a dormir allí, con los triquis, y convivimos un mes con los niños. Eso también nos facilitó las cosas”.
Y la naturalidad ante la cámara, ¿no?
“Bueno, ellos carecen de los recelos ante la cámara que tenemos nosotros porque, aunque conocen la televisión e internet, apenas la ven. Solo hay televisión en algunos bares de carretera, cuando van de paso. Así que su relación con la cámara no tiene nada que ver con la nuestra”.
¿Ellos han visto la película?
“La organización, sí y les ha gustado. Creemos que los niños no la han visto. De hecho, un objetivo para 2017 es conseguir financiación para ir a la región y recorrerla proyectando la película con la intención de que todos los niños que participan de este proyecto educativo la puedan ver. Para nosotros es un deber”.
¿Creen que el proyecto educativo que muestran en su película está siendo útil para la región triqui?
“Sí. Creemos que sirve para levantar la moral de una sociedad muy deprimida, pero no creemos que pueda cambiar una realidad marcada por el aislamiento con el que han convivido durante toda su existencia. En esta zona, hay comunidades muy cercanas unas a otras, pero no tienen nada en común”.
¿Cuántas personas constituyen la comunidad triqui?
“Entre 25.000 y 30.000 personas en México y algo más en Los Ángeles. Nosotros nos hemos centrado en estos niños. Los promotores son conscientes de que ninguno de ellos va a llegar a la NBA, pero se trata de un efecto palanca para que estudien, lean y, sobre todo, les están enseñando valores. Luego sí que será bueno para ellos. No podemos olvidar que la realidad mexicana es muy clasista y racista y estos niños deben superar la vergüenza de ser indígenas, un sentimiento de inferioridad, que los blancos se lo recuerdan cada vez que pueden”.
¿Y las familias?
“Este proyecto también sirve para educar a las familias. Las madres ya ven bien que sus hijas estudien y comprenden que no es bueno que se casen con 12 años. Se trata de una comunidad donde existe la poligamia, que perdura fundamentalmente por motivos económicos, pero ahora las niñas empiezan a entender que pueden elegir a su pareja. Lo cierto es que nos gustaría vernos dentro de siete y ocho años aquí, en MiradasDoc, con un documental que haga el seguimiento de las vidas de estos niños”.
¿Por qué hay tantos inmigrantes triquis en Los Ángeles?
“Ellos están distribuidos por todas las zonas agrícolas de California, donde están muy bien considerados como fuerza de trabajo. Se trata de indígenas que entran como ilegales y, a poco que le des, están dispuestos a trabajar 12 horas sin parar. Eso es un drama social para la región triqui, porque los hombres se van dejando a su mujer o a sus dos mujeres con cinco hijos cada una y sin recursos. Cuando regresan, hacen una gran fiesta, se vuelven a ir y los dejan olvidados”.
¿Qué tal la experiencia de MiradasDoc?
“Ojalá todos los festivales fueran como MiradasDoc. Desde que trajimos el proyecto al pitching en 2015 nos sentimos cuidados y atendidos. Además, estamos muy contentos de que hayan elegido Gigantes descalzos, que se ha estrenado aquí como la película de la apertura y nuestros encuentros diarios con los escolares en EnseñanDoc está siendo un gratificante regalo”.