MiradasDoc invitó al público de su undécima edición a reflexionar sobre las izquierdas latinoamericanas.
La unidad latinoamericana es una utopía y una tarea, un horizonte y un trabajo que requiere respeto, especialmente respeto por la sabiduría de las culturas ancestrales, esas que no conocen de las fronteras que dejó la colonización y que saben que lo mejor es parir sentada o arrodillada, como le enseñaron las parteras quichuas en Ecuador, y no con las mujeres acostadas en una camilla, como es habitual. Así lo asegura una médica cubana, que acabó sus estudios en la Nicaragua sandinista en los años 80, donde acompañó a mujeres campesinas en lo que fueron los primeros partos que atendió.
La que habló ante el público en el Auditorio de Guía de Isora con detalles sobre programas sociales impulsados en distintos países de América Latina a través de la Alianza Bolivariana de Nuestra América (ALBA) es Aleida Guevara March, hija del legendario revolucionario argentino Ernesto Che Guevara. La hija del Che participó este viernes en una entrevista pública con el periodista Juan Cruz para cerrar la muestra Cruce de miradas: las izquierdas latinoamericanas, con la que el Festival y Mercado Internacional de Cine Documental de Guía de Isora MiradasDoc propuso al público de su undécima edición una reflexión en torno a la compleja encrucijada en la que se encuentra el proyecto continental para América frente al programa ultraliberal.
Ante la pregunta del periodista sobre si habría acompañado al Che en la que fue su última aventura si su edad se lo hubiera permitido, Guevara March sonrió con orgullo, como si la pregunta contuviera más duda que curiosidad: “seguro, de eso que no te quepa la menor duda”. Militante del partido comunista cubano y marxista, Guevara ha recorrido el mundo desde su convicción revolucionaria y lo ha hecho como integrante de las misiones médicas que su país desplaza a muchas naciones o como abanderada del legado de su padre.
Aleida Guevara combina los tiempos verbales, cuando regresa a sus recuerdos de la infancia habla en pasado y menciona a “papi” y cuando habla en términos políticos del Che siempre se pronuncia en presente, incluso cuando calcula con Juan Cruz que en algo más de un año se celebra el 90 aniversario de su nacimiento.
El diálogo entre el periodista y la médica cubana deshojó anécdotas y los recuerdos, aunque Guevara tuvo tiempo de apuntar que aún siguen en pie “las cosas que el Che lucha y siente” –en presente–, porque aún en este presente de América Latina perviven “el hambre y la humillación” que dejaron primero la colonización española y después “los gringos y las transnacionales europeas”.
La hija del revolucionario recordó lo que siguen siendo retos para los países de América Latina, pero los desafíos no se quedan ahí. Mencionó las tierras se dedican a los cultivos de agrotóxicos y vibró cuando advirtió que un árbol ancestral muere cada centímetro que crece la segunda mina de hierro más grande del mundo a cielo abierto en la Amazonia brasileña. “Estamos destruyendo nuestro planeta y no reaccionamos porque vivimos de espaldas a la realidad, nos manipulan. Me divierto cuando llego a Francia, por ejemplo, y me hablan de libertad, cuando nos dicen hasta el champú que tenemos que comprar”. Guevara reclamó un cambio a los periodistas que actúan como “papagayos que repiten” una versión de la realidad y apuntó la necesidad de que sean lo que su oficio les demanda, “investigadores sociales”, para que la sociedad no viva ajena a lo que ocurre.
Del menú de inquietudes que se erigen como retos para la humanidad, Guevara propuso la construcción de “puentes de solidaridad” para atender “la gran preocupación de los europeos por las migraciones”. Además de la necesidad de “implantar programas de desarrollo, la médica cubana aseguró que para reducir los movimientos de población de los países del Sur a los del Norte hay que hacer otra cosa: “que los gobiernos europeos no sigan manteniendo a los terroristas que provocan las guerras en esos países” que expulsan población.
“Hay que nacionalizar los recursos, únicamente podremos usar los recursos para la gente si somos los dueños de lo que producimos”, dijo la hija del Che, que destacó que en países latinoamericanos que han experimentado cambios sociales recientemente, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, la población “puede palpar la diferencia entre un sistema y otro; las palabras pueden ser bonitas, pero si la gente no palpa los cambios, a veces no son capaces de defenderlos”. Por eso el despertar de la conciencia llega poco a poco.
Enlazando con el dramático final de la experiencia revolucionaria de su padre, Guevara recordó a la señora Rosa, del Movimiento Sin Tierra de Brasil, “una mujer, madre, que murió defendiendo un pedazo de tierra para la alimentación de sus hijos”, que puso como ejemplo de decisión y de conciencia.
Una memoria conservada
Identificada con la brasileña señora Rosa y con el camino de su padre, la doctora, obviamente, no habría podido acompañar a su padre, tal como sugería la hipótesis de Juan Cruz, porque era una niña cuando el Che se internó en el corazón de África y después en Bolivia en su intento de extender la revolución.
La charla navegó por los recuerdos de esa niña, la segunda hija del Che, la primera de su esposa Aleida March, en un intento de vislumbrar perfiles desconocidos del guerrillero o de acercarse al hombre que fue el que hoy aún es un icono que recorre el planeta. La memoria de Aleida Guevara está hecha de sus propias experiencias y de los recuerdos de quienes le han contado lo que ella vivió de niña. Ha conocido algunas historias porque compartió con compañeros de su padre jornadas de trabajo voluntario, esa práctica del Che que fue su apuesta para darle un vuelco a la economía cubana a través de la conciencia.
Pero sobre todo, la memoria de Aleida se alimenta de su madre, “a través de ese amor que ella sentía por él y que nos iba dejando. Ella trató de educarnos en la ausencia de papá con la sensación de que él estaba siempre presente”. La médico cubana destacó el papel de su madre en su vida: “Si yo soy una mujer socialmente útil es gracias a ella y a ella le debo todo lo que soy realmente, que me ha formado y me ha guiado. Y, sobre todo, a mi pueblo”.
Aleida Guevara calificó de “privilegio” el haberse educado “en este proceso revolucionario, doy gracias a la vida por ser cubana, porque si no, me hubieran reventado hace mucho tiempo porque es muy difícil quedarte callada ante las cosas, es muy difícil aceptar las injusticias. Digo lo que pienso y cuando lo siento. Y me han educado a ser así”.