En estos últimos tiempos, no sé porqué razón he visto menos en los medios de comunicación, al notable escritor y articulista J.J. Armas Marcelo, nacido en 1946, y, que durante muchos años, era una presencia cultural en distintos medios culturales de nuestro terruño pentagonal. Aquí mi recuerdo y mi homenaje, porque aprendí y aprehendí mucho de sus comentarios y de sus artículos y de su saber, aunque personalmente yo no lo conocí directamente, como a tantos cientos de autores. Ese saber, casi como el vino bueno y viejo anquilosado en realidad y racionalismo y prudencia y sentido común.
Es necesario recuperar el tesoro que disponemos en todos los campos culturales, cuándo uno visita una ciudad, le muestran un templete o casa o caserón o palacio con el estilo modernista, tiene unos ciento cincuenta años, por ejemplo. No es la mayor y mejor obra de dicho estilo en España, ni tampoco en Europa, pero es una arquitectura destacada en dicha ciudad, tenga dicho urbe, cien mil habitantes o cincuenta mil o dos millones. Así funcionan las cosas. La arquitectura, que se ha adelantado en el reconocimiento de su patrimonio, lleva ya varios siglos con la museología intentando recuperar el pasado y que no se pierda el pasado.
Pero en las letras estamos todavía muy olvidados y muy perdidos. Quizás, porque exista demasiada competencia, quizás porque existan muchos egos desaforados, quizás porque la industria cultural tiene que nutrirse de nuevos individuos y nuevas obras, quizás por mil razones. Pero creo que ya ha llegado la hora, de hacer algo como se hace en la arquitectura y en la museología con la literatura.
En ese afán de recuperación y de homenaje nos hemos encontrado entre los papeles, un trozo de periódico, de un artículo de J.J. Armas Marcelo, titulado: La memoria y la alta literatura, publicado en El Cultural, el 18 del 10 del 2013, en el que como todo comentarista o cronista o columista o interpretador nos habla del tema eterno de las artes y de la literatura y de la obra maestra y de la obra genial y de…
Para mí, es un misterio y enigma y nido de preguntas, de resolver el problema del famoso concepto de alta y baja literatura, de buena o mala literatura. Sé que unas obras me gustan más que otras, sé que unas obras han ido quedando durante siglos y durante generaciones y han atravesado las memorias de las culturas y las religiones y se han dejado estar en el corazón de los hombres. Han quedado como obras maestras y como obras clásicas, y, pasan los siglos y como el mirar de las nubes y de los espejos a través de las nubes, se van añadiendo interpretaciones. Las grandes obras maestras nos dicen algo de nosotros mismos porque son nuestros espejos. Pero qué nos dice el cerdo verrugoso de las Islas Seychelles, de cuarenta y cinco mil años. Repito cuarenta y cinco mil años, y, si lo expusieras en una galería actual, y, no conocieses su origen podrías pensar que está hecho por un autor o autora plástica de Nueva York o Londres o Berlín o Madrid, de las últimas hornadas.
Para saber lo que es alta y baja cultura y alta y baja literatura, habría que saber cuánta literatura existe. Porque nos movemos con una selección de una selección de una selección. Cosa que olvidamos. Digamos que en diez años se han producido diez mil libros de poesía en un ámbito territorial y cultural. De esos diez mil libros se han publicado cinco mil libros. De esos cinco mil libros publicados, solo lo han hecho mil con editoriales industriales. De esos mil, pasan las fronteras de las críticas y de las universidades, si quieren ustedes, diez o cincuenta.
Ahora, les digo y les pregunto, ¿es una selección correcta, ha sido una selección correcta y esa es la que queda, esos cincuenta o esos cien o esos trescientos, de esos diez años…?, ¿la siguiente generación, los próximos diez años, sucederá lo mismo, y, se hará otras selecciones de selecciones de selecciones…? Y, raramente se volverá atrás a reevaluar, porque el tiempo presente tiene sus exigencias, el que se haya quedado en la cuneta de la historia se ha quedado, casi para siempre. Con el tiempo, se irán perdiendo los poemas, de una década a otra, de una generación a otra, de unos descendientes a otros… No se cuidan todos los edificios de esa villa literaria, como ya, hay voluntad de si hacerlo en la arquitectura, al menos, con una parte…
Es como si un naturalistas, biólogo, ecólogo, botánico fuese a la selva y solo recogiese una parte de especies vivas, y, las otras, las dejase olvidadas.
Ya sabemos, que pueden existir obras maestras y no-maestras a nivel de literatura y todas las artes, pero también, deberíamos buscar modos y métodos, que las obras no se perdiesen, que quedasen para siglos posteriores.
Y, quizás, cada siglo encontraría nuevos autores y obras, perdidos en la montaña de miles de autores y obras, de todas las categorías… ¡Cuándo se hiciese esto se sabría de verdad, qué obras del pasado son obras maestras y cuales lo son menos…! ¡Porque en la generación del 27, en esa misma época, no hubo miles de autores y autoras, que nadie sabe que existieron o que están en provincias olvidados o en barrios de grandes ciudades…! ¡Aquí mi homenaje a J.J. Armas Marcelo del que tanto hemos aprendido durante años y años…!
https://