Noticias Tenerife El pintor tinerfeño Cristino de Vera, galardonado con la Gran Distinción de Nivaria

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El pintor tinerfeño Cristino de Vera, galardonado con la Gran Distinción de Nivaria

Ha sido reconocido por su destacada trayectoria artística que ha puesto a Tenerife en el mapa del arte contemporáneo.

El pintor tinerfeño Cristino de Vera, ha recibido este jueves 9, la Gran Distinción de Nivaria, por parte de la presidenta insular, Rosa Dávila, en la Oficina de Canarias en Madrid.

Dávila resaltó la trayectoria y el valor de la obra del pintor lagunero, quien ha colocado a Tenerife en lo más alto del arte contemporáneo. La entrega de la Gran Distinción de Nivaria a Cristino de Vera fue aprobada de manera unánime en el pleno.

“Hoy, con la entrega de la Gran Distinción de Nivaria, añadimos un nuevo capítulo a su dilatada biografía, reconociendo su legado como patrimonio insustituible de nuestra sociedad. Este galardón es nuestra forma de agradecerte por hacer de la luz y el silencio una obra de arte, por llevar el nombre de Tenerife a los más altos foros del arte mundial y, sobre todo, por recordarnos que el arte es, en esencia, una expresión de la vida misma”, expresó Rosa Dávila.

Asimismo, la presidenta insular transmitió el reconocimiento de la isla al pintor: “Es un honor para Tenerife tenerte como hijo predilecto y, a partir de hoy, como merecedor de nuestra más alta distinción”.

Datos Biográficos

Cristino de Vera nació en Santa Cruz de Tenerife en 1931. En 1946, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife, donde tuvo como profesor a Mariano de Cossío, su primer maestro. Además, asistió a clases de dibujo en el taller del escultor Alfonso Reyes y trabajó junto a su padre como representante de productos farmacéuticos.

En 1951, se trasladó a Madrid y, gracias a la intervención de su maestro Cossío, entró bajo la tutela del pintor Daniel Vázquez Díaz, con quien estudió arte junto a otros discípulos como Rafael Moneo y Canogar.

Durante su estancia en Madrid, un joven Cristino, de 17 años, pintaba con luz natural mientras escuchaba música en su estudio en la zona de Bilbao. Los viajes formativos al exterior permitieron que el proceso de aprendizaje técnico de muchos artistas canarios se enriqueciera con hallazgos personales e intelectuales, además del conocimiento de otras realidades artísticas.

Los únicos artistas canarios conocidos en la escena nacional del siglo XX fueron aquellos que emigraron, como Cristino de Vera, Óscar Domínguez, Manolo Millares, Martín Chirino, César Manrique o Juan Hidalgo.

Influencias Artísticas

Cristino de Vera establece contacto con los grandes maestros del Museo del Prado, donde pasa las tardes y queda fascinado por las obras de Zurbarán. También frecuenta el Casón del Buen Retiro y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que, junto con sus clases en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y su asistencia a exposiciones de alto nivel, como la I Bienal Hispanoamericana de Arte celebrada en la capital, forjan en él un estilo y una estética que, con el paso del tiempo, se vuelven únicos e inconfundibles.

En 1962, recibe la beca de la Fundación Juan March para viajar por Europa. El pintor, con un fuerte deseo de conocer el mundo y descubrir el arte de cada lugar, se convierte en un viajero incansable.

Durante los años 60, recorre destinos como Francia, diversas regiones de Italia, Bélgica y los Holanda. Tiene la oportunidad de contemplar las obras de Botticelli en la Galería Uffizi de Florencia, ver a Picasso en París, saludar a Cocteau y estrechar la mano del artista Giacometti.

Al concluir, escribe la memoria de viaje requerida por la beca, la cual se recoge en el libro La palabra en el lienzo, publicado por la Caja General de Ahorros de Canarias en 2006. En los años 70, continúa su periplo europeo acompañado de su esposa, la psicóloga Aurora Ciriza, su incondicional apoyo.

Sin dejar de visitar las Islas Canarias, tanto por su trabajo artístico como por su vida personal, llega a Nueva York en 1974 y, en 1979, realiza varios viajes por Extremo Oriente (Japón, Bangkok, Nepal y China), India, México, Egipto, Marruecos, Roma, Paraguay y Brasil. Son años complejos e intensos, marcados por la construcción de los cimientos de la cultura democrática en España.

Su pintura, en este contexto, se presenta como congelada en el tiempo, al servicio de la meditación y la contemplación, dando lugar a una nueva mística. Tras varias exposiciones, tanto individuales como colectivas, Cristino se convierte en un artista enigmático y, al mismo tiempo, fundamental para el arte español a finales del siglo XX.

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