Cada mañana, mientras algunos vecinos terminan de ducharse, alguien ya se ha asegurado de que la presión en las redes sea correcta. En los colegios, los niños abren los grifos para lavarse las manos con agua que ha pasado por rigurosos controles de calidad en una planta de tratamiento. Mientras otros apuran su cepillado de dientes, los técnicos supervisan los sistemas de saneamiento encargados de recoger esas aguas vertidas. Apenas ha amanecido y los quehaceres cotidianos ya se han entrelazado con un ciclo vital que pocos notan, pero que nunca se detiene. Cuando cae la noche, el trabajo no cesa: un equipo inspecciona las tuberías en busca de posibles fugas.
“Solo pensamos en el agua cuando falta, pero el mejor indicador de que hacemos bien nuestro trabajo es que nadie hable de nosotros”, afirma Fran Blanco, director de Aqualia en Canarias. Pocas personas reparan en los miles y miles de kilómetros de redes de abastecimiento y saneamiento, una infraestructura gracias a la que “por arte de magia” al abrir el grifo sale el agua. España cuenta con más de 460.000 km de red de suministro, suficiente para dar la vuelta a la Tierra por el Ecuador casi 12 veces. Sin embargo, un gran porcentaje de esas redes llevan en operación más de 40 años, aumentando la probabilidad de incidencias en las tuberías.

Las fugas son un problema grave en el abastecimiento mundial. Una simple fuga de 1 litro por segundo supondría perder en un solo día 86.400 litros de agua, equivalente a más de 500 bañeras domésticas. Estos escapes son parte del concepto Agua No Registrada (ANR), que abarca el agua perdida debido a fugas, roturas, fallos en la lectura de los contadores, fraudes y consumos no autorizados. En España, el 26 % del agua suministrada en 2022 no fue registrada, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, quedaron sin medir 1.101 hm³, un volumen suficiente para abastecer durante más de dos años a una ciudad como Madrid.
El agua: un elemento esencial que no debemos perder
El ANR es un enemigo contra el que el sector del agua lucha cada día, y con este propósito trabajan intensamente operadores como Aqualia. Las fugas se combaten en equipo: por un lado, a través de un sistema digitalizado, y por otro, a pie de calle.
El trabajo arranca desde los puestos de telecontrol de Aqualia, donde responsables y técnicos controlan que todo el sistema de un municipio funcione correctamente. Aquí, a través de pantallas, controlan lo que ocurre en los kilómetros de tuberías bajo el suelo, monitorizados gracias a los sectores de control. Los dispositivos que monitorizan estos sectores ofrecen información continua del caudal y las presiones, alertando sobre cualquier anomalía.

Las tecnologías avanzadas indican en qué zona hay una fuga de agua, acotándola a dos o tres calles. Una vez definido este perímetro, entra en acción el operario buscafugas, encargado de localizar el punto exacto. La fuga se localiza a través del ruido, ya que la pérdida de agua en el subsuelo emite vibraciones características.
Tradicionalmente, estos especialistas actuaban de noche, cuando menos ruido hay en las calles y el consumo de agua es mínimo. Equipados con instrumentos que captan y amplifican el sonido del subsuelo, los técnicos rastreaban las calles. Poco a poco, los nuevos sistemas de localización remota de fugas mediante sensores están reduciendo el plazo desde la detección hasta la localización automática en las oficinas de la compañía sobre un mapa georreferenciado.
Escuchando los latidos subterráneos del agua, los técnicos recorren las calles hasta localizar el punto exacto. Bingo. Una vez localizada la fuga, el operario genera una orden de trabajo a través de Aqualia Live, la aplicación digital de gestión de la compañía, para que sus compañeros la reparen: ahora toca abrir, sellar y volver a tapar.
El archipiélago canario que se digitaliza e innova
Las Islas Canarias se enfrentan al reto de gestionar bien el agua en un contexto de escasez de lluvias, agua superficial y subterránea, con un territorio extremadamente heterogéneo y con grandes impactos poblacionales provocados por la estacionalidad del turismo. La digitalización y las fuentes alternativas surgen como dos soluciones para aliviar una demanda de agua que no deja de crecer.
En Canarias ha sido seleccionado para el PERTE de Digitalización del Agua el proyecto ‘Digital Island, balances hidráulicos, optimización de recursos y reservas de las Islas Canarias’, presentado por Aqualia en agrupación con el Consejo Insular de Tenerife, Entemanser y la UTE Entemanser – Britos y Gutiérrez. La propuesta beneficiará a
240.000 habitantes de Gran Canaria y Tenerife y contempla actuaciones en nueve municipios: Santiago del Teide, San Miguel de Abona, Güimar, Granadilla de Abona, Guía de Isora, Arico, Adeje, Ingenio y Gáldar.
Entre otros, se avanzará en la digitalización de las redes de abastecimiento y saneamiento y las instalaciones de agua, implantando sensores como detectores de presión, caudalímetros o contadores de telemedida en los hogares. Además, se elaborarán planes de sequía para los municipios, estudios de fugas estructurales, modelización cartográfica de las redes de agua y modelizaciones con metodología BIM en tres de las plantas desaladoras del Consejo Insular. El importe recibido del PERTE ascenderá a 10,65 millones de euros. Digital Island va a generar 6 puestos de trabajo directos y más de 55 puestos de trabajos indirectos.
La digitalización acompaña a otro factor importante para el agua de las islas: la desalación. Aqualia es la compañía líder en esta materia en el archipiélago. Solo en Tenerife cuenta con una capacidad de producción de agua desalada superior a 60.000 m3. Las desaladoras aportan el 80% del agua potable en zonas costeras de la comarca sureña.
Aqualia gestiona y crea infraestructuras como la de Fonsalía, La Caleta (que en breve se ampliará para producir 3.000m3/día más), Granadilla (que pasará a 21.000 m3 en 2025) y la última, recién ampliada, en el Valle de Güímar (2.700m3). La planta de Fonsalía, en Guía de Isora, pasó de producir 14.000 metros cúbicos al día en 2018 a 18.000 en 2024 gracias a membranas de última generación. Actualmente está en desarrollo un proyecto para que la planta llegue hasta los 21.000 m³/día en 2025, con un caudal equivalente a llenar 17 piscinas olímpicas por hora. Por otro lado, la desaladora portátil de San Sebastián (La Gomera), ya en fase final de su puesta en marcha, permitirá generar hasta 3.000 m³ diarios de agua desalada.