La directora dominicana participa en el AfroLatam Lab del foro de cooperación de MiradasDoc Market con el proyecto ‘Sugar Island’.
La directora dominicana Johanné Gómez Terrero se encuentra desde el viernes 26 de enero en Guía de Isora (Tenerife, Islas Canarias) para participar en la primera edición del AfroLatam Lab, el laboratorio de desarrollo de proyectos documentales del foro de cooperación África-América Latina de MiradasDoc Market, el mercado internacional de MiradasDoc.
La documentalista participó también en la anterior edición de MiradasDoc, donde su film Caribbean Fantasy mereció una mención especial del jurado que otorgó el premio a la mejor Ópera Prima. A AfroLatam Lab llega con el proyecto Sugar Island, que “retrata la industria azucarera en la República Dominicana, tanto su momento actual, que es decadente, como su historia, que tiene mucho que ver con el Caribe, también”. La experiencia del laboratorio es muy buena “porque estamos mirando el proyecto desde muchos ángulos, desde la propuesta estética, de producción… estoy anclándolo, me está permitiendo reescribir y mirarlo con otros ojos. Es bueno también escuchar otros proyectos. Es bueno que esté en el marco de este festival, porque tiene muchas capas”.
El proyecto de Gómez Terrero ha sido elegido entre varios aspirantes y comparte con otras cuatro iniciativas en este espacio en el que se da “una relación Sur-Sur, sin el intermedio que hay siempre, que es Europa, aunque estamos en suelo español; creo que estamos haciendo networking y estamos comunicándonos y haciendo crecer los proyectos en su conjunto. Está siendo muy rico”, asegura. La iniciativa “de alguna manera está empoderando y conectando. Creo que todo emerge desde lo local, es decir, desde la periferia, de lo chiquito”.
República Dominicana no solo es para la directora el país donde nació “es el lugar donde están mis temas” y es también una fuente de reflexión y de inquietudes. “Caca vez que salgo pienso mucho en lo que quiero hacer y por eso no me he ido. Todo lo que pienso hacer como cine está vinculado ahí. No tengo escapatoria”, dice, para precisar que cada cineasta “tiene una carencia que suple de maneras distintas. Tal vez, la mía es buscar ahí. En este momento, casi todo lo que pienso para el cine está vinculado a esa isla”.
Pero esta isla caribeña es también un país inmerso en el subdesarrollo: “El subdesarrollo corroe todo. Es terrible. No deja completar las cosas. Es como una cosecha que no germina, la planta está ahí, pero no termina de dar frutos. Hay potencial, pero no se sabe aprovechar. Jode todo”. El caso es que esta situación dificulta la creación, la burocratiza, pone obstáculos, “de alguna manera, apela a que te canses. Claro, hay quienes vivimos por encima de eso y hacemos, somos malcriados, hacemos lo que nos da la gana”.
Johanné Gomez reflexiona sobre cómo orienta su obra: “Yo trabajo en espacios marginales, marginalizados –dice–. Es donde más me gusta estar. No solo en el margen geográfico, sino en todos los sentidos de lo que significa estar periférico”.
“Creo que los temas que me ofrece República Dominicana son todo lo que me molesta. Es contradictorio, pero lo que me molesta es lo que me hace estar y me permite contar. Cuento desde la incomodidad, desde el cuestionamiento. No alecciono nada, estoy preguntando cosas y estoy intentando reflexionar sobre las cosas que me molestan mucho. Por lo pronto prefiero explorar en eso que me produce dolor”.
Sus temas son sociales, pero Gómez Torrero se mueve también por otras inquietudes: “Yo puedo denunciar, pero, para mí, sobre todo un documental es una película. En cada proyecto quiero un reto cinematográfico, un reto estético, un aporte narrativo particular, que mi mirada y mi oído estén ahí de una manera particular”. Destaca la empatía como cualidad que no debe faltar a un documentalista. “Empatizar es muy complicado. A veces parece que estamos escuchando, pero no. La historia puede estar totalmente construida, pero tiene que haber una conexión más allá de la superficie, como cuando los árboles se enredan”.
La directora se formó en la escuela de cine de San Antonio de Los Baños, en Cuba. “Me cambió la vida. Me aportó muchísima conciencia de mí misma y de mi entorno. Comencé a tener sentido de pertenencia con Latinoamérica, porque el Caribe más insular tiene unas rupturas en la comunicación con el resto de Latinoamérica, por tener una influencia más gringa. Encontré anclaje, raíz, no hay nada más maravilloso que la sonoridad de nuestro idioma. Cuando estos tonos latinoamericanos convergen en un lugar ocurre algo”.
En la escuela se formó en producción, después de diez años dedicada a esta tarea comenzó a dirigir documentales. “No tengo claro cómo llegué al documental, creo que fue algo que se fue dando y que fue intuitivo”, aunque asegura que al principio tuvo dudas: “Ser mujer, negra, caribeña, de clase media… todo ese tipo de marcos crean inseguridades y tuve mis dudas”. De hecho, su primer ejercicio, “sobre un tema tan arisco para mi país como la cuestión haitiana, sentí tanta presión que lo guardé y empecé de cero. Caribbean Fantasy me dio seguridad, me enseñó mucho de la vida y de todo”.