Uno de los propósitos de la Universidad de Verano de Adeje es abordar asuntos de actualidad con rigor académico y contando con especialistas en la materia. Con este espíritu, el profesor del Departamento de Química de la Universidad de La Laguna, Javier Hernández Borges, ha dirigido el curso “Los microplásticos: un problema con una dimensión global”, que ha tenido una gran aceptación y, de hecho, también se ha impartido en los cursos estivales celebrados recientemente en La Gomera, llenado el cupo en ambas convocatorias y en Adeje, incluso, generando una lista de espera.
Se trata de un curso dirigido a toda clase de público, dividido en cinco sesiones, que ha comenzado explicando qué es un plástico, sus componentes, su origen y cuándo aparecen en la humanidad. En ese sentido, un dato curioso es que los mayas ya utilizaban plásticos naturales en el 1.600 antes de Cristo, mientras que los sintéticos empezaron en el siglo XX.
También se explicó que, básicamente, se degradan de cuatro maneras: fotoxidación, debida a la acción de la luz; mecánica, a causa de los golpes; térmica, por el aumento y disminución de temperatura; y, cuando son muy pequeños, por la acción biótica, es decir, originada por organismos. Las más habituales son las dos primeras. El tiempo que tarde en degradarse el plástico dependerá del tipo de plástico, porque se le añaden distintos componentes para otorgarle propiedades: plastificantes para permitir que se pueda moldear; endurecedores, lo cual hace que sea más difícil de romper en la naturaleza; y otros que le confieren resistencia a la acción de la luz, con lo cual evita la degradación.
Otro factor determinante es dónde y durante cuánto tiempo va a estar expuesto en el medio ambiente, porque no es lo mismo que un plástico aparezca en la parte alta del mar que esté en columna de agua o en el sedimento; en la superficie está a la luz y está más sometido a los choques, por lo que se puede fragmentar más.
Esto empieza a ser un problema global desde hace relativamente poco tiempo: la primera publicación científica que alerta del problema de los microplásticos data de 2005; ya se había visto desde 1970 en adelante el problema de los plásticos que llegaban a las costas y que provocaban enredamientos de organismos vivos, pero no se habían abordado los plásticos de pequeño tamaño.
Una vez fragmentado, los científicos hablan de macroplásticos cuando superan los 25 milímetros; mesoplásticos cuando son de 5 a 25 milímetros; y de ese tamaño hasta una micra, de microplásticos. Incluso se puede hablar de nanoplástico para el que es menor de una micra, y en ese caso, el problema es cómo analizarlos y determinarlos, porque son tan pequeños que requieren otras técnicas.
Se consideran contenientes porque parecen por doquier y tiene origen humano. Se está todavía vedo sus efectos en la salud. Lo que ya se sabe es que si son de tamaño muy pequeño, podrían atravesar las paredes celulares de los microrganismos, y habría que estudiar qué efectos está teniendo. También se sabe que retienen en su superficie contaminantes orgánicos, como plaguicidas o hidrocarburos aromáticos, por lo que si se ingiere el microplástico, podría haber alguna liberación de esos contaminantes, pero eso todavía está en estudios preliminares.
“Yo siempre digo que el plástico es el material de los materiales, nuestras vida depende del plástico totalmente, y por eso es bastante difícil volver para atrás”, reflexiona Hernández Borges. Por un lado, se está legislando para que no se haga un uso irracional del plástico y, de hecho, la UE decidió que partir de 2021 no se podrá utilizar plástico de un solo uso que se utiliza para cubiertos, vasos y platos, que será sustituido por otros materiales como el papel o el bambú.
También se están desarrollando plásticos biodegradables, que tiene unas propiedades muy buenas desde el punto de vista medioambiental, pero carecen de otras propiedades como la dureza o la resistencia a la luz o los microrganismos, lo cual los hace inviables desde el punto de vista industrial.
El profesor también explica un estudio en el que ha participado hace poco sobre playas en Tenerife, que se desarrolló como Trabajo Fin de Grado, analizando seis playas de la isla: dos en el norte y cuatro en el sur. Se hizo un muestreo puntual entre octubre y diciembre de 2018 y se vio que en cinco de ellas los índices de microplásticos era relativamente bajo. La sexta, Playa Grande en el Porís, registró unos 3.000 fragmentos por metro cuadrado, que equivalen a 99 gramos por metro cuadrado y suponme un contenido de microplásticos muy elevado.
La razón es que está orientada a noreste y varios estudios dicen que los microplásticos llegan precisamente desde el nor-noreste. Además, tiene una forma de “U” y unas corrientes en vórtice que hacen que los microplásticos entren en ella pero no puedan salir. Pero esto no es nada nuevo, la gente del lugar cuenta que, esa playa, desde siempre ha estado recibiendo restos.
El curso finalizará mañana, viernes 26 de julio, con una actividad práctica: el alumnado irá a, precisamente, Playa Grande, será dividido en grupos pequeños y se le enseñará cómo se hace un muestreo in situ. Luego, de vuelta al aula, se llevarán las muestras recogidas y se les mostrará cómo cuantificarlos, clasificarlos, etc.