El Modelo de Acción Social de Cáritas nos sitúa como albaceas de la Tierra, y también de los bienes que gestionamos. Lo que tenemos no es nuestro, es de quien lo necesita. Hace un año, justo antes de Navidad, estábamos preparando con ilusión un recurso alojativo distinto al que veníamos gestionando hasta ahora: unas pequeñas viviendas unipersonales donde las personas que lo necesitaran pudieran mantener su intimidad y su independencia. Y en medio de la vorágine que suponen estos preparativos, una familia llamó a nuestra puerta, casi como lo hicieron José y María en busca de posada en Belén. Solo que se trataba de un papá de origen brasileño en situación administrativa irregular, una mamá argentina en situación administrativa irregular y una hermosa bebé que había nacido en esta Isla.
Desde Cáritas Diocesana de Tenerife lo teníamos claro, teníamos algo que ellos necesitaban, y simplemente, acogimos. Estaban nerviosos, llevaban días dando tumbos de un lugar para otro intentando proteger a su pequeña niña. Nosotros también lo estábamos: era la primera familia a la que podíamos dar acogida y lo hacíamos desde la inseguridad eterna que da acompañar personas, y porque realmente el recurso no estaba aún como habíamos previsto.
Sin embargo, al abrir la puerta y ver sus caras al entrar, simplemente sentimos que estábamos haciendo lo que teníamos que hacer: poner los bienes al servicio de las personas. Dieron un suspiro tan grande de alivio que no pudimos hacer más que dar un paso atrás y salir viendo cómo se daban un abrazo de alivio y de esperanza.
Ese espacio les ha permitido durante un año tener un lugar estable donde vivir, donde ganar el tiempo necesario, sin prisas. Desde allí empezamos a acompañar las gestiones de documentación, el empadronamiento, el médico… Comenzaron a tejer redes con amigos y conocidos, a conocer recursos, otras familias,…
Desde Cáritas abrazamos a la familia desde todas las ramas que nos fue posible: orientación jurídica, social, acompañamiento desde el voluntariado de la parroquia, cobertura de necesidades básicas, las tiendas solidarias de ropa, etc. Y cuando ambos tuvieron su documentación en regla comenzaron a ser acompañados desde la orientación laboral y empezaron a salir los primeros trabajos, que sin embargo estaban lejos de donde residían, así que había que generar ayudas de trasporte, el centro infantil para la pequeña, etc.
Durante todo el proceso intentamos respetar sus tiempos, sus decisiones, incluso sus desencuentros. Les acompañamos cerca, pero también en la distancia. Y así hasta que encontraron empleo, que poco después les permitió conseguir una vivienda de alquiler.
Hace unas semanas se han ido, dejando el rastro de su presencia en la vivienda y también en las personas que los acompañamos. En nuestra documentación pone: “objetivos cumplidos”. Pero, mejor que esa definición quedan sus palabras de agradecimiento: “Nunca vamos a olvidar lo que han hecho por nosotros. Sin ustedes, hubiéramos estado en la calle”.
Nosotros, mientras tanto, nunca vamos a olvidar que hemos cumplido con nuestra gran misión: estar con quienes nos necesitan. ¿Y cómo ha sido posible? Sumando granos de arena: cada persona que dio un donativo; el Cabildo que apoyó económicamente la ejecución de las obras en nuestras viviendas; Worten, que cedió los electrodomésticos de la casa; el Centro Comercial del Mueble y otras empresas del sector que cedieron sus productos; el voluntariado que habló con esas empresas; las parroquias que se organizaron, el voluntario de los roperos, el personal técnico que soñó un recurso diferente, el personal de administración que gestionó lo necesario; los equipos de coordinación y dirección que facilitaron todas las actuaciones. En definitiva, como un portal de Belén viviente, cada cual, haciendo su trabajo, sintiéndonos parte de un mismo escenario. Porque otro mundo es posible. Porque “tu compromiso, nuestro compromiso, el de todos, mejora el mundo”.