El pasado miércoles 21 de mayo de 2025, dos cachalotes fueron encontrados varados en la costa este de Tenerife, presentando heridas graves causadas por colisiones con barcos.
Este suceso evidencia la persistencia de un problema que desde hace décadas afecta a la población local de cachalotes en Canarias, poniendo en peligro su supervivencia.
Los ejemplares hallados son una hembra adulta de alrededor de nueve metros —justo en la etapa de madurez sexual— y un individuo juvenil, que aún no habría alcanzado la capacidad reproductiva. Según los investigadores Natacha Aguilar de Soto, del Centro Oceanográfico de Canarias (IEO/CSIC), y Marc Martín Solá, de la Universidad de La Laguna, “probablemente solo se haya reproducido una vez, o ninguna, antes de morir arrollada” la hembra adulta. Esto representa una pérdida significativa para la población, dado que “una hembra de cachalote solo tendrá unas 10 crías en su vida y en cada una invierte tanto esfuerzo: más de un año de gestación, varios años de lactancia y una prolongada etapa de guía de las crías dentro del grupo familiar”.

Los cachalotes en Canarias forman grupos sociales matrilineales con lazos muy fuertes y duraderos, donde las hembras mayores juegan un papel fundamental en la supervivencia del grupo, guiándolos hacia zonas ricas en alimento. “La pérdida de un individuo es mucho más que un número, se pierde un eslabón de la estructura social”, subrayan los expertos. Esta complejidad social añade un componente adicional a la tragedia que representan estas muertes.
El declive poblacional es notable. Estudios recientes indican una reducción a la mitad de la abundancia del cachalote en Canarias, a pesar de que individuos procedentes de zonas vecinas intentan mantener la población local. Esto convierte a las aguas canarias en un “hábitat de sumidero atractivo, pero donde el peligro de colisión es demasiado alto y mueren más animales de los que nacen”, advierten Aguilar de Soto y Martín Solá.

El aumento exponencial del tráfico marítimo y la velocidad de los buques constituyen factores clave. En pocas décadas, la velocidad media de los barcos se ha duplicado, y su número ha crecido entre un 100% y un 300% en zonas concretas, aumentando el riesgo de colisiones fatales. “En el océano, el límite de velocidad lo marca la tecnología, pero los cachalotes no han tenido tiempo evolutivo para adaptarse a estos cambios rápidos”, explican.
Estos mamíferos, que necesitan descansar en superficie para poder realizar inmersiones profundas y prolongadas en busca de alimento, se ven obligados a soportar el paso cercano constante de embarcaciones, con consecuencias fatales. Aun contando con uno de los cerebros más grandes del reino animal, no pueden evitar los impactos.
Canarias es un enclave crucial para la especie en el Atlántico noreste, ya que aquí se reproducen y se mantienen grupos familiares durante todo el año. Sin embargo, la alta mortalidad por colisiones amenaza la viabilidad a largo plazo de esta población local, un problema que refleja el impacto creciente de la actividad humana en los ecosistemas marinos.
Ante esta situación, los investigadores plantean un reto claro: “¿Estamos dispuestos a hacer cambios como sociedad para salvaguardar al cachalote en Canarias?”, invitando a la reflexión sobre las medidas necesarias para proteger esta especie emblemática.