Más de 250 participantes se unen este año a la experiencia de dormir en plena naturaleza en un campamento en el que no hay tiempo para aburrirse.
Adasat Reyes destaca el éxito de este proyecto, que alcanza su XVI edición, fruto del trabajo coordinado entre el Cabildo gomero y el equipo socioeducativo.
Tanto los usuarios como el equipo socioeducativo coinciden en que el campamento de El Cedro es muy completo, pues ofrece multitud de actividades y talleres que fomentan valores culturales, sociales y etnográficos.
Llegan los meses de verano. Es el momento de terminar los últimos exámenes y vaciar las mochilas de libros para llenarlas de vivencias y de nuevas aventuras. Ha llegado la hora de disfrutar de los días interminables en la playa o en el monte, en los que se diluyen las preocupaciones por aprobar las asignaturas y se cultivan nuevas amistades.
Tras el día más largo del año, el 23 de junio y con la llegada de San Juan, el Campamento de Verano de El Cedro, situado en el centro del Parque Nacional de Garajonay, despliega sus encantos para recibir cada año en torno a unos 300 participantes entusiasmados por descubrir, conocer y aprender todo lo que ofrece la naturaleza y las relaciones con el resto de jóvenes.
Esta iniciativa, promovida por la Consejería de Juventud del Cabildo de La Gomera, comenzó su andadura hace ya 16 años y consolida su éxito año tras año, recibiendo cada vez un mayor volumen de participantes. Por ello, desde hace seis años, se ha ampliado su participación a los adultos, pudiendo inscribirse hasta los 35 años. En concreto, se ofrecen dos modalidades, una de ellas sólo para los menores residentes en la Isla, con edades comprendidas entre los 10 hasta los 15 años, y la segunda, abierta a todos los canarios y suscrita a los mayores de 18 años y hasta los 35.
El consejero de Juventud en funciones, Adasat Reyes, celebra el aumento de la demanda que tiene cada año, algo que a su juicio no es fruto del azar sino del buen trabajo y de la coordinación entre la Institución insular y el equipo socioeducativo, además del propio atractivo que ofrece el Parque Nacional de Garajonay y en concreto la zona de El Cedro. “Estamos muy satisfechos de los resultados que venimos cosechando desde hace ya 16 años y seguiremos trabajando para que este campamento se mantenga a lo largo del tiempo, ya que es una excelente oportunidad para conocer más acerca de nuestra Isla, su naturaleza y por supuesto, adquirir herramientas como el trabajo en equipo y el refuerzo de la inteligencia emocional que son de gran utilidad para nuestros jóvenes”, explica.
En esta ocasión, serán más de 250 los jóvenes que participen en esta nueva edición que arranca en tan sólo dos semanas y se extiende hasta el 2 de agosto, distribuidos en seis turnos, de tal forma que cada grupo acampe unos cinco días en este espacio natural, lejos de la cotidianidad y el estrés diario.
Atrás quedan las nuevas tecnologías, los móviles y videojuegos para dar paso a la vida en contacto con la naturaleza que alberga infinidad de posibilidades de realizar actividades al aire libre que contribuyen a fortalecer la socialización, la convivencia, así como la concienciación sobre los cuidados que precisa el el medioambiente.
Ana Méndez es una de las jóvenes que ha formado parte de esta nueva experiencia. El pasado año cumplió 10 años y como regalo de cumpleaños sus padres le regalaron el campamento. Reconoce que contaba ansiosa los meses que restaban para poderse inscribir en el campamento y ahora se siente feliz porque ya forma parte de los cerca de 5.000 jóvenes que han tenido el privilegio de participar en las dieciséis ediciones anteriores que se han celebrado.
Su hermana y su primo también han participado en varias ocasiones y Méndez no duda en recomendárselo a sus amigos. “Es una semana que se te pasa volando y al final no quieres que termine. Son tantos los momentos que recuerdo jugando todo el tiempo y aprendiendo que se lo recomiendo a todo el mundo”, asegura.
Fabio Mendoza es de los más veteranos del campamento. Ha participado en numerosas ocasiones, ya que asegura que es una experiencia muy enriquecedora. “El contacto constante con la naturaleza, los compañeros, el equipo socioeducativo y la unión que se forja es algo único”, comenta. Explica que su aventura en el campamento comenzó a los doce años y quedó totalmente fascinado por la experiencia, por lo que repitió cada año hasta que al cumplir los 17 años por motivos de sus estudios universitarios no pudo acudir. Pero su experiencia no terminó ahí sino que al terminar su carrera lo llamaron para trabajar como monitor y asegura que es una de las actividades más bonitas que se pueden desarrollar en la naturaleza en la Isla.
“Es muy gratificante y me siento orgulloso de haber participado como usuario y monitor. Te quedas con muy buenas sensaciones tanto a nivel grupal como de forma individual y los chicos salen muy agradecidos por el buen ambiente que se respira, además es una oportunidad única para conocer a otros niños de su misma edad de la isla”, explica.
Por ello, Mendoza no duda en animar a los nuevos participantes para que disfruten cada momento de su estancia en El Cedro, ya que asegura que la gran parte de los usuarios que lo han probado quieren repetir cada año. “Adquieres valores esenciales en cuestión emocional, así como destrezas en diferentes ámbitos, pues no todo se reduce al contacto con la naturaleza sino que realizamos multitud de talleres de artesanía, de reciclaje, actividades lúdico-deportivas, teatrales, etc”, detalla.
Tal y como describe Mendoza, el campamento ofrece numerosas actividades adaptadas a las edades de cada uno de los participantes. Sin duda, una de las que despierta un mayor interés entre los jóvenes es la de orientación. De ello es conocedor Raúl Mesa, coordinador del campamento. Con tan sólo 24 años es todo un experto de esta experiencia pues ha participado como usuario en multitud de ocasiones, además de ser monitor y voluntario. Ahora tiene una responsabilidad mayor pero la asume con entusiasmo y lleno de energía por trabajar para hacer feliz a los jóvenes.
Explica que la actividad de orientación está considerada como un deporte y destaca las cualidades de la misma, ya que según explica “es muy importante no sólo para adquirir competencias a la hora de orientarse en cualquier lugar, sino en la toma de decisiones, lo que es extrapolable a la propia vida”.
Para Mesa, este campamento es totalmente distinto a otros, dado que el lugar en el que se encuentra emplazado es único, a lo que se le suman las actividades que ofrecen, ya que van más allá del deporte al aire libre, aportando un valor añadido. “A través de las distintas actividades tratamos de ahondar en valores culturales y etnográficos que proporcionan al usuario un mayor conocimiento sobre su propia Isla y las costumbres”, comenta. Como ejemplo de ello, hace alusión a uno de los talleres que ofrece, que es el de hacer gofio como lo hacían los aborígenes en la Isla.
Además, las actividades no se reducen a la zona de El Cedro sino que se organizan distintas excursiones a otros municipios de la Isla. En concreto a Valle Gran Rey, donde se llevan a cabo actividades acuáticas y en Vallehermoso, excursión que se añade este año al programa de actividades. “Siempre intentamos que sean variadas y que combinen el mar y la montaña”, detalla.
Otro de los objetivos que persigue este campamento es que sus usuarios aprendan a desconectar y sean más conscientes de disfrutar el momento. Por ello, el uso de móviles y otros aparatos tecnológicos queda atrás y tan sólo se utiliza como herramienta para comunicarse con los padres. Mesa reconoce que a algunos usuarios se les hace más difícil deshacerse de la conexión continua pero luego lo agradecen y se sienten liberados.
Raúl Mesa y todo el equipo socioeducativo ultiman los preparativos para esta nueva edición. Todo está previsto para disfrutar de la naturaleza en su pura esencia. Ahora sólo queda guardar el móvil en la gaveta y disponerse a disfrutar de días interminables de ocio y aprendizaje en un bosque que permitirá a los campistas viajar en el tiempos a la época del terciario.