La iniciativa forma parte del proyecto Nextgendem liderado por el Jardín Botánico Canario con un presupuesto de 1,4 millones.
Atesorados en el Banco de Semillas y el de ADN, el objetivo es poder reforzar poblaciones, realizar traslados y reintroducciones.
Hay casos extremos como el de la yerbamuda de Jinámar o la magarza de Guayedra, con tan solo una población conocida.
El trabajo de campo abre la puerta a identificar nuevas especies.
El Cabildo amplía la red de seguridad de la flora de Gran Canaria con la recogida de semillas y material genético de 25 plantas endémicas amenazadas como el tomillón de Tamadaba, la gildana de Faneque o las jarillas de Inagua para atesorar las muestras rescatadas en rincones emblemáticos y casi inaccesibles de la isla para poder afrontar traslados en caso de peligro inminente, reforzar poblaciones o incluso reintroducciones por desaparición.
El análisis de la situación de estas plantas amenazadas -17 en la categoría crítica, 5 en peligro y 3 en situación de vulnerabilidad-, también abre la puerta al hallazgo de poblaciones que presenten rasgos singulares dentro de la misma especie e incluso a descripciones de nuevas especies.
El plan aborda casos tan extremos como el de la yerbamuda de Jinámar, un endemismo costero con una única población que además está amenazada por la abundante presencia humana en la zona, o el de la magarza de Guayedra, que en el extremo opuesto dispone igualmente de un solo asentamiento con apenas 40 ejemplares refugiados en abruptos cantiles del Barranco de Palos Blancos, entre Agaete y La Aldea, que peligran por la acción del ganado guanil asalvajado, el que habita suelto.
Este seguro de vida para la flora es parte del proyecto Nextgendem que lidera el Cabildo a través del Jardín Canario y del que también son socios el ITC, el Real Jardín Botánico de Madrid, el Banco de Biodiversidad de Canarias y la Fundación Amurga-Maspalomas, además del Instituto de Investigaciones Agrarias de Cabo Verde, donde el proyecto se centrará en una decena de especies de la Isla de Santiago.
El proyecto tiene un presupuesto de 1,4 millones hasta 2022, de los que 1,2 millones proceden del programa Interreg-Mac destinado a estrategias locales en defensa de la biodiversidad y que apostó por la iniciativa planteada por el Botánico del Cabildo de Gran Canaria, que aporta 120.000 euros al programa.
Cofres de biodiversidad
Los trabajos de campo incluyen visitas a algunos de los lugares más recónditos de Gran Canaria para localizar poblaciones y recoger simientes que enriquecerán tanto el Banco de Semillas o Germoplasma del Jardín como su Banco de ADN, cofres de la biodiversidad insular que quedarán enriquecidos para afrontar cualquier degradación ambiental grave que afecte a estas poblaciones, incluidos incendios forestales.
El Jardín Botánico Canario, entidad asociada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), conserva semillas de 450 especies que suponen el 65 por ciento de la flora canaria endémica, mientras que el Banco de ADN alberga muestras que representan el 80 por ciento y casi 550 tipos de plantas de este universo único de vida y color que el Botánico del Cabildo tiene la misión de investigar, divulgar y proteger.
Asimismo, Nextgendem desarrollará un amplio sistema de información digital que incluirá datos genéticos y de distribución geográfica de especies, además de aplicaciones para identificar muestras que ayuden a definir las prioridades de conservación.
Nombres que hablan de la riqueza de Gran Canaria
El conjunto de nombres de las plantas elegidas habla por sí mismo de la biodiversidad de la isla, ya que en la lista también están las malfurada de manantial, las jarillas peludas, las siemprevivas azules, el oro de risco, la piña de mar y la gildana peluda, además de las mosqueras de Tirajana y Tamadaba, la rejaldera, el manto blanco o el trébol de risco.
No faltan tampoco la rara flor de mayo leñosa, que se guarece en Tenteniguada y escasos rincones de San Mateo, la cresta de gallo de Doramas, salvias amarilla y blanca de Amagro, salvia de Ayagaures, pimentero de Temisas, jarilla de Gran Canaria, saladillo de risco y el cedro canario.
Esta primera fase se concentra en Gran Canaria y Santiago, pero el objetivo es extender su radio de acción en próximas convocatorias al resto de las Islas Canarias, otros puntos de Cabo Verde y al llamado enclave macaronésico continental, la franja costera continental, donde los científicos aspiran a encontrar pistas sobre los orígenes de la flora canaria y la evolución natural en uno de los mayores puntos calientes de la biodiversidad del planeta.