El ejemplar de 40 kilos es una hembra que ahora emprenderá el regreso a su lugar de nacimiento, en el Caribe o Cabo Verde.
El Cabildo de Gran Canaria devolvió hoy al océano la tortuga de 40 kilos que varó a principios de junio en la costa de Jinámar envuelta en un amasijo de redes de pesca y plásticos que la inmovilizó por completo y le causó profundas heridas en cuello y aletas y que tras su paso por el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre se ha convertido en el ejemplar de mayor peso y tamaño liberado en los últimos 12 años.
El silencio y la emoción envolvieron el regreso al Atlántico de la tortuga en lugar de las artes de pesca y las basuras que las personas arrojan al mar, porque esta tortuga, como las otras 40 que llegan de media cada año al Centro de Recuperación del Cabildo, es otra víctima de las consecuencias de “convertir los océanos en vertederos”, subrayó la consejera de Medio Ambiente de la Institución insular, Inés Jiménez.
La suya es una historia de contrastes donde se mezclan la colaboración ciudadana e institucional y las consecuencias del maltrato a los mares. Cuatro pescadores habituales de la Playa de Las Gaviotas descubrieron a la tortuga y avisaron de inmediato al Cabildo de Gran Canaria en un buen ejemplo de lo que se debe hacer en estos casos. Además, permanecieron junto a ella y la refrescaron con agua mientras llegaban los profesionales del Centro de Recuperación para hacerse cargo del animal.
El personal trató al ejemplar, una hembra adulta de tortuga boba o caretta caretta, con antibióticos e hizo radiografías para descartar fracturas de huesos y daños internos en el animal, que necesitó curas diarias en el Centro de Tafira antes de su traslado a las instalaciones de Taliarte. Durante este tiempo se ha alimentado con normalidad con caballas y sardinas, aunque en libertad devoran sobre todo moluscos, cangrejos, erizos o medusas que muchas veces confunden fatalmente con bolsas y otros plásticos flotantes.
Manuel García Florido, trabajador del Centro de Recuperación, reclamó a los presentes que guardaran silencio mientras la tortuga se dirigía al mar dejando su rastro sobre la arena de la Playa de Hoya del Pozo, en Telde, para “entrar en conexión con este momento único e irrepetible” al que asistieron como invitados miembros de la Unidad Operativa de Fuegos Forestales del Cabildo cuando se cumple un año de los grandes incendios de 2019.
Viaje de vuelta al océano con las cicatrices a flor de piel
La tortuga se adentró en el océano mostrando todavía las marcas de la traumática experiencia sobre su piel, aunque las cicatrices irán a menos en un proceso que se acelera en contacto con el agua marina. El destino de este animal de mirada infinita quedó en manos de un grupo de pescadores y de hecho el 90 por ciento de los animales que trata el Cabildo se recupera gracias a la colaboración ciudadana.
Esta tortuga adulta es un caso particular, pues a Canarias acuden sobre todo ejemplares jóvenes para alimentarse. De cualquier modo, ya surca los mares de nuevo y lo más probable es que en breve emprenda el camino de regreso a su lugar de nacimiento, en el Caribe o quizás en Cabo Verde. Pero el deseo expresado en Hoya del Pozo fue el mismo: que su vida siga su curso con normalidad y no vuelva a caer presa de la irresponsabilidad humana.
La mayor parte de las tortugas que terminan en el Centro de Recuperación lo hace por enmallamiento, hecho que puede producirles estrangulamientos y muerte de los tejidos. Además, el cien por cien de todas las tortugas que recibe presenta plásticos en su interior, así que es importante al encontrar una, aunque no tenga daños aparentes, no devolverla al mar sino avisar al Cabildo al 928351970, la línea directa al cuidado de la naturaleza en Gran Canaria.