Dos casos en la misma persona, increíble que pudiese pasar pero ha pasado. En el mes de marzo se le es detectado unas particularidades y es remitido a nefrología, cita otorgada para diciembre. Dese febrero sufre dolores en rodilla y tras reclamaciones y más reclamaciones le dan cita en traumatología para junio de 2022.
Queda claro que si el proceso de enfermedad continua a fecha de diciembre tendrá un grave problema renal, con las consecuencias fatales que podría llegar a ocasionar dicha dilatación en el tiempo, ya que durante ese tiempo carece del tratamiento adecuando para minimizar la evolución de la enfermedad.
Con los problemas de rodilla en proceso degenerativo, lo más probable es que acuda a la cita de traumatología con movilidad reducida, con grave riesgo de ser irreversible su patología.
Respuesta dada a la reclamación por el retraso de nefrología: “En relación a su reclamación, lamentamos comunicarle que no hay disponibilidad para verlo antes de la fecha indicada”. La respuesta de traumatología aun está pendiente, pero tememos que sea de forma similar.
¿Qué solución le que al paciente? Acudir a la privada, si no dispones de los recursos para ello, tira de familiares y amigos, o bien hipotécate para salvar tu vida. Solución a la que te aboca la poca vergüenza que tiene la consejería de sanidad del gobierno de Canarias.
Con este panorama no se nos puede criticar que pensemos que se trata de una estrategia para fomentar el bastardo negocio de la sanidad privada y, pongámonos en antecedentes: Durante la pandemia los centros sanitarios privados no han podido cosechar los grandiosos beneficios por razones obvias, es más, durante el confinamiento cumplieron rigurosamente las recomendaciones de las autoridades sanitarias: “mantenerse alejados y lavarse las manos”, incluso se les aprobó un erte a los empleados contratados de cierta firma hospitalaria con mucho poder e influencia, cuando lo digo, honesto y honrado, hubiese sido el intervenir dicha clínica para apoyar y ayudar en la difícil y agotadora tares de salvar vidas por la expansión del covid.
Nada de teorías conspiratorias sería el pensar que estos negocios, basado en el sufrimiento de las personas, quieran recuperar los beneficios dejados de ganar durante este último años y, teniendo a sus consejeros delegados ejerciendo de cargos públicos, es fácil el diseñar modelos de actuación para que termines acudiendo a los centros privados, asunto que llegaría a explicar el crecimiento de la contratación de seguros privados de salud, que en Canarias y a principio de años, habían casi medio millón de personas con alguna póliza de estas contratadas, así como que a los 64 hospitales privados que existen en esta tierra, lo que supone un 63% del total, hay que salvarlos porque el negocio debe seguir siendo el negocio.
Claro está que el empresariado sanitario no piensa igual, que tantas décadas pastoreando a los cargos públicos ha concluido en tener debidamente pastoreado al gobierno de Canarias, y que considera “lícito” arrear al ganado a su corral pues su tiempo y dinero le ha costado tal fructífero pastoreo.
Lo lamentable es ver a personas con bata blanca y cabeza agachada balando, mugiendo, gruñendo e, incluso rebuznando mientras sigue la senda que marca el perro del pastor.
Lo triste es ver a esos acólitos aplaudiendo la poca gracia (o desgracia) de gobernantes, incluso te cuestionan que denuncia tal vil tropelía.
Lo atroz es ver como personas que no pueden, son excluidas de un sistema que debería ser de todas las personas con tratamiento igualitario.
Lo vergonzoso y vergonzante es ver a una sociedad cómplice por su silencio, cobarde por su pasividad y victima por su pobreza.
Lo criminal es ver al poder haciendo uso indebido de sus facultades para que quienes no tienen recursos sean excluidos y se incremente las cuentas de resultados del bastardo negocio.
La OMS define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, desgraciadamente para nuestros gobernantes la única salud valida es la financiera.
Por: Toño Linares.