Con la edad y experiencia somos más nostálgicos, envolviéndonos los recuerdos mientras sigue el acontecer político cotidiano en España. En el año 1969 del siglo pasado, nuestro cantante más internacional Julio Iglesias, concurrió y ganó el entonces famosísimo Festival de la Canción de Benidorm, con una melodía titulada “La Vida sigue igual”, siendo el primer disco vinilo sencillo que editó el artista, comenzando de esa manera una carrera profesional exitosa. Decía la letra, “Al final las obras quedan. Las gentes se van. Otros que vienen las continuarán” que no es el caso que nos ocupa y preocupa actualmente.
La semana pasada, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en una decisión insólita en la historia de nuestra democracia, se tomó cinco días de reflexión, por lo que interpretaba como ataques directos a su esposa Begoña Gómez, en una campaña de descrédito, que según manifestó lleva diez años sufriéndola, pero ha dicho que puede con ella y eso que ya no tiene la alianza, por su irrelevancia parlamentaria y caída sin frenos del partido morado Podemos. Parece ser que tiene una fuerza personal descomunal para afrontar tamaña operación de desprestigio o que es reo de la simple tontería del mimoso de clase o de casa que siempre ha existido. La estrategia seguida ha desconcertado a todo el mundo, por la novedad y por las consecuencias que pudiera haber tenido, si verdaderamente, desde el primer momento hubiera tenido la intención de dimitir, que parece que no era la cuestión, sino buscar apoyos, victimizarse un poquito y lloriquear, andar a la caza del amparo ciudadano, del propio partido socialista, por cierto, muy parco en demostrarlo públicamente, de sus socios de gobierno y de lideres europeos, así como de cualquiera que respalde causas trasnochadas.
Parece que la maniobra no le ha salido bien desde el primer momento y según ha trascendido desde Moncloa, las reacciones no fueron las esperadas, sino todo lo contrario, la mejoría esperada, para peor. Aunque desde las altas esferas gubernativas se transmitía preocupación, la verdad es que nadie se creía, en serio, que dejara el poder, cuando tanto le gusta y ha hecho lo posible e imposible para mantenerlo, pactando con quien sea y a cualquier precio. Los memes, esa imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de las redes sociales, aparecieron desde el primer momento, algunos de los cuales eran bastante simpáticos.
En su intervención oficial el lunes pasado, el presidente Pedro Sánchez dijo textualmente que “se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser. Nuestro país necesita esta reflexión. Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango contamine nuestra vida pública”. Parece que ahora se ha dado cuenta de lo que ha plantado desde que tomó las riendas de la gobernanza y en este momento quiere salir limpio, impoluto, como si el no hubiera estado por aquí. No, la evidencia es que el lodo ha sido impuesto, por todos los partidos políticos y responsables públicos, incluido el propio mandatario socialista, como la forma de ejercitar la política, con crispación, frentismo, descalificaciones, denuncias judiciales o cualquier otra acción de descrédito, deshonra o crítica malvada. Aunque no se lo crea, porque el ególatra no se ve más que a sí mismo, no está por encima del bien y el mal, es sólo un hombre más. La historia nos recuerda que cuando los emperadores y generales romanos aparecían ante su pueblo enfebrecido y eran aclamados triunfalmente, un esclavo que sostenía sobre sus cabezas una corona de laurel le susurraba al oído “recuerda que eres mortal”. Oscar Izquierdo