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Trabajar mejor

Por Óscar Izquierdo

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Por Óscar Izquierdo | La palabra productividad está de moda, casi todo el mundo la utiliza en el ámbito económico como una referencia de trabajo bien hecho y a conseguir en una Administración Pública que la desconoce por completo y tampoco tiene mucho interés en saber nada de ella. Su significado más preciso es la relación entre lo producido y los medios empleados, tales como la mano de obra, materiales o energía utilizada en la ejecución. También es la capacidad o grado de producción por unidad de trabajo. Su aplicación efectiva es clave para un rendimiento apropiado de cualquier empresa, tanto privada como pública.

Ser productivo no significa trabajar más horas, sino trabajar mejor, midiéndose por los resultados obtenidos, el valor aportado y la eficiencia en el logro de los objetivos, es decir, añadir no sólo cantidad, que viene presupuesta en el mismo mundo laboral, sino calidad. Una de las primeras claves para mejorarla es establecer prioridades claras. No todas las tareas tienen la misma importancia ni el mismo impacto. Aprender a distinguir lo importante de lo verdaderamente urgente permite centrar la energía en lo que aporta más valor. Por otro lado, es imprescindible enfocarse en lo que se está haciendo, para realizarlo o elaborarlo a conciencia.

La gestión del tiempo tiene que ser eficiente, porque en la durabilidad de cualquier tarea está la línea entre el éxito o el fracaso. Además, hay que sumar aspectos que podríamos denominar sociológicos, como un buen entorno laboral, saludable, sin crispación, con respeto, comunicación clara, reconocimiento y con mucha cooperación, además de ambiente sano, ordenado, herramientas y digitalización adecuadas y bien utilizadas, que no se conviertan en una fuente constante de distracción, todo lo cual fomenta la motivación y el compromiso de la unidad empresarial. No olvidemos que el trabajo más productivo es el que sale de las manos de una persona gozosa. La posibilidad de dosificarlo adecuadamente lleva a lo que el médico y científico español Gregorio Marañon manifestó, que “el trabajo sin prisa es el mayor descanso para el organismo”

Trabajar mejor implica adoptar una mentalidad de mejora continua. La formación constante, la autocrítica constructiva con el fin de mejorar constantemente y la disposición a adaptarse a nuevos métodos son elementos indispensables para crecer profesionalmente, aportando más valor a cualquier actividad económica. Así dice sabiamente el proverbio que “más confío en el trabajo que en la suerte”. Laborar con inteligencia, comienza por organizar las tareas calculando beneficios y perjuicios a la hora de llevarlas a la práctica, estableciendo prioridades y eliminando descuidos, omisiones o ligerezas,  favoreciendo la concentración, a saber, el estar en lo que hay que ejecutar de forma completa.

La formación continua permite mejorar habilidades y adaptarse a los cambios. En un mundo como en el que vivimos donde todo se produce a velocidad de vértigo, también es apremiante estar al día en nuestra capacitación profesional, con estudios avanzados y ganas de seguir adiestrándose, sin permitirnos la posibilidad de ninguna pausa que nos deje anquilosados. Además, mantener una actitud positiva y el compromiso con la calidad del trabajo asegura resultados sólidos. Aprender a delegar y decir no a lo innecesario también ayuda a enfocarse en lo importante. La pasión, como apetito hacia algo o afición vehemente a ello, junto a propósitos concretos y habilidades adquiridas también tiene su significado en el mundo del trabajo, como realización personal. Sentirse útil, valorado, acrecienta la autoestima convirtiendo el empleo  en una fuente de satisfacción, dándole el sentido vital que tiene el trabajar. Nunca escatimar el esfuerzo, ya lo decía el filósofo Aristoteles “más se estima lo que con más trabajo se gana”.

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