Caminar, en el más amplio sentido de la palabra es vivir, significa moverse que, por cierto, tiene una importancia fundamental según la dirección que se escoja. Puede avanzarse cometiéndose errores, tropezando una y otra vez, equivocándose adrede o sin darse cuenta o lo que es peor, entregarse vencido sin afrontar lucha alguna.
Así no se puede estar. Por el contrario, también se transita por la vida con optimismo, ganas, empeño y con el brío suficiente para saltar muros que pueden aparentar imposibles de sortear. Es el sentido de la vida. Antes o después está la tibieza, que resumiéndolo mucho, podríamos asimilarlo a un estado de indiferencia total, siendo con mucho lo peor, que hay que extirpar rápidamente para que no se convierta en una enfermedad, que puede llegar a ser grave personal y calamitosa socialmente.
El actor Tom Hanks, en la película “Forrest Gump” decía, “recorrí un largo camino, durante mucho tiempo” ahí es donde está la victoria, en el mantenimiento constante, sin interrupción alguna del empeño por adelantar o también podríamos decir por triunfar en la meta que nos hemos impuesto, tenemos puesta o nos han asignado. De lo que se trata es de seguir mirando de cara, con valentía, el presente, para abordar el futuro lo mejor posible, siendo lo más excelente.
Es lo que tenemos que plantar en Tenerife, acrecentando la isla a un estado mejor y mayor, poniéndola en una situación ventajosa respecto del que se tiene ahora, que por supuesto, ni es el ideal, ni tampoco el conveniente y mucho menos el deseable. Hay que cambiar comportamientos, que figuradamente podríamos decir se miran el ombligo de forma insistente, nunca levantando la vista más allá del interés personal, político, empresarial, social, académico o de otro entorno cualquiera, que no sea el beneficio particular.
Somos la isla discutidora por excelencia, porque cada cual, quiere imponer criterios, proyectos o ideas, no porque sean buenas, sino porque son las suyas. Este comportamiento tan nuestro, el ombliguismo insular, es uno de los motivos principales que ha propiciado la paralización de la isla. Tendríamos, entre todos, que plantearnos que no estamos solos en el mundo, que vivimos en comunidad, que somos una pieza más que algún día tendríamos que empezar a utilizar el plural, múltiple, es decir, que se presenta en más de un aspecto.
Donde hay soberbia y en Tenerife rebosa, hay problemas, es la enfermedad y sus síntomas, nunca falla. Además, es la plasmación de la máxima ignorancia y lo que se suele expresar, acertadamente, en esa frase hecha de “un insulto a la inteligencia”. Lleva como mochila la ingratitud, ese desagradecimiento, olvido o desprecio de los beneficios recibidos.
Que emocionante es la frase de Gabriel García Márquez cuando confiesa que “un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”. La altivez, hace que la caída sea más dura, penoso el levantarse y demasiado agotador mantenerse en pie. Aquí, el único que tiene derecho, sobradamente, a resaltar por encima de todo es El Teide, los demás somos normalitos y con eso vamos de sobra.
Ya está bien de protagonismos fantasiosos. Los que insistentemente provocan enfrentamientos artificiales, para hacer perder el tiempo y que no se haga nada en la nuestra isla, buscando ganancias individuales en medio de batallas de cartón piedra, son como la hiedra, esa panta trepadora que primero tiene un porte rastrero hasta que se encuentra con un soporte al cual se une para sobrevivir. Hay que cortarla de raíz, porque todo lo que rodea lo empobrece, oscureciendo cualquier atisbo de floración. Tenemos que conjugar el nosotros en Tenerife. Oscar Izquierdo.