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Tenerife a oscuras

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Por Óscar Izquierdo | Hace unas semanas los canarios vivimos, en la distancia, el cero energético que afectó a la España peninsular y a Portugal. Digo en la distancia, ya que no tuvo incidencia en Canarias excepto en las comunicaciones. No obstante, sí sufrimos el efecto al despertarnos de un letargo inducido por la espera de soluciones, contundentes y eficientes, para un sistema eléctrico canario seguro, que se dilatan en el tiempo sin saber muy bien cual es el motivo de esta dejadez, que puede posibilitar en cualquier momento un nuevo apagón general no sólo en nuestra isla, sino en cualquiera del Archipiélago.

Me asaltaron distintas preguntas, entre ellas ¿las causas del cero peninsular se pueden dar en nuestra Comunidad Autónoma?, la complejidad de los fenómenos en un sistema eléctrico, las múltiples causas que pueden producirlos y la imposibilidad de preverlos todos, nos lleva a la conclusión de que efectivamente los isleños estamos expuestos a que eso ocurra. Son riesgos que existen y que la ciencia y la técnica deben minimizar, sobre todo, porque en los sistemas aislados como el nuestro, el auxilio exterior para una pronta reposición no existe.

No obstante, dicho lo anterior, la preocupación en Canarias se centra en un riesgo perfectamente identificado por el operador del sistema, Red Eléctrica de España (REE), que se refiere al envejecimiento y obsolescencia, mejor explicitado vetusto, parque de generación eléctrica. En este sentido, vemos que es un riesgo sostenido en el tiempo, ya que tanto el denominado concurso “exprés” convocado por el Gobierno de Canarias, como un concurso “competitivo” del Gobierno del Estado, tendrán sus efectos reales dentro de años. Al mismo tiempo, con la preocupación que en Tenerife, la posibilidad de disponer de almacenamiento como el de Chira-Soria en Gran Canaria, no se termina de definir.

No se trata de crear alarma, pero es necesario que la sociedad tinerfeña y canaria conozca sus riesgos y debilidades y que ese letargo que produce la ausencia de soluciones inmediatas nos haga desconocer nuestra realidad frágil al máximo, es más, peligrosa para el sistema productivo económico y también para la ciudadanía en relación con el bienestar y su calidad de vida. Una realidad a la que deben hacer frente los que tienen responsabilidades en la materia, que deberían asumir con más rigor y diligencia la puesta en marcha, urgentemente, de cuantas medidas sean precisas para hacer frente con competencia y confianza lo que todos tememos que puede suceder otra vez, en cualquier momento, un cero energético, que ya conocemos con sus añadidas incidencias graves.

Tenerife carece actualmente de manera absoluta de la garantía y estabilidad que proporciona contar con un almacenamiento energético suficiente, eficiente y productivo, consistente en capturar la energía producida en un momento dado para su uso posterior, lo que permitiría reducir los desequilibrios entre la demanda y la producción energética. Es esencial.  Siendo la salvaguardia que, en un territorio aislado como el nuestro, donde las ayudas inmediatas ante un imprevisto no pueden llegar con rapidez o incluso nunca aparecer, permitan inmediatamente seguir contando con la energía que se precisa. Acumular energía en momentos de alta producción para liberarla cuando la demanda es alta o la generación es baja, garantiza un suministro de energía constante y segura.

Canarias ha registrado siete ceros energéticos desde 2009, Tenerife ha sido la isla más afectada, debido a que tenemos un sistema eléctrico demasiado vulnerable, endeble. Los gestores públicos, siempre por la tangente, anunciando medidas cada cual más ilusionante, que después se quedan en la más triste decepción, porque los retrasos en su aplicación son inasumibles e incompresibles porque se gestiona con pasmosa lentitud.

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