Miguel de Unamuno, escritor y filósofo español de la famosa “Generación del 98”, quizás su principal integrante y maestro de todos los pertenecientes a la misma, fue un verdadero humanista, cultivador, con excelencia, de cualquier tipo de literatura, tanto novela, como poesía, ensayo, periodismo o teatro. Fue también Rector de la Universidad de Salamanca y político con vaivenes propios del tiempo agitado que vivió. Desterrado en nuestras Islas Canarias, concretamente en Fuerteventura, escribió una carta a un amigo en Argentina donde expresaba su sentir más profundo “me ahogo, me ahogo, me ahogo en este albañal y me duele España en el cogollo del corazón”. Quizás no estamos equivocados o alejados de la verdad, si decimos que muchos compatriotas podemos hacer nuestra no sólo la frase, sino el sentimiento que lleva implícita.
Este país, que es la expresión de moda y que además mola, a saber, les gusta, resultándoles agradable a los que sistemáticamente se niegan a pronunciar la palabra España, porque la consideran sinónimo de tradicionalismo, derecha, conservadurismo o fascismo, se parece a un cuadrilátero donde se practica el boxeo profesional, pero no por aventajados deportistas, sino por torpes políticos. No se ha aprendido del pasado, porque siguen alimentando el frentismo más absurdo y esterilizante, buscando culpables no debajo de las piedras sino del fango, con lo trágico que significa en estos momentos de dolor para cientos de familias.
Es una carrera desenfrenada hacia delante para señalar, inadecuada y maleducadamente, al culpable de turno, da lo mismo el partido político o ideología que se defienda o al que se pertenezca, todos, hay que recalcarlo, sin excepción, han caído en la trampa de la acusación frenética, unos por quitarse de encima responsabilidades, que no ejercieron en su momento, otros para salir despistados, silbando, con las manos en los bolsillos y mirando para el cielo, como si a ellos lo sucedido les fuera al pairo. Lo que si sobra es mucha indecencia, todo lo contrario, a lo honesto, justo y debido al caso. Un bochorno generalizado, que se puede definir mejor como ofensivo a los damnificados y una gobernanza de la cosa pública vil, es decir, baja o despreciable.
Los fanatismos de los dos extremos siguen alimentando este imperante pugilismo dialéctico, que pasa también a acciones concretas de violencia intolerable, que enerva a la inmensa mayoría de los ciudadanos, que ya de por sí estamos hartos de tanta grosería y escapismo. Que cada cual, como responsable o representante político, tanto en el gobierno como en la oposición, aprendan a poner por encima de intereses espurios, los generales y fundamentales, poniendo a la persona o núcleo familiar como prioridad absoluta e innegociable.
Así no podemos seguir, esta forma perniciosa de hacer política, a la que nos están llevando unos irresponsables y lo volvemos a repetir, para dejar constancia, que están en todos los partidos políticos, porque ninguno se salva, quizás es consecuencia de la falta de ética personal, preparación humana, profesional, intelectual o académica y soló son unos aprovechados para seguir saqueando el erario a base del trabajo de los españolitos de a pie, que pagamos impuestos, para después recibir verdaderas bofetadas y escasos servicios públicos adecuados, decentes y suficientes. Es rematadamente conocida la expresión del poeta Antonio Machado, “españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
Que se acaben las guerras de todo tipo, enfrentamientos indiscriminados, disputas improductivas y combates áridos e infecundos. Que se vuelva al diálogo, concordia y al consenso, que regresemos al “Régimen del 78”, para asegurar el presente y un futuro de progreso. Óscar Izquierdo.