La búsqueda de modelos más humanos para la gestión de la economía en general y de la empresa en particular, en todos sus ámbitos, tiene que convertirse en la prioridad a conseguir, poniendo a la persona como la autora, el centro y finalidad, dándole la importancia que tiene como base, acción y objetivo de la actividad económica.
De ahí sale un rendimiento mayor del tejido empresarial y de los trabajadores, beneficiando a la entera sociedad.
No todo vale, ni todo es conveniente, pero tampoco es admisible una permisividad que desinfle el esfuerzo que hay que hacer en cada momento, para sacar adelante lo que tiene que salir sin falta ni demora alguna.
Hay que mantener en vilo la ocupación que se tenga entre manos, la profesión estudiada o ejercitada, la tarea encomendada, la labor insustituible y el trabajo continuo.
El individualismo es penoso además de peligroso, ya que envuelve, la vanagloria, el egocentrismo, la soberbia, que lleva todo al abismo de la nada, porque no admite discrepancia laguna, sino que está lleno o sobrado de sí mismo, lo que hace que rechace cualquier otra aportación, que en muchos casos puede ser más valiosa que la suya, pero que la ceguera de sus querencias personales, le impiden ver o aceptar.
Es un mal endémico en nuestra tierra, extendido, sobre todo, esencialmente en ámbitos profesionales o académicos, donde las envidias o celotipias son más abundantes que la viborina triste o los escarabajos, que ya es un decir significativo en Tenerife y sobre todo, también, en el empoderamiento injustificado de empleados públicos, apalancados especialmente en las Jefaturas de Servicio, que como tienen asegurado de por vida, trabajo y sueldo, se convierten en lo que podríamos denominar un poder fáctico, que hacen o deshacen lo que quieren al albur de lo que les guste, a sabiendas que como suelen decir, “los políticos pasan, pero yo me quedo”, siendo un verdadero e intrincado “gobierno en la oscuridad”.
La empresa, unidad de organización dedicada a actividades de obras, industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos, tiene a la vez una dimensión personal, social y por supuesto económica.
Interactuando muchas variables, unas humanas y otros materiales, cada una en su puesto haciéndolo bien, conforman un entramado armonioso, que posibilita una producción generadora de riqueza social.
Aunque haya discrepancias interpretativas al respecto, según la ideología de quien piense diferente, la empresa es ante todo una “célula social”, por delante de cualquier economicismo, donde se trabaja para vivir y se vive trabajando, dando por lo cual, mayor dignidad personal, sólido fundamento con plena y auténtica realización.
José María Aguirre Gonzalo, fue un empresario español, doctor ingeniero de caminos, canales y puertos que en 1927 creó la empresa constructora Agromán, de entrañable recuerdo y potencialidad en el sector de la construcción durante muchas décadas, además, también estuvo relacionado con la banca, promoviendo el desarrollo de numerosas empresas de ingeniería.
Se le atribuye una frase contundente, ciertamente impactante, que refleja la crudeza, sudor y sacrificio de salir airoso ante un proyecto económico productivo, “las empresas son como las vacas o se las mima y ordeña todos los días o se las lleva al matadero”.
Que lamentable es tener que sufrir la tibieza, por decirlo educadamente, de una Administración Pública descalabrada que, en vez de ser ayudadora se convierte en perturbadora de la función primaria que aporta el mundo empresarial.
Sin agilidad alguna, estando inmersos en el universo digital e instantáneo, desespera trágicamente, poniendo en riesgo la supervivencia de la empresa, por su torpeza enfermiza y parece ser que incurable. Oscar Izquierdo