Empezar un nuevo año trae consigo ilusión, por lo menos en un principio. Después, ya con el devenir del tiempo, se verá si se mantiene o cambia a pura desconfianza. Los problemas que dejamos el año pasado, por cierto, bastantes y en casi toda la geografía planetaria, han sido graves, en muchos casos cruentos e inhumanos y aunque inauguramos un nuevo periodo civil, siempre artificial en sí mismo, seguimos teniéndolos igual o peor hoy en día. La tarea es cambiar la tendencia, acabar con los conflictos, recuperar la economía, mejorar el bienestar social, aumentar la calidad de vida ciudadana, cuidando nuestro entorno, para en conjunto, vivir mejor, todos, a nivel global, no sólo unos cuantos, que siempre son los mismos o sus herederos.
Lo que pone en duda la transformación necesaria, es que la tienen que hacer los mismos creadores, inventores e impulsores de los contratiempos que ellos mismos generaron. Cosa difícil de creer será que sean capaces de conseguirlo o intentarlo, siendo lo más grave, el pesimismo que conlleva pensar que quieran hacerlo sinceramente. Ya sabemos por experiencia, que cada cual se mantendrá incólume, en sus posicionamientos extremos o tendencias maximalistas, lo que asegura mantener la conflictividad permanente, el frentismo desgarrador y la lucha sin cuartel, con tal de imponer cada cual, entidad, partido político o ideología sus intereses, algunos suficientemente conocidos, repetidamente fallidos y demasiado espurios, que llevan a cuestas la discordia, el desacuerdo y la desavenencia, perjudicando a la sociedad entera.
Para este año pedimos como utopía, la puesta en escena de la concordia, significando conformidad, más unión, en todos aquellos asuntos que sean de vital importancia para mejorar o arreglar lo desconchado. Incorporando la armonía, como la proporción y correspondencia de unas cosas con otras en el conjunto que se tendrá que ir componiendo para llegar al equilibrio, siempre difícil, pero posible, que posibilite un avance más humano que material.
Diálogo fructuoso que impulse acciones propositivas, engendradoras de progreso. Con ganas de ponerlas en marcha, de ejecutarlas rápidamente, porque las diferencias no tienen que ser obstáculos para caminar juntos, al contrario, pueden ser beneficiosas, cuando se acepta lo mejor de cada parte, desechando lo que impide el consenso. El igualitarismo uniformado es lo peligroso, cuando se pretende implantar obligatoriamente. La historia está llena de experiencias sangrientas, que nos advierten que es un error caer en el mismo modelo. Estamos inmersos en el mundo de las franquicias y no lo referimos solamente a la concesión de derechos de explotación de un producto, actividad o nombre comercial, que otorga un grupo empresarial a una o varias personas en una zona determinada, sino también, de forma figurada, al pensamiento único, también llamado globalismo, que pretende homogeneizar a la completa humanidad, como soldaditos de plomo en formación, callados, sumisos y obedientes, a sus dictados totalitarios, que esconden verdaderos intereses económicos, ideológicos o éticos, escondidos bajo la careta de un progresismo que merma la libertad individual.
Pedíamos para este año que comienza, un plan, proyecto, doctrina o sistema ideal que parece de muy difícil realización, a saber, ir juntos, sin complejo ni vergüenza alguna, sabiendo de antemano que estar unidos no significa mantener siempre el acuerdo, porque si se quiere, las diferencias enriquecen y en ese ambular por la existencia, aprovechando lo que une, amasar lo que pega, dejando de lado, aposta, que el aceite y el agua discutan eternamente, interiorizar como energía emprendedora saber escuchar más que hablar y de ahí sacar conclusiones que pueden ser las soluciones a los contratiempos difíciles a los que nos enfrentamos. La coincidencia no tiene que ser casual. Óscar Izquierdo