Permítanme que comience este escrito con un encuentro inesperado. Hace unos días, muy temprano, todavía sin salir el sol, iba a la oficina, para empezar la jornada laboral cotidiana.
A lo lejos, venían caminando, mejor dicho, haciendo ejercicio moderado, un matrimonio de edad más bien avanzada, que cuando nos cruzamos, se pararon y me dijeron que, si podían hablar conmigo un momentito, a lo cual accedí inmediatamente, como no podía ser de otra manera, por estricta cuestión de urbanidad.
Comentaron que no me conocían personalmente, como era obvio por mi parte, pero me dijeron que seguían las redes sociales de FEPECO y las mías, así como leían los artículos que escribía semanalmente y escuchaban la Reflexión que hago los viernes.
Se notaba y lo digo sinceramente y a la vez con sorna, perdón por la paradoja, que tienen bastante paciencia y aguante, para ser fieles a lo que modestamente dice una persona, que no tiene ninguna vinculación con ellos.
Primero insistieron en que continuara con la lucha en la defensa de Tenerife, que había mucha gente que pensaba como ellos, que el insuralismo tinerfeño es un sentimiento real y hondamente sentido por la ciudadanía, animándome a que no me cansara, cosa que quedó fuera de toda duda, como les dejé claro.
Se quejaron, a lo cual me sumo, diciéndolo machacona y reiteradamente, del “silencio sonoro” que hay en nuestra isla, a la hora de dar la cara por nuestro interés insular.
Es asombroso, por no llamarlo vergonzoso y provechoso, el comedimiento de personas influyentes, de cualquier ámbito político, empresarial, social o cultural, sumando también entidades representativas autodenominadas tinerfeñas que, llamándolo prudencia, se callan para no molestar al político de turno, con el fin de conseguir prebendas personales, corporativas o suculentas subvenciones públicas.
Da lo mismo quien gobierne y nunca mejor dicho ahora, que se avecina un cambio de tendencia política, en los ejecutivos de los respectivos ayuntamientos, cabildos y autonómico. Lo que se haga bien se felicitará, como siempre se ha hecho.
Los errores se pondrán en evidencia, porque sería una cobardía o también, una sumisión callarlos. Por lo tanto, seguiremos en la misma línea de siempre, marcada por la franqueza, seriedad, responsabilidad y veracidad. Hay principios irrenunciables a los cuales se les dedica la vida, el trabajo y la convivencia cotidiana con todo orgullo.
Se aprenden, desde muy jóvenes, en las entrañas familiares, que es la mejor escuela educativa, siendo la franqueza, es decir, la libertad para decir lo que hay que aclarar o esclarecer en cada momento, sea positivo o negativo; la entereza como fortaleza de ánimo y enfrentarse al miedo, que es sinónimo de cobardía o paralización.
Por cierto, bastante arraigado en Tenerife, por la escasez de gallardía para ampararla, protegerla, resguardarla y preservarla, de los que quieren, desde dentro y también, desde fuera, que no progrese, porque no les interesa, para su provecho particular. Sus desvelos son para otra isla redonda.
Volviendo a la conversación con el agradable matrimonio del que escribimos al principio de este artículo, antes de despedirnos cordialmente y quedar para tomar un café, con el fin de hablar de lo que tercie, ellos lo necesitan y para mí sería como una escuela de sabiduría, terminaron aconsejándome que mantenga, como ellos dicen que siempre lo han contemplado, la neutralidad política, a la hora de valorar la gestión y gobernanza pública, como la mejor forma de mantener crédito, consideración y respeto.
Desde luego que así seguirá siendo nuestro comportamiento, es el más adecuado para conseguir resultados beneficiosos para la sociedad. Ahora lo que también sería conveniente es que, los que a partir de ahora asuman tareas de gobierno como servicio público, lo hagan para todos y no sólo para sus amigos. Oscar Izquierdo, Presidente de FEPECO.