Por Óscar Izquierdo | Dice el refrán que “afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar”, esta afirmación es certera porque significa, en primer lugar, que le sobra paciencia, una virtud que hay que habituarla además de sobrevalorarla convenientemente y después la fortuna de no llevar a cuestas apuros fundamentales o mejor expresado de primera necesidad, porque su existencia está apropiadamente resuelta. Desde luego es un lujo transcurrir así el devenir de la historia personal y ojalá todos los ciudadanos puedan disfrutarla de esa manera.
Pero siempre aparecen dificultades, unas inducidas otras sobrevenidas, hay que afrontarlas de la manera en que cada cual es capaz de resistirlas, unos con más brío para vencerlas, otros con más desidia para mantenerlas. Porque se da el caso, especialmente en la isla de Tenerife, ¿casualidad o calamidad? donde tenemos asuntos pendientes que no cambian por mucho que sea oportuno su mudanza. Aquí se habla mucho, se promete demasiado, las ocurrencias son constantes y los desvaríos calamitosos. Lo grave es que no todo sigue igual, sino peor, porque cuando no se avanza se retrocede o como mal menor se continua igual.
La isla es frondosa en propuestas que incluso podríamos denominar maravillosas e ilusionantes si se llevaran a efecto, lo malo es que lo normal se queden en lo que son, en efímeros anuncios de los cuales ya novedosos hay muy pocos, todos son muy parecidos a lo que se decían no ayer, sino hace años o décadas. Aunque hay que reconocer que también aparece de vez en cuando alguna ingeniosidad, que en un primer momento puede parecer fascinante, pero que analizándola y con el paso del tiempo, se vuelve a la cruda realidad de convertirse en otra agudeza podrida.
La vivienda y la movilidad son dos de los principales problemas que afrontamos los residentes en nuestra ínsula con unas carencias más que evidentes. Por los distintos gobiernos que hemos tenido en Canarias, a nivel autonómico, en los distintos cabildos y en los múltiples ayuntamientos desde el comienzo de la etapa democrática han pasado tanto CC, como el PP y el PSOE, es verdad que unos han estado más tiempo que otros, pero todos han participado de alguna manera en la gobernanza pública. Lo que significa que la responsabilidad en el estancamiento que sufrimos en estos dos temas cruciales para un bienestar social y económico ordinario del ciudadano, la tienen repartida a partes alícuotas, porque ninguno puede bajarse de la guagua mirando para otro lado y silbando mirando al cielo como diciendo, “ yo no he tenido nada que ver”, al contrario, los tres partidos políticos, junto a otros de ámbito insularista que también han apoyado coaliciones de gobierno de un color o de otro, son los culpables manifiestos de una desidia o negligencia manifiesta, precisamente evidente en los atascos y colas diarias en nuestras vías, totalmente colmatadas, colapsadas y saturadas.
La insuficiencia de un parque público de vivienda que de respuesta adecuada y suficiente a la demanda existente, que en muchos casos es dramática, es otra prueba que podríamos denominar científica por su fiabilidad, de la ineptitud de unos dirigentes políticos que demuestran con hechos concretos y reales su incapacidad gestora, pero a su vez exhiben, en una dicotomía trágica una excesiva palabrería cansina, donde prevalece la propaganda difusa de lo que se va a hacer y nunca se ejecuta después.
Así estamos y parece que el panorama no tiene pinta de cambio alguno por los hechos concretos que suceden, a no ser que con la incorporación de los semáforos inteligentes en nuestras carreteras todo se convierta en un mundo de color.