Los resultados de las últimas Elecciones Generales han desconcertado a más de uno, diríamos que, a casi todo el mundo, tanto si lo miramos desde la izquierda del espectro político, como si los observamos, desde la escala de la derecha. Parece que vuelve la eterna condenación de las “dos Españas”, acompañada con malos y escalofriantes recuerdos históricos.
Por un lado, un país divido y enfrentado ideológicamente en dos partes, claramente diferenciadas, aunque también, fragmentariamente, con muchos partidos políticos territoriales, que son los que con pocos votos y menos diputados van a decidir el futuro del país. Es la democracia, aunque tanto a nivel Estatal, como Canario, se está viendo claramente, que el respeto, siempre posible, a las minorías o circunscripciones pequeñas, están desvirtuando el sentir general de la ciudadanía, desde un punto de vista político y electoral.
Seguir así, con esta dinámica, donde pocos votos, en un territorio pequeño, dan muchos diputados, hace que se desvirtúe la realidad, siendo prisioneros de reyezuelos de taifas, que consiguen, egoístamente, todo para su región o isla, en detrimento del equilibrio verdadero tanto de superficie, como poblacional. Hay que corregirlo, precisamente en defensa de la justicia democrática