En el presente, el dilema que se ha puesto de manifiesto reiteradamente es la necesidad de cubrir la demanda de vivienda que exige Canarias. Se oye de todo, desde cuales son los orígenes de este problema, hasta que soluciones se pueden aportar. Cada uno lo hace desde posicionamientos más ideológicos y oportunistas, que realistas. Ha salido a colación, como es costumbre desde hace décadas en nuestra tierra, cuando no se tienen los planteamientos acertados o respuestas apropiadas a lo que se quiere solventar, acudir al tema de la superpoblación que soportamos en un territorio limitado como es nuestro Archipiélago.
Es una perogrullada decirlo, pero es una máxima que tenemos que repetir, a nivel global, todo espacio insular tiene una altísima densidad poblacional. No somos raros, ni pasa solo en Canarias, es un fenómeno demográfico característico del ser y el gozar un territorio isleño. Por lo tanto, habría que comparar a fondo lo que se hace en otros lugares similares, a lo mejor, habría que copiar políticas constructivas y acertadas, dejando de perder el tiempo en debates estériles, repetidos, cansinos y bastante aburridos o gastando el dinero público en encargar estudios estadísticos de nuestra colectividad humana, referido a un momento determinado, como en el que estamos o aventurarnos a especular sobre su evolución. Ya todo eso lo sabemos más que de sobra.
La falta de vivienda social, pública o privada en Canarias tiene culpables conocidos, responsables públicos, que no sabían nada al respecto, ni contaban con formación mínima imprescindible, ya que estaban allí porque tocaba por cuota de isla, amiguismo, seguidismo al líder o también, porque no había otro sitio donde colocarlos, porque la vivienda para los variados gobiernos ha sido siempre la asignatura maria, recordamos que era la que no requería esfuerzo por parte del alumno para ser aprobada. Pero también, hay que señalar y remarcar a los funcionarios que nunca dieron la talla y en cambio, se creían y ejercieron como reyes de taifa en el Servicio de la Función Pública correspondiente, sin resultados halagüeños, sino espurios. Todos los partidos políticos han tenido su parte de irresponsabilidad, ninguno se salva, por lo menos los que han gobernado a lo largo de las últimas décadas y no han sabido, podido, querido o les ha faltado capacidad de gestión, para hacer posible la construcción de las viviendas requeridas. Es más, no sólo han fallado estrepitosamente en la gobernanza pública, sino que en algunos casos y no son pocos, llevaron a la ruina a empresarios, que apostaron y creyeron en lo que les prometieron y nunca cumplieron.
No hay que olvidar que, en un principio, la Dirección General de la Vivienda, después reconvertida en el Instituto Canario de la Vivienda, ICAVI, jamás cumplió con las expectativas que todos teníamos al comienzo de un Gobierno Autónomo. Con el tiempo se desdibujaba cualquier esperanza y todo se iba en reuniones vanas, disculpas cada cual más antipática o esperas insoportables para mover cualquier expediente. La verdad que ahora, después de muchos años, estamos con la confianza y certeza de que se ha producido un cambio importante, el nuevo director general del ICAVI, tiene la suficiente experiencia gubernativa y lo que es más importante, ha sido alcalde reiteradamente, por lo que ya es una garantía de que sabe lo que tiene entre manos y hay que resolver. Aunque después de lo dicho, nada cambiará, si no se desatasca la pipeta, que son los ayuntamientos a la hora de la concesión, en tiempo y forma, de las licencias de obra mayor y la gestión rápida del suelo. Un enigma.