Estamos en otra era, de eso no cabe duda, un nuevo paradigma que cambia casi todo, menos las tradiciones que, al fin y al cabo, son cultura heredada de nuestros antepasados a mantener, proteger y fomentar en su caso, para no perder el recuerdo histórico de lo acontecido, con el fin de servir como enseñanza continuada a lo largo del tiempo.
El cambio está produciéndose de tal manera, que lo importante sigue casi igual, en lo fundamental, en lo auténtico, no sabemos si para bien o para mal, pero con la ventaja de que disponemos de herramientas que hacen la vida más cómoda y a la vez intrigante, con muchas preguntas que todavía no tienen respuestas acertadas o establecidas como ciertas por la ciencia. Incluso, podríamos decir que existe una verdadera desconfianza ante el abismo de lo que se viene encima o pueda suceder, sin poder tener control alguno por parte de la humanidad, escapándose como agua de las manos.
La Inteligencia Artificial (IA) está naciendo con mucho empuje y a la vez con bastante cautela por parte de sus propios creadores. Hay efervescencia y temor a la vez. Está empezando a ser omnipresente en todo quehacer y también está incorporándose con fortaleza en la industria de la construcción, modernizándola, transformando la naturaleza de las edificaciones, optimizando al máximo la eficiencia energética, así como mejorando la seguridad, accesibilidad e informatización, automatizando la gestión de los edificios, haciéndolos autosuficientes.
Hay datos recogidos en el sector de la construcción de Estados Unidos de América que afirman que para 2029 se espera que el mercado de los edificios inteligentes crezca un 22%, lo que demuestra el rápido cambio hacia una infraestructura impulsada por la Inteligencia Artificial (IA) como base estratégica y pilar capital.
En la medida en que ésta siga evolucionando tan rápidamente, su papel en los edificios inteligentes se ampliará más allá de la automatización y se extenderá a aplicaciones predictivas y generativas, lo que permitirá que las estructuras respondan de manera instruida a sus entornos materiales y humanos.
Ya podemos hablar, en estricto acomodamiento del término, de edificios fehacientemente inteligentes, pero insistimos, no es ciencia ficción pensarlos y ejecutarlos, porque se está imponiendo paulatinamente, integrando el cada vez mayor uso de la tecnología de gemelos digitales. Un gemelo digital es un modelo virtual de un objeto físico. Abarca el ciclo de vida del objeto y utiliza los datos en tiempo real enviados por los sensores del objeto para simular el comportamiento y supervisar las operaciones.
Una edificación estructurada baja la batuta de la Inteligencia Artificial (IA) será una estructura que integrará tecnologías propias de la misma, para optimizar las actividades operativas del proceso constructivo, mejorar la eficiencia y enriquecer las experiencias vivenciales. Se utilizará automatización inteligente, análisis de datos y aprendizaje automático para gestionar sistemas como iluminación, calefacción, ventilación, aire acondicionado, seguridad y consumo de energía.
Según un estudio realizado por la prestigiosa consultora internacional, Juniper Research, en 2026, la implementación de edificios inteligentes alcanzará los 14.000 millones de dólares, un 95% más que en 2024 y todo ello impulsado por iniciativas de sostenibilidad y la necesidad evidente de reducir los costes edificatorios.
En la actualidad ya se pasa de largo lo de quedarse en construcciones de cuatro paredes y un techo. En muchas ocasiones se ha dicho que los nuevos edificios tienen “oídos” y “ojos”, todo mediante las nuevas tecnologías digitales, que avanzan más rápido de lo previsto, incluso, curiosamente se prevé que los edificios inteligentes del futuro inmediato sean mucho más acogedores, atractivos y por supuesto, cómodos, con exquisito confort. Óscar Izquierdo.