Siempre se ha dicho, con razón, que la industria de la construcción es el motor de la economía, haciéndola funcionar dinámicamente, potenciando, a su vez, el sistema productivo desde los cimientos, sirviendo, además, como locomotora que arrastra a los demás sectores económicos. Es la base estructural sobre la que pilota todo el engranaje societario, creando riqueza social, bienestar, mayor calidad de vida. Es irrebatible, sin duda alguna, porque desde que nacemos hasta que nos vamos, estamos amparados por la construcción, que nos resuelve la existencia, así de claro y auténtico.
Estamos en un proceso franco de transformación modernizadora e innovadora, donde entran variables como la seguridad, la digitalización, la sostenibilidad, la capacitación y la máxima profesionalización. Siendo referente en materias como prevención de riesgos y saludad laboral, donde se trabaja incansablemente, poniendo todos los medios humanos y materiales disponibles y buscando aquellos otros, que puedan solventar la siniestralidad todavía existente a erradicar de manera urgente.
Antes se decía en las familias, de forma peyorativa e incluso como una especie de castigo, que el que no estudiaba, se iba al andamio, todo ha cambiado, quien no cuente con los estudios, adiestramiento y aprendizaje exigido por la normativa vigente, no puede entrar a ninguna obra, no se le puede contratar, porque tiene que satisfacer unos requisitos mínimos, que además son exigentes, de formación, que estamos priorizando de manera preeminente, siendo la garantía impecable para contar con personas, con la suficiente competencia, aptitud, idoneidad, talento y saber, para trabajar en un entorno diferente, donde se aplican nuevos modelos de producción, productos novedosos, maquinaria de última generación y sobre todo, la incorporación de la digitalización en todos los niveles posibles, así como la accesibilidad universal en cualquier tipo de edificación, apostando decidida y sin vuelta atrás, por la eficiencia energética, como una exigencia querida, aceptada con responsabilidad, para trabajar en un entorno, haciéndolo sustentable.
Nos sentimos orgullosos de que nuestra actividad, sea propulsora de crecimiento económico y desarrollo social, con la mirada puesta en el futuro y sus próximos desafíos, que siempre hemos sabido afrontar con entereza, ganando por constancia, porque no conocemos el desánimo, ya que está fuera de nuestro vocabulario o acción. Precisamente, el reto más acuciante en estos momentos es volver a ilusionar a los jóvenes para que vuelvan, integrándose, para conseguir una progresión personal, que los lleve a convertirse en verdaderos expertos de la rama específica que adquieran. Es su presente asegurado, con perspectivas venideras fantásticas, si cada cual pone empeño y esfuerzo, queriendo lo que hace, haciéndolo con ganas.
También estamos haciendo un llamamiento ilusionante a las mujeres, para que su integración en la construcción sea normalizada, esperando que sea abundante a pie de obra y no sólo, como sucede actualmente, mayoritariamente, en los ámbitos administrativos, técnicos o gerenciales de las empresas. Hay mucha esperanza, ya que, en los cursos formativos, cada vez, hay un porcentaje mayor de mujeres que se especializan en cualquier oficio del sector. El desafío está superándose. Incluso a nivel de empresa, muchas de las cuales, ya están dirigidas por empresarias de segunda e incluso, tercera generación. La atracción del talento joven y la incorporación de la mujer, tienen que venir necesariamente de la mano, porque traen consigo la pujanza, para conseguir la mejora continua en todo lo que hacemos.
En el mundo interrelacionado en el que vivimos, labramos activamente alianzas estratégicas, que van creando sinergias con empresas o entidades, públicas o privadas, con el fin de emprender una labor colaborativa, para impulsar conjuntamente lo mejor, la excelencia, porque nunca olvidemos que la construcción es vida esencial. Oscar Izquierdo.