Uno de los recursos que suelo utilizar con mucha frecuencia es la metáfora. En realidad no voy con un bagaje metafórico de reserva, sería imposible retener tantas, y que además sean útiles para cada caso particular. Lo que hago es inventarlas o tomar casos que observo de la vida real y adaptarlos a mi necesidad. Esto último lo hago casi automáticamente, de hecho de acuerdo a lo que escucho o veo me surgen. Esa es la manera con que abro este escrito de la semana.
Me acerqué al recinto en donde hay varios cajeros automáticos de un banco. Vi que había gente haciendo cola, y como me pareció extraño, me acerque a la puerta y veo que había de los 6 cajeros, 3 sin usar. Le pregunté al primero de la cola que pasaba, a lo que me respondió que no daban dinero, según se lo había dicho un/a cliente.
Como aún no me convencía esa respuesta, me acerque a uno de los cajeros y probé de ingresar mi tarjeta, y extraje dinero sin problema. Luego recordé que muchos entran y prueban de sacar dinero, y al ver que no se los da, lo primero que expresan es que no da dinero.
Conclusión. El hecho de que no le de dinero no tiene que ver con el cajero, sino con que no funciona con él/ella. No le da dinero porque en realidad no lo tienen en la cuenta.
Algo similar sucede con la terapia. Que una persona venga y me diga que no sirve para nada la psicoterapia, solo me dice que no sirve particularmente con ella, no universalmente con todos. Por eso hay que ser muy cuidadoso con tomar a pie juntillas los comentarios de los otros.
Una de las causas que comenté que podían generar el que no funcione una terapia era que no se puede continuar con las sesiones por problemas ajenos a la terapia.
Como es muy ambigua la palabra ajenos, trataré de focalizar algunos de esos problemas.
El más común es la falta de dinero. La persona tiene para cumplir con cierta cantidad de sesiones, y luego la nada absoluta. En esos casos, lo mejor es que, si la persona puede precisar para cuantas sesiones tiene, conformar un esquema de trabajo que contemple esa cantidad de sesiones, para que el consultante de por cerrada una etapa de terapia, que aunque sea corta, le permite haber abierto y cerrado un tema.
Si la falta de dinero es porque otra persona le está pagando la terapia, y es algo que sucede más seguido de lo que uno cree, lo mejor es saberlo de entrada, porque ahí hay dos posibilidades. La primera es plantear una solución similar al caso anterior. La segunda es llevar a que nuestro consultante se independice económicamente de su benefactor. Esto lleva más tiempo de trabajo pues por algo aceptó ese arreglo, de que alguien le pague las consultas.
Otro problema puede tener que ver con la distancia. La persona al principio, por cuestiones varias, acepta comenzar terapia en un lugar que le queda muy lejos de su casa. En estos casos mucho no podemos hacer, pues si la realidad de la persona cambia, haciendo que le sea imposible concurrir por la distancia, debemos aceptar esa situación.
Una crisis personal, ajena a la terapia, puede generar la conclusión de la misma, sin que por ello se trate de que esta no haya funcionado.
También puede pasar que, sin quererlo y desconociendo aspectos personales del consultante, hayamos tocado algún punto conflictivo de la persona.
Como los problemas ajenos a la terapia pueden ser muchos, es importante para el terapeuta avizorar, si es eso posible, el futuro que tiene ese consultante. En muchos casos la persona nos lo avisa, en otros debemos interpretarlo nosotros a medida que van avanzando las sesiones.
Les doy un ejemplo de un caso de conclusión de terapia por motivos ajenos a esta. Una consultante que está medicada psiquiatricamente solicita comenzar psicoterapia. Tiene un historial de problemas orgánicos, del orden digestivo y gusta de ingerir alcohol tal vez demasiado. De hecho al comienzo de una sesión quiso que la acompañe con un vaso de cerveza. Rechacé la invitación y le pedí que durante la consulta se abstuviera de beber, aspecto que no le agradó demasiado.
Al tiempo me solicitó tener encuentros cada 15 días. Le denegué esto que me pedía pues le expliqué que ella estaba comenzando a dejar la medicación psiquiátrica, y que ese espacio debía ser completado con terapia, que si ella igual sostenía esa idea estaba en su derecho de buscar otro terapeuta. Y que más adelante evaluariamos esto. Ya había captado que estaba ante una persona que intentaba controlar la terapia según su capricho.
Al tiempo me llamó por teléfono avisándome que suspendía la terapia.
Si bien pareciera que esta interrupción hubiera sido provocada por algún aspecto de la terapia, no lo fue. Esta persona tenía una personalidad controladora, y no toleraba estar en una situación en donde no se hiciera lo que ella deseaba. Además de tener personalidad psicopática leve. Seguimos la próxima. Si tienen alguna consulta o sugerencia el correo de contacto es [email protected]
Serfilippo, Horacio Alejandro Gabriel.