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Sobre Momo y el derecho a la infancia

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Por Yurena Carrillo Ramos – Ciberpol.

Yurena Carrillo Ramos es la responsable del departamento jurídico de Ciberpol, licenciada en Derecho y en Ciencias del Trabajo, Diplomada en Relaciones Laborales, Máster en Administración Sanitaria E.E.E.S, Diploma de Estudios Avanzados (suficiencia Investigadora). Derecho Tributario y Financiero. Programa de Doctorado. Procedimientos Tributarios.

A veces tenemos en el tintero documentos con casi un siglo de vida que habitan en las salas de estudio de los curiosos o de los estudiantes de derecho, la Declaración de Ginebra de 1924 y la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 contienen principios que aún no aplicamos íntegramente en ningún país, por avanzado que se considere, y siguen necesitando del compromiso de la sociedad, desde la base de la educación y la familia.

La Declaración de los Derechos del Niño de 1959 establece 10 principios básicos:

  1. EL derecho a la igualdad, sin distinción de raza, religión o nacionalidad
  2. El derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental, moral, espiritual y social del niño, en condiciones de libertar y dignidad.
  3. El derecho a un nombre y a una nacionalidad desde su nacimiento
  4. El derecho a una alimentación, vivienda y atención médicos adecuados
  5. El derecho a una educación y a un tratamiento especial para aquellos niños que sufren alguna discapacidad mental o física
  6. El derecho a la comprensión y al amor de los padres y de la sociedad.
  7. El derecho a actividades recreativas y a una educación gratuita
  8. El derecho a estar entre los primeros en recibir ayuda en cualquier circunstancia
  9. El derecho a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación
  10. El derecho a ser criado con un espíritu de comprensión, tolerancia, amistar entre los pueblos y hermandad universal.

No cumplimos con estos principios, podemos leerlos y sin lugar a dudas pocas personas se atreverían a negar que alguno es de vital importancia, lo cierto es que no se cumplen.

Nos preocupamos por momo en los videos de las redes sociales a los que pueden acceder nuestros más pequeños, y tentemos razón en preocuparnos, la palabra no es inocua y la red debe ser un lugar seguro para ellos, al igual que el espacio físico, completamente de acuerdo, lo triste es que nos preocupamos de momo y la mayor parte del daño que se hace a los niños se hace en los entornos familiares, sigue siendo el principal problema de la sociedad y la salud de los más pequeños.

Las palabras no son inocuas, en el trato que damos a los pequeños van las obligaciones de amor y respeto, partiendo de que no somos perfectos, que somos humanos, y que todo se va aprendiendo generación a generación, sin juicios radicales.

El amor es un derecho de los niños, su salud emocional es un derecho, me entristece ver como en mi profesión los niños son instrumentos de agresión en las familias, como se les hace participes de cosas de pareja o exparejas para crear grupos de presión, para importunar o para sabotear a la otra persona, los niños repiten aquello que previamente escuchan de otro adulto.

Un nombre crea sensación y a nosotros nos gusta lo sensacional, rápidamente tomamos consciencia de momo, pero una estadística genera la cruel indiferencia. Momo tiene nombre propio y es fácil de odiar, no hay que tomarse con él un café y plantearse si es malo o bueno, lo que sucede en la sociedad es que terminamos ignorando que la mayoría de los abusos o malostratos en la infancia se producen en el hogar, por las personas que deberían de aportar la seguridad y el refugio, y que no todo es físico, que existe el daño emocional al que sistemáticamente se someten los pequeños cuando uno, en el mejor de los casos, o dos, que ya es lo peor, miembros de una pareja los utilizan como instrumento. Aquí en la distancia corta, cuando en lugar de momo es “fulano o fulana” ya es más complicado, ya cuesta mojarse, ya es que te tomas el café, y tal vez después de todo normalizas, porque después de todo, tampoco es para tanto. Sin embargo tienes claro que Momo no puede decirle a un niño que se haga daño porque sabes que la palabra no es inocua, ¿tiene más poder momo sobre el pequeño para convencerlo? Lo cierto es que cuando el daño es desde la propia familia parece razonable pensar que el impacto real es mayor.

El amor es un derecho de los niños y la infancia también, derecho a ser alegres, a crecer en el juego, a madurar al tiempo que marca la vida, que ya tiene sus trampas, derecho a que quienes tienen el papel de protección sepan separar y ofrecer el bienestar emocional que requiere la crianza sana.

Los niños me han demostrado que no se trata de modelos de familias, que no se trata de si se mantiene un matrimonio, si es soltera o soltero quien los cría o si hay una separación, me han demostrado que se trata sobre todo del amor sano que reciben y de una vida en armonía, cuando esa armonía alguien la rompe no es por diferencias de parejas o ex parejas, es por introducir a los pequeños en sus necesidades, en la forma de control de la otra persona, en el chantaje, en la crítica, en la competición, en las mentiras, en las tretas de manipulación, arriesgando su bienestar de la forma más egoísta que hay.

Debemos abogar por proteger a los niños de nosotros, de poco sirve que les preocupe el periodo de introducción de la pera o la manzana si luego olvidan que las palabras no son inocuas, que las personas van y vienen por la vida, y que el amor debe ser la principal fuente de alimento de los corazones de las generaciones futuras, por el bien de todos.

Seguimos siendo una sociedad en la que los más pequeños necesitan de la toma de conciencia y educación de todos nosotros, nos faltan instrumentos de protección, nos falta compromiso institucional con los más pequeños, nos falta que más personas se mojen. Decían por ahí que el problema de la sociedad no son los malos, estos son pocos, el verdadero problema es que los buenos tienen muchas excusas y suelen creer que Suiza es neutra, porque guarda el capital riesgo sin hacer preguntas.

Hay cosas que como sociedad ya sabían nuestros abuelos hace tiempo, y plasmaron en declaraciones, nosotros todavía estamos comprobando, por si tal, si la tierra es plana o redonda.

Hay tres reglas sencillas que esta sociedad necesita

  1. Con el amor no se juega
  2. Con los niños no se juega
  3. Con las redes sociales no se juega

Convivencia y respeto, con honestidad y buenos valores, no todo vale para que alguien se imponga.

 

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