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Mitos y verdades sobre las psicoterapias

Por Serfilippo, Horacio Alejandro.

Este es el primero de una serie de artículos, orientado a desmitificar el tabú que existe sobre las psicoterapias, y los psicoterapeutas en particular. Para ello vamos a hacer un recorrido, en principio, por los prejuicios que existen sobre el papel y la conducta del terapeuta y sobre lo que es en sí el trabajo, desarrollo y dinámica de una psicoterapia.

Solemos escuchar, y aquí me excluyo de mi papel de terapeuta para ser un ciudadano más, lo que se dice de concurrir a una terapia psicológica. Que es para los locos; que yo no necesito que alguien de afuera me diga como solucionar mis problemas; que se te meten en la intimidad y te preguntan cosas privadas; que te roban el dinero y no te solucionan nada; etc, etc, etc.

Este tipo de excusas trabajan, de manera inconsciente, en favor de la resistencia a encontrar soluciones a nuestros conflictos. Estamos siempre autoengañandonos con la idea de que las cosas van a mejorar, y que encontraremos como solucionar nuestros problemas. Y lo peor de todo es que cada día terminamos recayendo en usar los mismos recursos, que anteriormente no sirvieron. Por qué entonces pensar que algo cambiará? Es como si ya nos hubiéramos acostumbrado a vivir mal, y nos estamos autoboicoteando.

La explicación es bastante simple. Cuando se está estresado por las crisis, el nivel de involucramiento es tan alto que nos hace perder perspectiva de cuál es el camino que debemos tomar.

Allí es donde interviene el prejuicio sobre las psicoterapias. Se podría decir que en realidad, y aquí tomo prestado un término de la Psicología Transaccional, lo que se usan son rebusques. Excusas.

Podría dedicar cada renglón de este escrito a derribar uno por uno los argumentos del porque no una psicoterapia, pero es más potable explicarles lo siguiente. Las distintas corrientes teóricas en que se basa las terapias, son solamente herramientas, que en las manos adecuadas pueden hacer mucho bien, o mucho mal. De la misma manera en que un carpintero puede usar un martillo para reparar algo, o hacerle daño a una persona.

Por eso considero que cualquier terapeuta no sirve para cualquier consultante (a las personas en consulta conmigo, no las denomino pacientes, pues así las desplazo del lugar de enfermas, por eso las llamo consultantes. Son personas en crisis, que es muy distinto).

Debe haber empatía entre ambos para que funcione el trabajo terapéutico. Y como en toda profesión hay profesionales excelentes, o los hay mediocres. Estos últimos son los que yo más objeto, pues puedo aceptar que un terapeuta desconozca algo, pero que no sea operativo, eso es inaceptable, pues demuestra su falta de interés por avanzar positivamente hacia un progreso.

Estas cuestiones son las que construyen, injustamente, los prejuicio a los que me refiero.

Hablemos un poco sobre el terapeuta. Los hay de distintas corrientes teóricas. Y cada una tiene enfoques prácticos distintos, así como también el tiempo de duración. Tienen diferentes niveles de efectividad, dependiendo de la necesidad del consultante.

Pero hay algunas cuestiones que debemos tener en cuenta a la hora de saber si vamos a continuar una terapia.

-La primera, y la más importante, es la empatía. Es imposible avanzar en el proceso terapéutico si entre ambos no se da la conexión necesaria. Si esto no se da, el principal responsable es el profesional. Su obligación es ser, de manera espontánea y natural, agradable en el trato. Imagínense que uds van terriblemente conflictuados, angustiados, tristes, y se encuentran con un terapeuta desagradable. Como se van de aquella sesión?… Salvo que su práctica terapéutica indique expresamente no serlo. En ese caso será la decisión del consultante si quiere seguir o buscar otro.

-La segunda es que el terapeuta demuestre un profundo respeto por los tiempos que tiene el consultante para poder contar sus intimidades. Una manera más indirecta para llegar, y que resulta más fácil al consultante para expresarse, es como yo hago. Les entrego un cuadernillo de 12 paginas que es una historia clínica. La cual deben completar con toda tranquilidad en sus casas. No están obligados a responder aquellas preguntas que consideren impropias, pero en general no han demostrado tener problemas para responderlas. De hecho, a muchos no les alcanzaban los espacios para completar de tanto que escribían. Se generaba una descarga en el papel, eso se llama catarsis.

-La tercera es si el encuadre que nos ofrece el profesional nos satisface. Con esto me refiero a si el ambiente donde se da la sesión nos resulta agradable; si respeta los tiempos de duración de las sesiones acordado; si los días de encuentro los cumple; si es puntual; y si se preocupa por avisar ante cualquier inconveniente que le impida dar la sesión. Tengan en cuenta que esta clase de acuerdos obliga a ambas partes a cumplirlo.

-Cuarta. Si la dinámica de las sesiones nos conforma. Aquí lo que cuenta mucho es el estilo de cada profesional. Van a encontrarse con aquel que no se va a mover de su silla o sillón durante toda la sesión. O el que no hará prácticamente ninguna intervención, salvo alguna que otra pregunta o pedido de aclaración. Estará el que tome notas durante toda la sesión, y aunque parezca que no nos presta atención, lo está haciendo. O como las llevo yo, que les doy un gran dinamismo. Más que hablar el consultante, se trata de una conversación y ayudado por una pizarra en donde se van anotando aspectos puntuales de la sesión. Como verán hay para todos los gustos y preferencias. Continuaré en la próxima nota. Si tienen alguna consulta o sugerencia contáctenme en [email protected]

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