Noticias Tenerife Mitos y verdades sobre las psicoterapias III

Mitos y verdades sobre las psicoterapias III

En el trabajo psicoterapéutico, dependiendo de la línea teórica del profesional, el comienzo, desarrollo y conclusión variará. Esto genera una Babel de ideas, preconceptos y prejuicios en torno a las terapias, y a su vez genera mucho rechazo y resistencia al momento de decidir embarcarse en una psicoterapia.

Por eso es importante aclarar este punto.

Cuando me contactan para concertar una entrevista, una vez acordado día y horario, siempre les ofrezco la opción de atenderlos en su domicilio o en mi consultorio.

De comienzo no hay nada que se pueda diferenciar de cualquier primer entrevista. Me presento. Invito a la persona a sentarse en la silla que más le apetezca. Le pregunto si le molesta que grabe la sesión. Le ofrezco si desea café, té o jugo. Y una vez organizado todos estos aspectos, la invito a que me cuente el motivo de consulta. Que su relato surja de la manera en que la persona lo desee, sin preocuparse del orden temporal de los hechos. Más adelante tendremos tiempo de ordenarlos.

En general las primeras sesiones duran más de lo habitual. De común mis sesiones duran 1 hora 15 min. las primeras pueden durar 1 hora 45 min.

Nunca he apurado a mis consultantes con el tiempo, ni me puse a controlarlo. No me gusta, es una descortesía, y eso corta el ambiente. El finalizar la sesión debe ser algo natural por parte del profesional. Esto no será problema si sabe manejar el timing.

Hasta aquí el trabajo nuestro no tiene mayor misterio. Lo realmente interesante es el interjuego dialéctico que se genera entre el consultante y el terapeuta. Yo lo asemejo con una partida de ajedrez, donde debemos prever la jugada de manera anticipada, para así conseguir el efecto deseado. Les doy un ejemplo.

En una sesión una consultante, la cual había pasado por violaciones reiteradas por parte de su abuelo siendo pequeña, me comenta muy preocupada que su profesor de diseño (estudiaba arquitectura) le pone puntuación muy baja en sus diseños de proyectos de casas. Ante este comentario, yo ya tenía preparada mi estrategia de intervención. La invito a que se acerque a mi pizarrón, y que dibuje esa casa. Le doy el tiempo que necesite para dibujarla lo más parecida posible a la original. Cuando la termina, me quedo parado al lado de ella mirando el dibujo. Le pido que ella la observe detenidamente. Acto seguido le pregunto

-vivirías en una casa así?

A lo que ella me responde

-No.

Aquí es donde se genera la contradicción y el conflicto, y la llevo a que deba confrontarse con esta situación…por lo que le digo

-Si no es una casa donde vivirías, por qué la dibujas? Qué es lo que representa esta casa?

Le hago una pregunta directa, que en si podría llevarla a tener una respuesta superficial, pero que la deberá llevar a una profunda introspección. Y la segunda pregunta es lo suficientemente ambigua como para darle la posibilidad de que se abra un amplio abanico de posibilidades.”

Otras posibilidades dentro del trabajo terapéutico es llevar al consultante al punto de que debe cuestionarse sus cogniciones, ya sean por ser falaces o por que plantean una paradoja. Un ejemplo sería:

“Llega a mi consultorio un muchacho de 19 años con su padre, el cual cuestiona a su hijo por fumar marihuana. Las explicaciones son variadas, pero la que descubre la falacia es cuando manifiesta que él se ve bien cuando fuma un porro (previamente habíamos concordado en que el cannabis alteraba las percepciones en mayor o menor medida). Ante este comentario le pregunto cómo es que sabe que sus percepciones son reales. Justamente es la confrontación con el conflicto lo que permite el avance en la terapia.

Posteriormente también surgirá la contradicción y la paradoja, que son dos formas de conflicto. Él explica que hace 2 años que fuma marihuana. Le pregunto qué tiene de especial esta época, motivo por el cual se decide a contarle a los padres. Me explica que no quiere mentirles. A lo cual le digo que no les está mintiendo, pues los padres jamás le preguntaron si fumaba porro. Él a lo sumo les está omitiendo contárselos. Como sigue insistiendo en que no desea mentirles, le recuerdo que él siempre deseó que los padres no lo molesten, estar tranquilo. Lo cual reconoce que es así. Le planteo entonces por una lado la contradicción en que se encuentra, pues si el padre le cuestionaba que jugaba mucho con la computadora, qué reacción esperaba cuando se enterase que fumaba porro? Además, si él desea que los padres no lo molesten, contarles que hace dos años que fuma marihuana, provoca el efecto contrario. Y por el otro lado se le plantea la paradoja de que si él le oculta a los padres esta situación, le genera culpa. Pero si les cuenta, los va a tener controlándole cada movimiento. La solución sería dejar de fumar, cosa que en principio no manifestó querer, por ahí si ir dejándolo de manera paulatina. Lo que se enmascara es su necesidad de que los padres tengan una mayor presencia, y no cualquier presencia”.

Este último ejemplo parece como el juego de acorralamiento del gato con el ratón, pero lo que en realidad resulta ser, es un despliegue de herramientas psicológicas que surgen espontáneamente ante la presencia de rebusques, excusas, sin una base racional que pueda explicarlas.

Lo interesante y apasionante del trabajo en sesión es que la originalidad y lo artesanal emergen cada vez, permitiendo que la terapia sea algo entretenido. Pero por sobre todas las cosas brinda al consultante una visión de la realidad que anteriormente no había tenido en cuenta. Si tienen alguna consulta o sugerencia el correo de contacto es [email protected]

Lic. Horacio Serfilippo

 

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