Los cursos organizados por el Cabildo para dar a conocer las tradiciones gomeras experimentaron este año un inédito récord de participación.
Curbelo considera que la mejor forma de garantizar la supervivencia de la rica cultura de la Isla es precisamente gracias al aprendizaje.
Las Aulas permiten que una generación que no aprendió a silbar o a conocer los secretos del folclore en las aulas ni en sus casas pueda hacerlo ahora.
Sumergirse en el mundo de las tradiciones, que guardan un vínculo muy especial con La Gomera, se ha convertido en toda una pasión más sólida que una simple moda. Las aulas de silbo y folclore que organiza el Cabildo han experimentado en este curso un aumento significativo de matriculaciones que triplica el número de inscripciones con respecto al año pasado. Los residentes de la Isla, sin distinción de edades o lugares en los que vivan, quieren aprender a hablar el lenguaje del silbo, a tocar las chácaras o el tambor y a cantar o bailar como sus ancestros.
Han descubierto todo un mundo en el que antes sólo podían participar como espectadores. Significativo resulta el caso de los miembros de una especie de generación perdida. Aquellas personas cuya edad ronda los cuarenta años que ni pudieron aprender a silbar en las clases, tal y como ocurre en la actualidad, ni tampoco conocieron estas habilidades de sus padres. Es este segmento uno de los fenómenos más curiosos que se registran en las aulas; destacan por ser alumnos muy aplicados, probablemente al ser conscientes de lo que se perdieron por el camino y ahora tienen la posibilidad de recuperar.
El presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, asegura que la labor que realizan las aulas se ve reflejada en el interés de las más de 300 personas que se han formado durante este tiempo y que han contribuido a “dar más valor a estos elementos patrimoniales porque el aprendizaje es garantía de supervivencia”, indica.
La itinerancia de las aulas es otra de las características que destaca, ya que permite que “vecinos de localidades alejadas de los cascos municipales puedan formarse bajo la dirección de jóvenes maestros del folclore y del Silbo Gomero, otra muestra más de que las nuevas generaciones son conscientes de la importancia de este trabajo”.
Ernesto Peláez es uno de los monitores de Silbo y, además, ganó el reciente concurso que se organizó con motivo del Día de Canarias. Cada semana completa la formación de los menores, que ya reciben esta asignatura en las escuelas, y atiende a un numeroso grupo de mayores de hasta cincuenta años. A estos últimos los llama “la generación intermedia” y coincide con que les cuesta más aprender que a los niños pero también, a la vez, le ponen mucho empeño. Y es que para ellos apuntarse a estos cursos supone una opción personal tomada de forma consciente.
Judian Hernández es una joven que aprendió desde los ocho años el lenguaje silbado de la élite de los grandes maestros, entre ellos del recientemente fallecido, Lino Rodríguez. Da clases en las aulas de San Sebastián, Alajeró y Agulo. A pocos días de acabar los cursos no puede esconder su satisfacción tanto en la cantidad como en calidad registrada. Por ejemplo, se siente orgullosa de que uno de sus alumnos adultos se haya quedado a las puertas de la final del concurso de silbo pese a que apenas llevaba unos meses de aprendizaje. Destaca el esfuerzo del Cabildo para organizar estas aulas a la que pueden asistir personas de todas las edades. No menos agradecida está con los maestros Eugenio Darias y Quico Correa, dado que “siempre están ahí para orientarnos, ayudarnos y organizar las tareas. Su disponibilidad es plena”, indica.
El coordinador de las aulas de folclore es Eduardo Duque, un joven historiador y amante de las tradiciones a quien, con el paso del tiempo, pocos dudan de que se le agradecerá que su devoción por las tradiciones haya servido para mantenerlas vivas. En su caso, junto con Diego Chinea y Guadalupe Torres, imparten las clases de toque de tambor, chácaras, cante y baile. Literalmente está asombrado por el interés que este mundo despierta entre los gomeros de todas las edades y lugares.
Cuando se cumple el segundo año los resultados ya son palpables y se puede empezar a hablar de nueva cantera de intérpretes. Así se podrá comprobar en el encuentro que se llevará a cabo a finales de mes en los alrededores del convento de Hermigua como acto de cierre de curso. Pero ya sus frutos son perceptibles en algunos lugares donde el Aula ha estado funcionando, como Arure, donde los alumnos defendieron con excelente nota la procesión de la Virgen de Fátima el pasado mayo. Frente a otras ediciones en las que la celebración contaba con pocos tocadores, teniendo en cuenta la longitud del recorrido, este año los alumnos participaron con auténtica pasión de principio a fin. Lo que hasta entonces había permanecido encerrado en las cuatro paredes de las aulas pudo entonces ser disfrutado por todos los participantes en el acto. Un preludio de lo que, sin duda, empezará previsiblemente a ocurrir en las ricas celebraciones de La Gomera que ahora se vestirán de más tradiciones, ritmos y sonidos.
También el Aula ha servido como un vehículo para que muchas personas mayores que, por diversas causas, no se habían acercado a la tradición, lo estén haciendo. “Muchos de ellos no habían tenido más contacto con el folclore que el de su recuerdo, el de sus padres, abuelos, pero ahora quieren recuperar el tiempo perdido, y a la vista está que se están obteniendo muy buenos frutos. Para mí es un orgullo participar en esta experiencia”. Agradece la colaboración que ofrece el Cabildo para dar respuesta a estas aspiraciones e intentar estar a la altura de las demandas de la sociedad. Con este fin la Corporación ha permitido que exista el espacio adecuado para “revalorizar el acervo cultural de un pueblo tan rico en este sentido como el nuestro”