Estoy eliminando mensajes que entran en mi teléfono sin parar, porque son imposibles de masticar. Mensajes como “Los amigos son como las estrellas, aunque están lejos siempre están dentro de nosotros” y así uno tras otro, cada diez segundos. Obviamente me siento bien por el hecho de que tenga tantos conocidos, pero es que durante el año ni siquiera hemos compartido un café y ahora vienen con estas mariconadas.

Mi madre por fin tiene un teléfono con watshsapp desde hace dos o tres semanas y hasta hace diez minutos cuando son las 11:30 del día 24 de diciembre del 2.022 todavía no me ha respondido a ninguno. Gracias a mi hermana que cuando está con ella, me graba mensajes hablados porque sino me comeré el bigote de una gamba.

Mi madre jamás responde al teléfono móvil cuando la he llamado durante más de veinte años, porque no se entera ni le interesa y tengo que llamarla al teléfono fijo y tener suerte de que esté en la casa.

Mi madre ha gozado de dos cruceros con sus amigas y las dos veces que le he preguntado donde estuvo, responde lo mismo, “No sé, me subo al barco en Barcelona y bajo unas horas en los puertos que voy”. Resumiendo todo esto, la filosofía de mi madre es que si deseas hablar con ella, tienes que ir a la casa y hablar con ella mirando a los ojos y punto pelota.

Éste año 2.022 desconecto el teléfono a las cuatro de la tarde del 24 de diciembre, hasta el lunes 26 por la mañana y seguramente estaré muchos minutos eliminando gilipolleces. Si me quieres de verdad y deseas verme, quedamos y te invito a un café nos damos un abrazo y tenemos una buena tertulia. Te quiero mucho.

Aquí lo dejo para seguir reflexionando sobre las personas que se merecen la pena de vernos. Estimado lector, gracias por regalar un poco de tiempo leyendo, el tesoro más valioso del ser humano, el tiempo pasa y jamás volverá. Juan Santana.