Dos lugares muy diferentes, el antiguo Polvorín en Gran Canaria y la Iglesia de Garafía en La Palma. Justamente estaba sentado frente a la Iglesia dónde escribo ésta carta y comienza el cerebro a trabajar de aquella forma.
El antiguo Polvorín fue un barrio situado cerca de la Plaza San Telmo en la capital Gran Canaria y en este lugar vivían miles de vecinos, pero también es verdad que personas de casi toda la isla y parte de las restantes íbamos a comprar chocolate y más productos de repostería. Recuerdo aquella vez que mientras la abuela pesaba el chocolate, la nieta vigilaba desde la ventana por si venía la policía y estamos hablando de los años setenta y pico ochenta.
Recuerdo aquella anécdota simpática cuando tuve que aparcar el coche encima de la acera porque subía una procesión con el cura delante y un heroinómano viene por mi ventana a ofrecerme un radio cassette nuevo marca Pioneer. Le dije, “¡Loco!, que está subiendo la procesión y el cura nos está mirando!” Y respondió, “Lo sé. Justamente el radio cassette se lo mame al cura”, me hizo reír, pero no lo compré.
Actualmente no queda nada del barrio del Polvorín, solamente fotos y miles de recuerdos, pero lo más doloroso son los cientos de jóvenes que han muerto por culpa de la p… droga y muchos obviamente se han enriquecido sin entrar en más detalles.
Sigo sentado frente a la iglesia de Garafía y viene a la memoria, los años 1.490 y pico cuando las conquistas a las Islas Canarias. Entraban de cualquier lugar a conquistar, desde Portugal, Holanda, Inglaterra y más, pero los españoles fueron los afortunados invasores de las Islas Afortunadas. Llegaban y ofrecían dos decisiones, ser esclavos o morir y además ser cristiano por huevos. Ahora sigo observando la Iglesia y no logro entender a la raza humana, porque somos animales extraños que vivimos según dónde, cómo y cuándo hayamos nacido, sin entrar en más detalles, porque usted tendrá su forma de pensar si es que se come el coco con éstos temas de vez en cuando, cómo hacemos muchos.
Estimado lector, gracias por regalar un poco de tiempo leyendo, el tesoro más valioso del Ser humano, el tiempo pasa y jamás volverá.
Por: Juan Santana.