Puedes narrar algo de la/tu infancia, algo de tu/la adolescencia, algo de las etapas diversas de ser adulto, algo de la tercera edad. Algo de tus ojos y tu espejo y de alma en y frente al espejo de otras personas. No es tu vida más importante que los demás y que las demás, pero al narrar algo de ti, cuentas algo del otro, ese universal que todos tenemos. No es egotismo, ni egoísmo, ni vanidad, ni soberbia. Es, diríamos la realidad, alguien que se acerque a un texto articulista de opinión, sabe que si el plumífero escribe de un panadero y una panadería, está hablando de todos los oficios, y, también algo del pan.
Pero siempre, te encuentras frente a la realidad, no deseas hablar de nadie, ni con siglas, ni con invenciones, no deseas hacerlo, porque si realizas ese acto, tienes que relatar que la luna pasa muchas fases. No puedes hablar bien de ti, y, no bien de otros, no puedes hablar mal de ti, y, no mal de otros. No puedes hablar solo bien de unos y solo mal de otros, sino que en todos y en ti y en mí, existen venenos y dulces sabores de colores y formas y maneras…
Somos una especie de racionalidad e irracionalidad, y, quizás, ninguna de las dos somos capaces de autocontrolar de forma correcta y adecuada. Esta es la realidad, y, este es el verso y el arado y el yunque de cada día. En cualquier oficio. Cuándo y cual es la línea, que debes pensar y pisar, que alguien es mas mala persona que buena, o cual es el surco donde una persona es más buena que mala. Qué es una persona de buena voluntad. Siempre hablamos de los mismos temas y problemas de siempre…
Hoy, mirando y remirando me he encontrado un artículo que publicó en El Semanal, con fecha del 14 de noviembre de 1999, por el fallecido hace unos meses, el maestro de la narrativa y del articulismo, Javier Marías Franco (1951-2022) titulado: O quizá artimaña, que nos narra unos hechos de una estancia en Estados Unidos, unos recuerdos de esos hechos, unas interpretaciones… Estas son las tres realidades que disponemos ante la memoria: intentar conocer qué recuerdos, unos hechos que representan esos hechos y hasta qué grado y, unas interpretaciones de los supuestos hechos y de los supuestos recuerdos…
Y, todos soportamos ese baúl en la cabeza y en la carne y en el alma. Algunos recuerdos, vuelven una y otra vez. Cómo fui capaz de hacer esto, cómo fui capaz de soportar esto, cómo fui capaz de hablar esto, cómo no tomé otra decisión. Y, se mezclan hechos y recuerdos, y, al final, ya no sabes dónde empieza uno y donde termina otro. Y, luego y al mismo tiempo, se combina con la interpretación. Y, así nos vamos curando, degustando ese cocido hecho de patatas, garbanzos y berzas, que son hechos y recuerdos e interpretaciones…
Hace unas semanas, en una conferencia o entrevista, ya no recuerdo bien, el articulista de opinión política, Ignacio Camacho, que ha publicado un libro sobre obituarios, de artículos de obituarios, decía, con otras palabras, que no escribía esas piezas periodísticas, para hacer sangre y cortar y pasar facturas a otras personas. Por tanto, si entendí bien, indicaba, si de un obituario no podía decir algo bueno, y, solo no-bueno o malo de alguien, no lo hacía. Que no era, no recuerdo la palabra y la frase exacta, pero muy acertada, algo así, que no era una matador de personas ya fallecidas en su memoria…
Digo lo anterior, porque creo que esto también es aplicable a mi modesta pluma sin tinta negra de hollín rezumado, sino de tinta electrónica. Alguno pensará, que a todos los que cito, les digo o les pongo y expongo como un escritor o pensador o artista plástico notable. Pues algo semejante pienso, lo mismo o semejante que I.C., Ignacio Camacho. No veo todo bueno y todo claro y todo luz, en mí mismo, por tanto, tampoco lo percibo en los demás, en todos, yo y los demás, veo grises, porque no estoy de acuerdo con todas sus ideas o con todas sus conductas, pero si cito a alguien, no es para defenestrarlo, no soy crítico literario, ni crítico político, ni crítico cultural, solo soy un modesto observador que piensa, que se acerca a la ventana del mundo y se acerca a intentar entender y comprender…
Por tanto, estoy haciendo una especie de homenaje, a mi estilo del articulismo español o ibérico o celtibérico, por tanto, lo hago, besando sus artículos concretos. Y, sé, que si se lee el original del autor equis, pongamos este caso, el de Javier Marías, y, se relee del que soy autor, pues son quizás, tienen un punto en común, pero después, son dos árboles que miran hacia distinto lado. No escribo para criticar a ningún autor/a, sino para aprender y aprehender de ellos y de ellas. Y, si encima que aprendo algo, porque siempre aprendo algo, tengo que tener la dignidad, aunque existan otras cosas, que no me gusten, pero tengo que tener la caballerosidad de quitarme el sombrero imaginario que no tengo, y, darle un pequeño homenaje.
Y, si en un caso, no puedo hacerlo, simplemente no escribo un artículo –cierto que de cientos no escribiré, no por eso, sino que existen cientos y cientos de columnistas en este terruño ibérico, no puedo hacer de todos, ni de todas una columna-. Por eso, invito a usted que continúe saboreando artículos de opinión, en general, de muchos autores/as y también, de Javier Marías, aquí mi homenaje, lamentablemente, esperábamos que le otorgasen el Nóbel, pero la luna se lo ha llevado a su seno… Busquemos a otro autor/a de este Terruño Patrio y Matrio para que le otorguen el Nóbel…