No estoy en contra de usos y costumbres y hábitos individuales y colectivos y sociales, que sean legales y sean morales. Dicho esto, no cabe duda, de que son para mí, un misterio y un enigma como unas costumbres o hábitos se van transformando en otras, unas tienen un gran predicamento en un tiempo y, después, se caen y se nublan en el atardecer del tiempo. Hoy, son usos minoritarios, mañana son mayoritarios, pasado mañana son otra vez minoritarios…
Uno, ha pensado y leído y meditado algo de ciencias sociales, en este caso antropología, psicología, sociología y afines, para intentar entender y comprender el lugar del hombre –no tengo que decir, también de la mujer-, sino del hombre y del Hombre como humanidad y como especie y como conjunto de culturales, para intentar entender y comprender de la pasta y cemento y piedras de la que estamos hechos –aquello de las diferencias emic y etic, es decir, cómo interpretas tú y desde el colectivo de dentro, lo que haces y tus costumbres, y, cómo interpretan desde fuera, esas mismas actividades-.
Soy, la mayoría de nosotros, somos modestos columnistas de opinión. Hoy, en la misma España se publicarán varios miles de artículos de opinión, firmados por al menos, unos cientos de articulistas. No exagero si expreso varios miles, porque existen más de mil periódicos digitales, y, casi todos tienen sección de opinión. Sin contar las columnas en las radios, sin contar las columnas en la televisión, sin contar las columnas en Webs y redes particulares…
Carmen de Burgos Seguí, publicó en El ABC del 09 de abril de 1903 una columna titulada: La mantilla. En las que nos narra las costumbres en aquella España de la mantilla en algunas fiestas y acontecimientos socio religioso.
Desde hace mucho tiempo he pensado que los humanos inventan o descubren o aplican usos y costumbres y actos y actividades y hábitos que les interesan y les convienen, a veces, predomina la carne, otras la psique, a veces, el espíritu-alma, casi siempre todo es una combinación de todo, todo tiene algo de sensualidad-carne, algo de psique-inteligencia, algo de cultura-sociedad, algo de espíritu-alma-religiosidad… La mantilla es el ejemplo perfecto. Porque si nos fijamos bien, tiene algo de destacar la figura y las formas, algo de valorar el bolsillo de la persona que la llevaba, algo de estratos sociales y clasismos, algo de costumbres sociales, algo de respeto a la Trascendencia…
Una, pregunta es cómo van cambiando las costumbres, y, existen multitud de razones, pueden ser que grupos o colectivos, en principio minoritarios, sean capaces de imponer un uso o costumbre, sino a toda la sociedad, a una parte importante de ella. Puede ser, que se realice desde alguno de los grandes poderes, sean sociopolíticos, del Estado, de la cultura, de los medios de comunicación; también, a veces, por la imitación de la vecina del décimo, puede ser por enseñanza o educación; ocurre, a veces, que existe un grupo importante económico, el consumo, para crear trabajo y por tanto, hay que tener demanda, y, se gasta más yendo a la playa que quedándose en casa. La rueda o espiral del trabajo-consumo y consumo-trabajo…
Si uno mira con cierta profundidad, muchos usos y costumbres, le parecen perplejos y difíciles de entender y comprender, porque no son racionales, porque no disponen de suficiente moralidad o suficiente espiritualidad, les falta sentido común y prudencia, y, no están ajustados al saber o saberes ortodoxos. Pero en fin, la tolerancia es ese mandato que los humanos se han dado, que aunque una costumbre no sea buena, no sea buena ni social, ni económica, ni sanitariamente, pero se tolera. No se percibe bien la ebriedad, es el ejemplo que siempre dispongo, pero se tolera. Y, así mil modos y mil maneras…
El refrán o máxima que hemos heredado de los musulmanes, que quizás, venga del pasado más remoto, es aquella que indica, que un hijo se parece más a su tiempo que a su padre. Opino, que esta máxima es acertada. Cada uno va imitando más su tiempo y sus costumbres, que las normas o reglas que pueden ser más racionales, heredadas de siglos, incluso, que nos dice el saber ortodoxo…
Pero siempre es un misterio, dos mares y océanos culturales, que tengan costumbres distintas, no en un aspecto de la realidad, sino en docenas, con lo cuales decenas de usos y actos y actividades sean distintos, cómo puede y podrá ser su interrelación social… Porque no importa que un colectivo deguste arroz con pollo y otro arroz con aceitunas, sino que existen cientos de campos de usos y costumbres dónde pueden existir diferencias apreciables o que se creen apreciables…
Quizás, algo parecido a un enorme río, Amazonas se une y besa y ama con un enorme mar-océano de gotas, el Atlántico, en medio, hay una masa de agua, que no es dulce del todo, ni salada del todo…
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