Por Jesús Millán Muñoz | Cuántos miles de artículos de opinión y académicos se habrán hecho sobre esta generación, en estos ciento veinticinco años, cuántos libros, tesis doctorales, TFG, cuántos. Miles.
No soy un experto, no soy apto, no soy especialista en esta generación literaria y filosófica y ensayística y periodística, al menos, para mi forma de ser y de estar y de entender la interpretación cultural del mundo. Al final, los humanos viven siguiendo ideas y siguiendo emociones y siguiendo necesidades, pero ambas realidades están constreñidas por multitud de variables.
No soy yo un experto, pero si creo que hay que fijarse en una dimensión o doble io triple dimensión más olvidadas: Una, todos los de esa generación, no los diez grandes, que en todos los manuales vienen y devienen, sino las docenas de personas de la generación de 1898, tanto en literatura y filosofía y ensayo, que son considerados de segunda o de quinta fila. Porque una generación, no son solo diez, sino docenas, no solo que están en los centros esenciales y “nortíficos”, -que son el norte, explico el neologismo-, sino que están derramados y desparramados por las regiones y las provincias. Creo que a estos, que serán cientos hay que recuperarlos.
Dos, que la generación del noventa y ocho, no son solo los autores y autoras de literatura y filosofía y ensayo, sino de todos los saberes y de todas las artes. Algo en este sentido se ha hecho, pero todavía poco. Y, hay que darse prisa, porque si no se recuperan, se irán perdiendo y olvidando en el desierto del olvido, decenas, cientos de nombres, posiblemente de obras. Creo que hay que hacerlo en todas las disciplinas del arte y de las artes, de las humanidades, de la filosofía, de las ciencias, etc. Creo que si se hace pronto estas dos realidades, pues creo que se recuperara de verdad, algo de la esencia de este país y este terruño. Hay, por ejemplo poetas en provincias, que tienen más o menos importancia, que quedan desencajados, pero si se insertan en las generaciones correspondientes, se valora más claramente, toda la constitución de toda la arquitectura cultural de un tiempo y época y ser y estar. Toda la arquitectura interpretativa del mundo. Si nos fijamos bien, lo encontraremos…
Cuándo existían periódicos de papel, quiero decir, masivamente, cuándo estos estaban en todos los bares de este país, cuándo viajaba a algún lugar de esta Península Ibérica, intentaba mirarlos, los periódicos de las diversas provincias, que existían. Y, entonces, me daba cuenta, que de vez en cuando, hacían referencias a autores, sean de algunas de las artes, de literatura, etc., de su localidad, provincia, comarca, que en el resto de la Península, a veces, te sonaba un nombre y a veces, no. Esta es la realidad. Esto hay que recuperarlo. Cuándo florecieron decenas de universidades, una al menos en cada región, se pensó que se recuperarían nombres y obras y autores en todas las disciplinas. Han pasado ya varias décadas, y, hay que indicar que algo se ha recuperado, pero no todo lo que se esperaba.
Tres, habría que indicar que lo mismo hay que hacer con todas las generaciones, ahora no esperar tanto, supongo que antes de la del 98, en el siglo diecinueve, con nombre de los “naturalistas o historicistas” habrá otras, pero desde luego lo mismo hay que hacer con la del 98, la del 14, la del 27, la del 36, la del 50, la del 75-80 o la Transición, -a la que este modesto escribano pertenece-, y, la del dos mil, que están floreciendo actualmente, la del 78 algunos la llaman, la de la Transición, estamos agostando y agostándonos. Unos más que otros, porque una generación hay un abanico de edades, diríamos un arco emblemático…
Ahora estamos a tiempo, no volvamos a cometer los errores del pasado, recuperemos, conservemos, guardemos todo lo posible de todas las generaciones, aunque los consideremos nombres de segunda o de quinta fila. Porque el olivo de nuestro pueblo de tres siglos, tiene validez por eso. Si queremos disponer de escritores y artistas y pensadores dentro de tres siglos de ahora, y, del siglo veinte, conservemos ahora… No miremos tanto su fama o notoriedad, que nos gusten o disgusten, sino que conservemos, como el vino que gana años con el tiempo, porque representan algo de nosotros mismos. Aprenderemos ya… Conservemos manuscritos, conservemos documentación, conservemos información, conservemos… creemos órganos de conservación… en bibliotecas, museos, fundaciones, centros documentales, archivos, departamentos universitarios, conservemos, no miremos si son considerados geniales o de séptima fila…
Pues en este viaje por el articulismo de opinión que voy haciendo, me he encontrado con uno del genial maestro del articulismo, periodismo, novela, ensayo, teatro, literatura, Azorín, José Martínez Ruiz, (1873-1967), que envió a la letra impresa de Gutenberg, un texto titulado: La generación de 1898, los días 10, 13, 15, 18 de febrero de 1913 al ABC de Madrid. Es un artículo largo, todavía influencia de muchos del siglo diecinueve, sería unas cuatro mil palabras, diríamos cuatro veces, lo que es una columna periodística hoy, pero es interesante leerlo. Porque nos explica dos realidades: la concepción que se tenía, o al menos este autor, de esta corriente de pensamiento-literatura, a la que él pertenecía, en definitiva, de decepción de la realidad histórica, de alguna manera –no olvidemos que un año después estalló la primera guerra mundial-, y, la realidad del abatimiento de nuestro país y geografía e historia.
Segundo que se citan nombres, que considera están en esa generación, que de alguna manera se han olvidado, o al menos son secundarios, cita por poner un ejemplo, a un tal “Bueno”, quién es ese autor. Volvemos al principio, volvamos al principio. Sinteticemos otra vez, si leemos este artículo de opinión largo y literario de Azorín queda claro, “en aquellos días, este autor, consideraba autores que eran del grupo, que ahora han quedado relegados y olvidados, pero que entonces, se consideraban como iguales”.
La historia ha ido haciendo una criba. No podemos negar que esa función de la historia es buena o es necesaria o es inevitable, pero tampoco podemos olvidar que se olviden decenas o cientos de nombres, que fueron los que aportaron toda la masa de comprensión y de entendimiento de un tiempo… Este es el olvido histórico. Aquí dejo el guante con dedos de papel y estrellas.
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