No sabemos si esa frase fue verdaderamente de Sócrates, ni de Calicles, dos filósofos o pensadores griegos o dos personajes griegos o dos personas del mundo griego o dos arquetipos del mundo griego, que en definitiva, son símbolos para todos los tiempos.
O, quizás, esa frase es de Platón, que se la pone en labios de ambos personajes, Calicles y Sócrates, o quién sabe si la escuchó en los diálogos en la calle de Sócrates y lo que después se ha denominado sus discípulos.
Da lo mismo. La realidad es que ese sainete se continúa sigo tras siglo, generación tras generación. Quizás ahora, en la Europa civilizada, ahora no se asesina o juzga con muerte a un autor, por decir equis o zeta. Pero quizás, en la censura social, muchos autores, por decir zeta o equis, o por no decir equis o zeta, han sido silenciados y marginados, se les han cerrado muchas puertas y ventanas y chimeneas, y, siempre han estado en los aledaños de los poderes, incluso poderes pequeños culturales. O, si se quiere, no han podido ascender social o laboral o económicamente. Han vivido en las aceras de la pequeña historia. Que nadie reconoce.
Porque nos emocionamos con la Apología de Sócrates, por y de Platón, pero quizás, el mismo que tiene ese sentimiento, está cerrando las puertas, a un pequeño Sócrates, que pasa a su lado, y, que por no dejar de olvidar sus palabras, sean mejores o sean peores, que ha buscado la verdad y el bien y la bondad, se le han puesto tantos nudos y púas, que al final, se ha sentado en un banco viendo pasar la vida, muriéndose poco a poco por dentro y por fuera…
Todos los tiempos están llenos de falacias y sofismas y, de personas que tienen en sus manos esos argumentos. Sea por unas razones o por otras. Da lo mismo. Da lo mismo. Da lo mismo. Van cambiando los nombres a lo largo de los siglos, ahora se puede denominar pragmatismo o utilitarismo, en otros tiempos hedonismos o epicureismos… pero la realidad es que existen Calicles y Sócrates y Platón o Platones hoy, que quizás, pasan al lado nuestro. Que jamás serán vistos como eso que son, en definitiva. Es más, no son personas que están siempre en contra del poder, quizás ni siquiera lo están, sino simplemente viven y defienden algunas ideas. Ya, a cierta edad, ni siquiera eso, han perdido la esperanza de que alguien les escuche…
No se les ha abierto un juicio por ateísmo o por maleducar a la juventud como a Sócrates, quizás, ni siquiera han merecido que ningún poder se haya fijado en ellos, ni por aceptación, ni por ir en contra. Pero si se les han cerrado puertas. Tienen que soportar los sofismas y falacias de argumentos, de las personas que van por la calle, de las personas que salen en las ventanas de los plasmas electrónicos. Y, a todo y en todo, se tienen que callar. Unos, les achacan que son retrógrados, otros que son progresistas. Al final, ninguno los entienden y los comprenden.
Tienen que vivir en un mundo, que a medias entienden y a medias comprenden. Un mundo que no rechazan, que no se sienten superiores a nadie, ni persona, ni siglas. No se sienten superiores a nadie, no se sienten inferiores a nadie. Solo desean defender sus palabras y sus letras y sus semánticas. Pero tampoco lo hacen, con radicalismos, ni fanatismos, solo han querido ser libres en sus pesares y pensares y pensamientos. Solo eso. Siempre han querido buscar verdad en sus ideas y en sus actos y en sus deseos y en sus emociones…
Y, no han sido condenados a muerte como Sócrates, pero si han llevado una vida en el ostracismo del silencio cultural, han llevado una muerte cultural. Si, han estado en el silencio de nunca llegar a un lugar, pequeño lugar de las ideas o de la cultura, siempre han estado llamando a las puertas y ventanas, para qué alguien le abra. Siempre esperando ser uno más, entre tantos, en algún terreno del pensar y del pensamiento… Siempre, pero nunca han merecido ese trozo pequeño de vanidad y soberbia y de aceptación…
Si Platón, si Sócrates, si Calicles, sí, existen otros que siguen vuestras palabras, que han seguido, incluso sin saberlo, que están en el silencio de la tarde, que no tendrán que beber cicuta, que no serán condenados por ningún tribunal, pero que se les han cerrado todas las puertas y todas las ventanas. Que son pequeños Sócrates sin saberlo y sin quererlo y sin buscarlo y sin desearlo: “Porque la verdad poco importa. Si te empeñas en sostenerla, te cerrarán todas las puertas, y, vivirás en el silencio…”.
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