Creo que no se puede demostrar que no existe Dios, más bien todo lo contrario. A nadie quiero engañar, ni mentir, ni manipular. Creo que no hay pruebas suficientes, razones para indicar que no existe Dios, al menos en este estadio de la evolución cultural y biológica y psicológica humana. Pero también, para no engañar a nadie, si yo encontrase una prueba de la no existencia de Dios, tendría mucho cuidado de difundirla por el mundo, la redactaría para especialistas y expertos, pero no para el público en general.
Porque muchos analizan el tema de Dios, desde sus cátedras y sus sillones y desde su estado de bienestar, y no se dan cuenta, que existen multitud, millones, cientos de millones de seres humanos, que en tantos sufrimientos como soportan, el concepto de Dios, es el que les alivia un poco su situación, el que no les lleva a la desesperación completa de y en la vida. Sería una falta enorme de misericordia, quitar a los seres humanos, una realidad, teórica y práctica, exista o no exista en Sí, que es lo único que les consuela, en multitud de realidades que le ocurren a los seres humanos. Sería una crueldad teórica. Que miles de millones de seres humanos, vivan en una enorme indigencia e indisposición, por decirlo débilmente, y encima, no tengan ni una mínima esperanza de Dios, y de todo lo que eso supone.
Ciertamente, si encontrase una prueba de la no existencia de Dios, la escribiría y redactaría, pero solo para especialistas y expertos. Aunque nunca la he encontrado, en toda las pruebas que sea han hecho en este sentido a lo largo de los siglos, y que yo conozca.
Se habla que la moral basada en Dios, limita al ser humano. Y tengo que indicar dos realidades, que muchas morales basadas en Dios, de esas cuatro mil religiones en el mundo, si estimo que pueden ser algunas normas, que no son totalmente morales, y por tanto, no son totalmente humanas, y desde luego las derivadas.
Pero en nuestro entorno cultural y social, las diez normas de Moisés, mandatos o mandamientos, qué libertad nos quita, sino todo lo contrario. ¿Qué es mejor que tu padre o tu hijo o tu esposo o tu esposa sea adultero o no lo sea, sea un ebrio o no lo sea, sea un ladrón o no lo sea, sea un asesino o no lo sea, sea…?
Por tanto, que yo sepa, las grandes normas del cristianismo, o de la interpretación del cristianismo, sin entrar en matices y cuestiones y derivaciones y circunstancias, no quitan la libertad del hombre, sino que amplifican la libertad del ser humano, amplían la mismidad real del ser humano. ¿O alguien puede negar que una persona sobria o no adultera o no asesina o no lujuriosa no es mejor para ella misma, para los cercanos y para los lejanos, para los presentes y para los futuros…?
Creemos, demasiadas veces, lo que queremos creer, y no lo que de verdad debemos creer, con un suficiente grado de racionalidad, prudencia, demostración, moralidad correcta.
No podemos negar los deseos-pasiones-emociones-libidos-impulsos humanos, pero estos tienen que pasar por el tamiz de la racionalidad-prudencia-inteligencia-demostración-moralidad correcta. Si no es así, nos convertimos en seres, que somos humanos, pero que hacemos actos no humanos, actos no debidos a la auténtica libertad, racionalidad, moralidad adecuada, equidad, etc. Somos un impulso que solo controlamos en parte.
– Se puede ser un librepensador y ser teísta, no es solo una características de los no ateos, ser librepensadores. Se ha podido ser toda la vida, un librepensador, y haber pagado un precio alto de silencio cultural y de ostracismo cultural y de exilio interior cultural, y ser teísta, es más, en estos momentos, en Europa, ser teísta, te cierra muchas puertas, puede que en siglos anteriores, era lo contrario, ser ateísta les cerraban muchas puertas. Pero hoy, quizás, cierra más puertas ser teísta que ser ateísta. Ciertamente, esta afirmación deberían demostrarla las ciencias sociales, no un juicio previo personal de una persona, sea yo o sea otra cualquiera.
Existen pocos librepensadores, es decir, personas, que durante décadas, van poniendo en crisis, sus propios conceptos, década tras década a la luz del saber ortodoxo, a la luz de los hechos y datos que nos ofrece la realidad.
Pensar que un librepensador es o debe ser ateo, es un error de principios, pueden existir librepensadores, que se equivocan o aciertan en sus juicios, tanto ateos o agnósticos o teístas… Ciertamente, si el ateísta o ateo busca durante toda la vida, y el teísta también.
– Si existe un principio metafísico, que indica que nada nace de la nada, por tanto, el universo no puede surgir o nacer de la nada. Incluso aunque el universo que ahora tenemos, de cientos de miles de millones de galaxias, e incluso la energía obscura, que se está intuyendo, siempre existirá un origen. Pero si antes de ese origen no hay nada, entonces de la nada no puede surgir nada, menos un universo.
Aunque existieran millones de universos, o hayan existido, paralelos o no, visibles o invisibles, o unos surjan de otro. Supongamos esa hipótesis, que todavía no entra en el mundo científico, siempre nos tendríamos que plantear, de dónde surgió la primera, que ha dado a todos los demás universos, en el tiempo y en el espacio. Por lo cual, diríamos que la hipótesis Dios es una hipótesis racional y posible, al menos, teniendo en cuenta nuestra evolución psicológica y moral. Igual que con nuestra evolución actual, admitimos cientos de conceptos e ideas. Ésta sería una más.
Se mira con desmesura y radicalismo, el mal o males que se han hecho en nombre de Dios, a lo largo de la historia, pero no se analizan la inmensidad de bien que se ha realizado en nombre de Dios. Por un mal que los humanos hayan hecho en nombre de Dios, se han hecho cien o mil bienes. Y esto es una realidad, ciertamente, no metodológicamente exacta, pero si se entiende dicho enunciado…
No caigamos en el error, por una real o supuesta razón de no creer en Dios, no creamos, y no admitamos las cien que si nos indican, aunque sean indicios, de que si existe Dios. Porque un mundo sin Dios, creemos que podría perecer en si mismo, porque los sufrimientos y las contradicciones humanas serían demasiado grandes, a nivel individual y colectivo y social y estatal y cultural y espiritual. Paz y bien.
Por Jesús Millán Muñoz.