Pastor Abreu, Antonio*
El alojamiento es el eslabón fundamental, el más básico del engranaje de los productos turísticos. Su papel, junto al de la restauración, ha sido fundamental al posibilitar el movimiento de personas lejos de su domicilio habitual.
Es curioso como siempre, desde la antigüedad, han estado mezclados el viaje y la restauración con el alojamiento fuera del lugar de residencia. La enorme interacción de ellos con el viajero y posteriormente con el turista ha hecho considerar el concepto de la hospitalidad como base de esta industria de servicios, que incorpora un arte muy peculiar en sus técnicas prestatarias (Fernando Muñoz Oñate).
La palabra hospitalidad, deriva del latín hospitium y se refería a una condición de acogida de una persona, o grupos, en establecimientos y entornos que estaban alejados de sus lugares habituales.
Los productos fabricados bajo esta filosofía tratan de cubrir necesidades básicas del hombre cómo comer, beber, dormir, descansar y recuperarse o reponerse. Y ha sido practicada desde un tiempo inmemorial.
El tabernero ya existía en tiempos de Hamurabi (1.800 años a J.C.). Y en las tabernas se llegaba a ofrecer una cierta clase de alojamiento, además de la comida y la bebida. Cuando esta demanda empezó a ser habitual, los lugares de esparcimiento de este tipo se convirtieron en posadas, aunque sin dejar de ofrecer, siempre que pudiesen, los antiguos servicios propios de las tabernas y cervecerías.
La Hospitalidad ha sido practicada muy escrupulosamente por las órdenes religiosas que durante las Cruzadas se especializaron en proteger, aprovisionar y cuidar a los peregrinos. Y las hospederías, una derivación de la posada, eran gobernadas por órdenes religiosas, de tal forma que algunos autores como D.E. Lundberg consideran que:
“La Iglesia fue la primera cadena Hostelera”.
Todas las hospederías, hostales y posadas del mundo han sido testigos del devenir y desarrollo del Turismo. Algunas de ellas subsisten, como producto exquisito y diferenciado, en la actualidad. Su carácter público hizo que las administraciones impusieran a los posaderos responsabilidades sociales para el bienestar de los viajeros. Por otra parte, estaba supeditada, principalmente las implantadas en el medio rural, a que las diligencias o carruajes, parasen en ellas por lo que, para mantener esta infraestructura e incentivo básico de su negocio, llegaron a facilitar los cambios de caballos que las líneas de viajeros y correos necesitaban.
De hecho la gran mayoría de las posadas rurales se vinieron abajo con la aparición del ferrocarril, y los cambios que éste conllevó en los hábitos comerciales que implicaba.
El éxito del negocio hostelero desde la antigüedad ha crecido de forma paralela al comercio. Y según se fue abaratando el coste del viaje, y se fue incrementando la comodidad del mismo, por los logros tecnológicos en el elemento transporte, su negocio fue aumentando. Hoy día la relación entre la hostelería y el transporte sigue siendo básica y fundamental. Especialmente en momentos de crisis.
*AIPET