Un anciano de 80 años murió atropellado por una patineta eléctrica en el Paseo Oceánico del sur de la isla. (“7 km accesibles” -dicen).
La prohibición es antigua y existe algún escaso letrero de prohibición para ruedas que no sean las de sillas para discapacitados.
Pero esa veda es ignorada. La pretendida ‘calle peatonal’ está plagada de bicicletas, patines y patinetas, cuyos ocupantes las conducen como gorila en vidriería. Y siempre pierde el peatón, que es el más débil.
El culpable de este crimen, de homicidio por imprudencia, abandono de persona y fuga, es buscado por la Policía -que no estaba- en archivos de las cámaras d seguridad del área.
Pero ‘Tenerife, la isla amable’ se convierte en cadalso para los andantes. Otra condena, por si la peste no alcanzara.
Como residentes en la zona, vemos a diario centenares de infractores con ruedas, desde Tarajales hasta el Puerto Colón. Infestan la peatonal. Y no vayas a cruzárteles…
Las instituciones podrían contar con más agentes de los cuerpos de seguridad, protección civil, vecinos voluntarios, en tanto no se ve, ni se lee ni se oye que algún fiscal actúe de oficio para penar a los infractores, que siempre son candidatos al delito hasta de muerte.
Faltan letreros. Y no se aplica un control eficaz.
¿Seguiremos así? … ¿No pasa nada?
Algún cabildante, alcalde y más de un concejal podrían pasearse por ese terreno de sus responsabilidades, en la ‘exclusivamente peatonal’. Pero ¡cuidado con el tránsito!
La multa educa. Y recauda. Todo les indica qué es lo que deben hacer. Hoy.
Año y medio largo. Y la pandemia ondula, viene y va, rebrota, se agrava, se extiende. Un sector muy numeroso, que aunque sea minoritario crece y complica la situación, es el del negacionismo que, fundado en la defensa de derechos individuales, pretende ignorar que el bienestar general, la salud y la vida del pueblo entero requieren una actitud responsable, solidaria de todos-todos, con quienes necesitan, merecen y quieren cuidarse y cuidarnos.
Si el orden jurídico no alcanza para prevenir negligencias, los libertarios imprudentes debieran al menos declarar su rebeldía…contra su firma de una declaración que libere al Estado de la cobertura social de sus males, cuando esos negacionistas se infecten.
“Soy libre. Y por ello me hago responsable del presupuesto de mi atención, en caso de sufrir contagio”. “No me ingresen si caigo por Covid. Iré a cuidarme en casa.
Este convenio justificaría su autonomía soberana. Pero dejando libres las ambulancias, las urgencias, las camas y las UCI, para atender a pacientes que se hayan contagiado inocentemente, tal vez por contacto con aquellos libérrimos negacionistas que presumen que nunca les va a pasar nada malo.
No es cuestión de ‘edades de riesgo’. De riesgo son las conductas.
Negar la realidad es un síntoma psicótico.
Por: Andrés Julio Farenga.