Por Juan Santana.
Esta imagen la envía un conocido y lector para quejarse de este señor, porque dice que supone que trabaja de jardinero con un Ayuntamiento y observamos que está tumbado en el suelo, pero además comenta que eran las once y media de la mañana y estuvo mucho tiempo, pero dejaremos claro, que no envía más información y tenía que haber preguntado al mismo señor tumbado en el suelo, si estaba fatigado, descansando, o triste porque está a fin de mes y no le quedan euros, o si tiene problemas personales, yo que sé.
La cuestión es que no estoy denunciando nada, sino preguntándome como es capaz de tumbarse encima del picón tranquilamente, cuando las molestias de las piedras piconas son infinitas, llegando a la conclusión de que tendrá que estar muy agotado, pero también podría estar fatigado, descansando, triste porque está a fin de mes y no le quedan euros, si tiene problemas personales, yo que sé. La foto enviada la miro muy bien con lupa observando que el jardín está limpio, no hay basura y a lo mejor, era únicamente su misión, limpiar su parte y por eso no voy a denunciar ni soltar nada malo, porque podría estar fatigado, descansando, triste porque está a fin de mes y no le quedan euros, si tiene problemas personales, yo que sé. Usted estará diciendo, ¡Este tío está repitiendo las mismas palabras y ya van tres veces y con esta cuatro, cuando dice, “también podría estar fatigado, descansando, triste porque está a fin de mes y no le quedan euros, si tiene problemas personales, yo que sé”.
Estoy escribiendo así a propósito, recordando un libro de Alberto Vázquez Figueroa, Yaiza, porque cuando leí dicho libro, repetía muchas veces una página narrando sobre Yaiza y agarré un mosqueo como lector, porque preguntaba, ¿Este escritor quiere terminar el libro y así suman páginas?, pero por casualidad conocí a una chica que trabajaba en una casa que tiene Alberto Vázquez en El Médano, según dijo y su respuesta a mi pregunta de por qué razón repetía tantas páginas con el mismo rollo, era porque su editorial exigía rapidez en terminar el libro. Podría ser cierto, es una buena razón y he leído más libros suyos, pero no he vuelto a ver el truco de las repeticiones.
Escribir es un arte, como cualquiera otro, por ejemplo un albañil y comparto el recuerdo de Yayo el albañil que hizo muchos trabajos en casa de mis padres cuando yo era más joven, tal vez, veinte años. Yayo no tenía horario, porque amaba su trabajo, era un pijero enfoscando paredes o encalando como decimos en Las Palmas y una frase suya que odiaba era cuando me decía, “Juan, mientras descansas subes cuarenta bloques a la azotea, Juan mientras descansas, subes cuarenta baldes o cubos de arena y cinco sacos de cemento…..mientras descansas”.
Volviendo al tema del señor tumbado, prefiero pensar que el señor está descansando, pensando cómo llegar a fin de mes o en las notas de sus hijos o cualquiera sabe, pero tampoco nos importa, a no ser que por suerte de la vida, algún conocido de el protagonista lea esta carta y por simple curiosidad le pregunte todo, para quitarnos de dudas, pero siempre de manera positiva. Y mi consejo, es que compre una colchoneta barata para cuando desee echarse un descanso, esté mucho más cómodo.
Estimado lector, gracias por regalarme un poco de tu tiempo leyendo la carta, porque el tiempo, es el tesoro más valioso del ser humano, el tiempo pasa y jamás volverá. Un saludo.