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Canarias, Azores y Madeira, tesoros marinos de cetáceos y tortugas

Dos grupos de investigadores miden la riqueza en biodiversidad de la costa de Canarias.

Encuentran dos grupos muy grandes de delfín moteado con más de 500 animales cada uno.

Sólo en Tenerife consiguen 181 avistamientos de siete especies de cetáceos y tortuga boba.

Capturan 21 tortugas y sanan a tres de ellas en un centro de recuperación de fauna marina.

Uno de los biólogos sostiene que el número de miembros de las manadas está descendiendo por el cambio climático.


Dos equipos de investigadores han realizado este verano y otoño sendas campañas de seguimiento de poblaciones de cetáceos y tortugas marinas en aguas de Canarias en el marco de un proyecto europeo entre España y Portugal para comprobar  su estado con vistas al segundo ciclo de la Directiva Marco de la Estrategia Marina en las islas de la región de la Macaronesia (Azores, Madeira y Canarias), que aglutina un tesoro de fauna poco estudiada.

El proyecto, denominado Mistic Seas 2, consiste en la recogida de datos de estimas de abundancia de especies como la tortuga boba, diversos tipos de delfines, cachalotes, zifios y calderones tropicales, a través de una metodología común basada en transectos de muestreo, es decir, lugares previamente indicados para realizar los avistamientos.

El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, a través de la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y del Mar y la Fundación Biodiversidad, forma parte del proyecto, coordinado por el Fondo Regional para la Ciencia y la Tecnología de las Azores, cofinanciado por la Comisión Europea y que se ejecuta desde marzo de 2017 hasta marzo de 2019.

Cinco investigadores (cuatro biólogos marinos y un técnico analista en sistema de información geográfica) y un patrón de la UTE Ceamar-Alnilam-ADS acaban de terminar una campaña oceánica por todo el archipiélago canario surcando las aguas a bordo de un barco a un máximo de 12 millas de la costa y canales entre islas.

Mónica Pérez, gerente de la UTE y presidenta de Ceamar, señala que el trabajo consistió en navegar a una velocidad constante y con dos observadores que oteaban el horizonte desde

la proa. “Se registró toda la información de los avistamientos que se tenía, además de las características ambientales, como el estado del mar o las condiciones de visibilidad, es decir, todos los factores que pueden afectar a los animales”, añade.

GRUPOS DE MÁS DE 500 DELFINES

Los investigadores tuvieron diversas dificultades para navegar debido a las malas condiciones del mar, que causó un descenso en el número de avistamientos en octubre, aunque Pérez precisa que vieron “un par de grupos muy grandes de delfín moteado con más de 500 animales”.

Pérez aclara que el barco discurrió por áreas conocidas de alta densidad de cetáceos y también por otras zonas con información escasa, por lo cual descarta pronunciarse sobre si el cambio climático afecta a los animales debido al aumento de temperaturas del mar, ya que no existen suficientes datos para extraer conclusiones al respecto.

El aumento de la temperatura media de la superficie de la Tierra ya es 1,1ºC superior a la de los niveles de la era preindustrial, cuando el consenso científico, recogido en el Acuerdo de París, es que el planeta no debe superar los 2ºC e incluso los países deben hacer esfuerzos de reducción de gases de efecto invernadero para que no rebase 1,5ºC, puesto que a partir de ese umbral pueden desencadenarse consecuencias irreversibles en los patrones climáticos, algo que ya está ocurriendo con episodios de efectos devastadores en muchos rincones del globo (ciclones, pérdida de hielo marino en la Antártida y el Ártico, inundaciones, olas de calor, sequía, huracanes, etc.).

“En septiembre tuvimos pocos avistamientos, lo que es rarísimo comparado con lo que esperábamos y nuestra experiencia en años anteriores, pero eso no significa nada porque en octubre hubo más. Si este proyecto se repitiera año tras año, dentro de 10 años se puede ver una tendencia. No hay datos previos de partida que permita estudiar la tendencia a largo plazo. Es imposible saber si el cambio climático está afectando a las especies”, añade.

Sin embargo, precisa que los investigadores avistaron “algo sorprendente”: dos grandes grupos de delfines moteados, uno en el norte de Lanzarote y otro en La Palma, algo que también ocurrió en Madeira. Respecto a la tortuga boba, no hubo un gran número de avistamientos, debido a las condiciones del mar, lo que dificulta las probabilidades de ver a esta especie sobre las aguas.

Los biólogos podían salir del transecto predeterminado si se encontraban a menos de 15 minutos o en un rango inferior a dos millas cuando detectaban la presencia de cetáceos o tortugas con el fin de facilitar su identificación. Durante las largas horas de trabajo, había

animales que nadaban cerca del barco y otros a una mayor distancia y había que navegar hacia ellos. “Entre cuatro y seis kilómetros es normal encontrarlos”, añade Pérez.

EN ZODIAC POR EL SUROESTE DE TENERIFE

Por otro lado, en el marco del proyecto Mistic Seas 2, también se ha llevado a cabo una campaña costera a cargo de la Sociedad para el Estudio de los Cetácos en el Archipiélago Canario (SECAC) en la Zona de Especial Conservación Franja Marina Teno-Rasca, que abarca todo el suroeste de la isla de Tenerife.

Los investigadores de la SECAC salieron al mar a bordo de una zodiac durante 32 días, en los que recorrieron 1.800 kilómetros y tuvieron 181 avistamientos de siete especies de cetáceos y tortuga boba, repartidos de la siguiente manera: 90 de tortugas, 53 de calderones tropicales, 29 de delfines mulares, cinco de delfines moteados atlánticos y uno de delfines listados, delfines de Fraser, cachalotes y zifios. Además, capturaron 21 tortugas, de las cuales tres acabaron en un centro de

recuperación de fauna marina (‘La Tahonilla’, al norte de Tenerife) debido a que presentaban lesiones de enmalle. Uno de los ejemplares tenía un anzuelo atravesado en la boca.

A primera hora de cada mañana, los investigadores de la SECAC subían a la zodiac desde el puerto de Los Gigantes y, tras anotar las condiciones ambientales de la jornada, iniciaban su trabajo. Cada vez que había un avistamiento, registraban el tipo de especie, la cantidad de animales y diversa información. Las poblaciones de calderones tropicales eran las más abundantes en una zona marina observada por el Teide, al que rodeaban microclimas diferentes, desde nubes bajas hasta cielos despejados, en ocasiones lloviznas débiles y puntualmente un mar de fondo que ondulaba las aguas del Atlántico.

Los grupos de delfines moteados, más tímidos, asomaban a lo lejos de la zodiac y en ocasiones con bandadas de pardelas cenicienta que oteaban desde las alturas en busca de peces trompeteros para alimentarse. En cambio, los calderones tropicales nadaban y buceaban sin temor, y hasta en ocasiones se acercaban a la zodiac para plantarse con medio cuerpo sumergido. Entonces, se podía escuchar su respiración hasta que continuaban su camino brincando sobre el agua.

Vidal Martín, cetólogo con 30 años de experiencia, entra en el debate sobre el cambio climático y afirma que “el calentamiento del océano va a producir una pérdida de biodiversidad en las zonas tropicales y subtropicales del planeta, y un aumento de temperatura en las zonas templadas y frías, a donde irán las especies tropicales”.

“Hemos tenido muchos más avistamientos en todas las campañas y en ésta hemos detectado menos delfines mulares. En los últimos 10 años, el número medio de tamaño de la manada ha bajado y lo achacamos a la presión de actividades humanas y al deterioro de los hábitats. Antes era muy usual ver grupos de 30 o 40 animales y ahora son más pequeños”, apunta.

Asegura que, “en esta campaña, subjetivamente, hemos notado menos avistamientos de delfines mulares, no sabemos si es puntual o una casualidad”, y agrega que, “están más esquivos con las embarcaciones que otros años y es muy difícil investigarlos”, por lo que coincide en que es necesario realizar un seguimiento a medio y largo plazo de las poblaciones de estos animales marinos en Canarias.

CAPTURA Y SUELTA DE TORTUGAS

Una peculiaridad de la campaña de la SECAC es la captura de tortuga boba. Cuando los investigadores detectaban algún ejemplar posándose sobre la superficie, Vidal se lanzaba al agua en su búsqueda. Una vez en la zodiac, la llevaban a un puerto cercano, donde se le extraía una muestra de sangre y otra de tejido, se le implantaba un microchip en el caso  de que no lo portara para que sus movimientos estén disponible al público a través de varias web (por ejemplo, ‘siare.herpetologica.es’ y ‘www.seaturtle.org’) y se le tomaban diversos datos biométricos de peso y medidas corporales. Posteriormente, el animal era liberado al mar.

A Canarias llegan tortugas boba inmaduras de hasta cuatro años de edad que nacen habitualmente en Florida (Estados Unidos) o Cabo Verde. “Son muy difíciles de coger porque son muy tímidas. A cualquier movimiento o sonido que sientan, van hacia abajo, las perdemos y no vuelven a subir”, precisa Carmen Meléndez, oceanógrafa de la Secac.

La labor de los biólogos marinos, como la de tantos científicos, está repleta de una montaña rusa de sensaciones. “Es un trabajo duro, la gente tiene una visión romántica de la investigación, pero las campañas en el mar son difíciles. Para obtener resultados hay que invertir muchísimas horas de investigación”, apunta Martín.

El proyecto Mistic Seas 2 contribuye a paliar las lagunas de estudio que aún existen en una de las zonas del planeta con biodiversidad más rica. Horas de dedicación en los archipiélagos de las Azores, Madeira y Canarias darán sus frutos para conocer un poco más las poblaciones de mamíferos, tortugas y aves marinas servirán para poner en valor la riqueza de la Macaronesia gracias a la alianza de los Gobiernos de España y Portugal.

 

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