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Política de supermercado

El sistema político establecido con la Transición Española, basado en un bipartidismo imperfecto, uno conservador, PP y otro socialdemócrata, PSOE, junto a unos partidos nacionalistas, vascos y catalanes principalmente, que conformaban la mayoría parlamentaria, cuando no se ganaban las elecciones por una clara mayoría absoluta en las urnas, terminó con las Elecciones Generales de 2016. Allí irrumpieron de manera significativa dos nuevos actores, uno liberal, Ciudadanos y otro populista, Podemos. Esta situación cambió radicalmente la forma de hacer política, del consenso se ha pasado a la crispación permanente y sobre todo, a la búsqueda ansiosa de pactos parlamentarios que propicien posibilidades reales de gobierno. Es la política del supermercado, a saber, los ciudadanos no se quedan constreñidos a votar exclusivamente por dos alternativas posibles en unas elecciones, blanco o negro, sino que tiene a su disposición varias referencias, de distintos colores. Hay mucho donde elegir, fraccionando el voto y haciendo necesario una continua política de alianzas. Además, después de las elecciones autonómicas andaluzas ha aparecido otro componente, VOX, a la derecha del espectro político que, sin tener representación parlamentaria estatal, ya está incidiendo en los comportamientos o estrategias de los demás partidos políticos.

El cortoplacismo se ha instalado férreamente en la política española; las propias encuestas lo delatan, cambiando los porcentajes de intención de voto, según a que partido, en cortos espacios de tiempo. No se trabaja con perspectivas de futuro, sino de supervivencia presente. La política se ha trocado en puro espectáculo de la imagen, con propuestas virtuales, que nada tienen que ver con la realidad vivida. En la sociedad de la comunicación, es paradójico la distancia abismal entre la clase política, claramente elitista y la mayoría de la ciudadanía.

Pero el supermercado de la política también ofrece productos más cercanos, son los distintos partidos nacionalistas o regionalistas que, desde posiciones eminentemente frentistas, pero si es el caso, asimilables por el poder central, intentan buscarse un hueco en la política estatal, para influir con su voto y conseguir contraprestaciones en beneficio del territorio al que pertenecen. A esto sumamos las variopintas fuerzas políticas locales, que se constituyen al amparo del clásico líder mesiánico, que busca desesperadamente una plataforma para mantenerse activo, con presencia e influencia.

Tenemos donde escoger, es bueno para la salud democrática del país, pero también, es una señal inequívoca de la desvertebración social. Estamos asistiendo al alumbramiento de un nuevo sistema y a una política profesionalizada, conformada mayoritariamente por los sueldólogos, a saber, los que viven exclusivamente del erario, porque no tienen otra actividad conocida fuera de la pública. Los derroteros que vaya tomando dependerán de lo que quiera la mayoría de los ciudadanos, por eso, es importante asumir con responsabilidad la participación en las elecciones y demás acciones que fortalezcan la sociedad civil, porque somos los dueños de nuestro destino.

Oscar Izquierdo. Politólogo

 

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